- “¿Pero entenderán qué es la sotana en Turquía?".
- “Y…, al menos habrán visto alguna vez una película antigua…” - nos decíamos antes de bajar del avión.
Una de nuestras escalas antes de llegar a la meseta tibetana, fue Estambul, Turquía, antigua Constantinopla y sede del imperio romano de oriente. Allí debimos permanecer un día entero.
Como es de manual, