Sin duda que Isabel la Católica debería gozar desde hace rato de la gloria de los altares. Sobre su vida y su obra algo ya hemos escrito aquí y aquí.
Ahora, ¿a qué tanta demora para poder honrarla como se debe?
Hace unos días, con ocasión del aniversario del nacimiento de esta mujer ejemplar (22 de abril de 1451), aquí y aquí, han comenzado una campaña para pedir la continuación de su proceso de beatificación, hoy estancado.
Con el permiso de su autora, nuestra amiga y ex-alumna, la Prof. Magdalena Ale, damos a conocer ahora un excelente trabajo de investigación donde se responde a este interrogante, rogándole a Dios que prontamente esta reina santa pueda ocupar el lugar que le corresponde para edificación de la Iglesia militante.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
HISTORIA DE LA CAUSA DE CANONIZACIÓN DE ISABEL LA CATÓLICA
Prof. Magdalena Ale
Introducción
Hace sesenta años una joven argentina llamada, Bertha Bilbao Richter, escribía una carta a Su Santidad Pío XII, en donde expresaba: “El Cristianismo lo llevo profundamente arraigado en el corazón. Hace muchos años que pienso, medito y pido a Dios… para que se cumpla un acto de justicia con la mujer que mayor gravitación ha tenido en los destinos de la Humanidad, me refiero a la Reina Isabel la Católica cuyo solo recuerdo, estoy segura, conmoverá las fibras más delicadas de su corazón. Quedo en paz con mi conciencia al implorar este mi pedido”.
Dicha carta fue el puntapié inicial para abrir el proceso de canonización de Isabel la Católica. Las líneas que citamos han sido reenviadas a diversos Papas por diferentes personas en petición de la canonización de la mujer que hoy invade estas líneas.
El sinuoso camino de su canonización: sus avances y estancamientos, sus esperanzas y frustraciones, son los temas que colmarán los párrafos del presente artículo, que no tiene otro fin que el de promover la devoción de tan egregia reina y aportar un poco más de luz a la historia de su beatificación.
Un gran devoto de la reina supo escribir:
“Sabemos, porque fuimos promotores de ello, que en la Postulación de la Causa en Roma, se almacenan miles y miles de cartas de todo el mundo cristiano que piden al Santo Padre la beatificación de la Sierva de Dios Isabel la Católica. También nosotros mediante esta publicación queremos unirnos a tantos miles de hermanos nuestros y pedir, rogar y suplicar hasta de rodillas si preciso fuere al Santo Padre, que ordene el estudio de esta Causa y la Reina pueda ser elevada al honor de los altares. Las Causas de otros posibles santos están respaldadas por Institutos y otras órdenes religiosas que apoyan y prestan calor en todo momento, que oran y suplican… Esta Causa quizá no tienen esos respaldos tan valiosos. Somos cristianos anónimos los que oramos, pedimos, y suplicamos a Dios…”[1]
A todas aquellas personas que alberguen en su corazón sentimientos para con la Reina Católica, a todos los interesados en la historia de su proceso canónico, a todos aquellos que alguna vez elevaron una plegaria a reina de España, aquende y allende el mar; los invitamos a leer estas páginas.
I PARTE
LA CAUSA DE CANONIZACIÓN DE ISABEL LA CATÓLICA
Historia de la Causa
La protesta judía
Motivos y protagonistas del congelamiento del Proceso
La Causa de Isabel la Católica
“Desaparece una Reina que no ha de tener semejante en la tierra por su grandeza de alma y pureza de corazón”[2].
Corría el año 1504 y en Medina del Campo la muerte jugaba con el mundo una partida definitoria. Ésta pretendía llevarse a una mujer que desde hacía unos años marcaba el sendero de casi toda Europa y comenzaba a esbozar el de América. Larga y dura fue la contienda, y en noviembre de ese año la muerte jugó su última carta resultando victoriosa. Se llevó así a “la mujer que desde su lecho de muerte gobernaba al mundo”[3], según comentó un visitante venido desde Italia para los funerales de la Reina.
Apenas muerta Isabel la Católica, comenzó a correr a diestra y siniestra por todos los caminos de Europa, la voz de su santidad de vida, y la constancia y heroicidad con que practicaba sus virtudes.
Los testimonios de las personas que escribieron o hablaron al respecto conforman lo que se llama la “fama de santidad”, un elemento fundamental para la canonización de cualquier hombre.
Pues bien, la fama de santidad de la ya portadora del nombre de “Católica” comenzó el día mismo de su fallecimiento. Dicen los que vivieron en esa época que no hubo bueno que no la llorase ni malo que no se alegrase por la muerte de la Reina. Todo el mundo la proclamaba santa, y sin embargo pasados quinientos años desde su muerte el mundo todavía no la reconoce como tal.
Podríamos entonces decir, que la causa de canonización de la Reina Católica, halla sus comienzos en aquella alcoba del palacio de Medina del Campo en donde nuestra protagonista dejaba este mundo para siempre. Hasta ese triste 26 de noviembre hay que remontarse para comenzar a recoger los testimonios de su santidad y comprobar cómo la gente la consideró santa desde aquel mismo día.
Pero, ¿quiénes fueron los que hablaron de su santidad? La mayoría de las personas que estuvieron cerca de ella lo hicieron; como por ejemplo su esposo, sus hijos, sus confesores y los nobles más allegados. Pero también, grandes políticos; ajenos a los intereses españoles y también los Papas. Los poetas la cantaron como a una santa y los sabios han elogiado su vida y la propusieron como modelo para las juventudes.
Citaremos a continuación algunos de los testimonios que nos parecen de un valor inestimable:
Fernando el Católico
...viendo que ella murió tan santa y católicamente como vivió, de que es de esperar que Nuestro Señor la tiene en su gloria, que para ella es mejor y más perpetuo Reyno que los que acá tenía[4].
Cardenal Cisneros
Pues en cuanto Cisneros fue advertido, aunque era varón ejercitado en disimular toda tristeza de ánimo, comenzó a derramar lágrimas de piedad por su Majestad y con voz tan desconsolada como extraña que le era, dijo que el sol jamás volvería a ver una Reina como la que había muerto ese día. Nadie podría, agregó, admirar suficientemente semejante grandeza de ánimo, semejante pureza y pudor, tal fomento de la religión cristiana, semejante diligencia como la que tributaba equitativamente a todos, tal conservación de las leyes antiguas y afán por los deberes temporales, y semejante abundancia de pan como la que su prudencia suscitó en todas partes, primer deber de los reyes para con su pueblo. Luego de haber pronunciado este pequeño discurso sobre sus virtudes, devolvió a su alma la aflicción que el tristísimo anuncio le había producido[5].
Hernando de Talavera (confesor de la Reina)
…tan perfecta y tan llena de toda virtud, como entre las aves el águila[6]. Adornada con los siete dones del Espíritu Santo, brilló sobre todas las mujeres de nuestro tiempo. No hubo efectivamente en nuestra época una mujer como ella en toda la tierra[7].
Cristóbal Colón
Su alma fue siempre católica y santa, y presta a todas las cosas de su santo servicio; por esta razón podemos estar seguros de que está ya en el seno de la gloria de Dios y lejos de los cuidados de este mundo agrio y fatigante[8].
Bartolomé de las Casas
Pluguiese a Dios que todos los católicos Reyes, sus sucesores, tengan la mitad del santo celo y cuidado infatigable que de estos divinos y celestiales bienes (los ha enumerado),Su Alteza la Católica Reyna tenía… Deste santo celo, deste intenso cuidado, deste continuo sospiro, desta grande y meritoria voluntad de la dicha Señora muy alta Reina Doña Isabel, darán testimonio las proviciones reales…”[9] .
Este es un testimonio valiosísimo, tanto más por ser Bartolomé de las Casas quien inició la leyenda negra en torno al descubrimiento de América, que más tarde envolverá también a Isabel la Católica.
El papa Sixto IV (carta a la Reina)
Realmente, en todo cuanto atiene al cuidado de quienes son nuevos en la fe…, hemos visto que escribiste con corrección y prudencia. Las cartas están llenas de tu piedad y de tu singular devoción a Dios… Por tanto, hija carísima, cuando conozcamos tu persona, adornada de regias virtudes y signada por divina tarea, nada más te encomendaremos que esta misma devoción en Dios y este mismo afecto y constancia por la fe ortodoxa. Bendiciendo y aprobando este santo propósito tuyo en el Señor… abrazas la causa de Dios…[10].
El papa Inocencio VIII (carta a la Reina)
Queridísima hija nuestra en Cristo. Con nuestro saludo y bendición apostólica. Cuando por primera vez recibimos tus cartas… nos vino gran satisfacción por tan feliz anuncio. Y si con mayor motivo nos alegramos Nos, para quienes siempre es de sumo gozo la victoria de los cristianos sobre los bárbaros, también deben alegrarse con ello todos los católicos, siendo que tales hechos tanto atañen a la gloria y el honor de nuestra Religión… Sabiendo que en esta materia vuestras Majestades siempre han trabajado con sumo afán y supremo celo de la fe católica, no podemos dejar de alabaros y juzgaros dignos de gran alabanza, pues con tanto ardor os afanáis por la fe cristiana. Os exhortamos para que hagáis igual en el futuro, con la ayuda de Dios… Nos, sin embargo, no pudimos contenernos con esta feliz noticia de celebrar públicamente esta victoria y dedicarla a vuestras Majestades para que, en cuanto podamos, vuestra elogio beneficiemos. Esperamos que más seguidamente debamos hacer esto, en honor de vuestras Serenidades, que continuando con tales victorias, ganarán para sí fama y gloria en todo el orbe cristiano[11].
El papa Julio II
Partes hacia España… Allí intentarás demostrar cuán paternalmente y desde el alma apreciamos su Excelencia [de los reyes católicos]… Advertimos, pues, que no hay Reyes ni Príncipes más religiosos que ellos en fomentando a Dios y a la persona de la Iglesia entre los de nuestro tiempo. Han purgado su reino de herejes, errores y vicios todos. Ellos son quienes mejor y de manera más justa han gobernado en nombre de Cristo y quienes más han propagado la verdad, con sumo peligro y trabajo. Ellos son, en fin, quienes con mayor piedad y reverencia han tratado a la Santa Sede Apostólica. Por esta razón han adoptado con justicia el nombre de Católicos, y de esta manera se han procurado para sí suma gloria entre los mortales, gran dignidad a nuestros ojos, y mayor gracia de cara a Dios[12].
El papa León XIII (S. XIX-XX)
…[que el principio y fin de la empresa fue siempre y sólo el incremento de la religión cristiana] fue bien manifiesto para Isabel, quien había penetrado la mente de este gran hombre mejor que nadie: incluso mucho consta que ella misma, mujer de ingenio viril y grande ánimo, claramente tuvo el mismo propósito[13].
Francisco Franco
En la vida de la Reina Isabel tenéis todas un libro para el estudio. Ella conoció también los tiempos turbulentos y materialistas; ella se vio abandonada también a la corrupción y al vicio. Pero supo mantener la pureza de fe y la pureza de sus virtudes[14].
* * *
La Positio canónica de la Reina al hablar de la fama de santidad de Isabel la Católica cita a 45 personas contemporáneas de la Reina, 17 de los siglos XVII y XVIII y 31 de los siglos XIX y XX; llegando a un total de 93 citas, todas con la autoridad y seriedad que merecen para ser citadas en un documento que intenta probar la santidad de una persona.
Cabe entonces preguntarnos: ¿Qué sucedió desde la muerte de Isabel la Católica hasta el siglo XX, que no fue siquiera iniciada la causa para su canonización? Miles de personas de todas las épocas y desde distintos lugares del mundo han llenado de elogios a su persona… pero ¿nadie tuvo intención de canonizarla?
La Positio nos aporta una breve explicación del porqué del retraso. Lo primero que afirman los autores al respecto es: “¿Cómo se explica tanto retraso en introducir su Causa de Beatificación? No nos parece posible dar una respuesta satisfactoria a esta pregunta”[15]. Y luego continúan:
Tal vez la misma grandeza de la Sierva de Dios y las extraordinarias implicaciones de todo género de su prodigiosa actividad, pudo frenar en un primer momento lo que debería haber sido el deseo espontáneo de un proceso canónico. Pasados después los tiempos inmediatos a la muerte, es claro que el proceso tenía que resultar mucho más complejo, a causa de las obvias dificultades del estudio de las fuentes históricas[16].
Es decir, que durante el tiempo inmediato a la muerte de la Reina y la generación siguiente de testigos directos fue una causa prudencial la que estorbó el inicio de la causa; o al decir del postulador de la Reina, Anastasio Gutiérrez: “Evidentemente el tiempo inmediato después de su muerte no era el más oportuno para proponer una causa de santidad; había que dejar pasar tiempo para que las aguas se calmasen y dar lugar a una decantación de pasiones y sentimientos”[17]. Y pasada esta generación, parece ser que un motivo burocrático habría impedido su llegada a los altares, pues “La causa se hacía cada día más difícil por la necesidad de depurar la inmensa documentación del reinado”[18].
Estas conclusiones del postulador coinciden con la opinión de los peritos históricos en el proceso diocesano, que atribuyen la demora del inicio de la causa al cambio de dinastía (de los Trastámara a los Austrias), a la gran masa de documentos que había que estudiar, a la situación política nacional e internacional respecto a la Santa Sede, la necesidad de sedimentar los sentimientos y pasiones, etc.
Si bien todos estos argumentos no terminan de darnos una respuesta satisfactoria, pues el mismo postulador afirma que no la ha hallado, tenemos aquí la respuesta que nos dan los actuales valedores de la Reina respecto al retraso de la causa que nos entretiene.
¿Hubo otros motivos que frenaron el inicio del proceso? No podemos confirmarlo, pero algo intuimos. ¿El motivo prudencial, que afirma que hay que esperar a que decanten los sentimientos y pasiones que la Reina Castellana despierta, subsistió después de la primera generación y llega hasta el siglo XXI? Veremos…
Lo que sí sabemos y podemos estar seguros de ello, es que ni bien empezado el siglo XX la Reina Católica será recordada y se iniciará su proceso de canonización, en gran parte con la ayuda de América. ¿Cómo comenzó el proceso? ¿Cómo fue su evolución? ¿Fue apoyado por la gente? Estos son algunos de los temas que hablaremos en el presente capítulo.
* * *
[1] Vidal Gonzáles Sánchez, Isabel la Católica y su fama de santidad ¿Mito o realidad? Madrid, Ediciones Internacionales Universitarias, 2006. P. 24.
[2] Cardenal Cisneros. Positio historica super vita, virtutibus et fama sanctitatis ex officio concinnata» en el Officium Historicum de la Congregación para las Causas de los Santos (1074 páginas, más CXXXIX de introducción, en formato mayor), Sever-Cuesta, Valladolid 1990. P. LII.
[3] Próspero Colonna. Cfr. Walsh, T. William. Isabel la Cruzada. Madrid: Espasa-Calpe, S. A., 1963. P. 212.
[4]Medina del Campo, 26 Nov. 1504. Positio historica super vita, P. 879. La mayoría de estas citas han sido extraídas por el postulador de Vicente Rodríguez Valencia, Isabel la Católica en la opinión de españoles y extranjeros, Valladolid, 1970. Este historiador ha recogido en dos gruesos volúmenes toda la tradición histórica que corrobora la fama de santidad de la Reina. Estos volúmenes figuran en la documentación de la causa (CIC) como vols. XV y XVI, de 566 y 678 páginas respectivamente.
[5] Ibídem, P. 880.
[6] Supra, pp. CIC, III, doc. 228, 105ss. P. 14-38Ibídem, P. 882.
[7] Ibídem, P. LIII.
[8] Walsh, Th. William. Isabel de España. Madrid: Palabra, 2005.
[9]Positio historica super vita, P. 883.
[10] Ibídem, P. 901.
[11]Ibídem, P. 901.
[12]Ibídem, P. 902.
[13]Ibídem, P. 924.
[14] En un discurso pronunciado en Medina del Campo, con motivo de la inauguración de “La Escuela de Mandos” de la sección femenina de la Falange Española y de las JONS; 16 de febrero de 1967. En: Ibídem, P. 931.
[15]Ibídem, P. XX.
[16]Ibídem, P. XX.
[17] Ibídem, P. XX.
[18] Ibídem, P. XX.
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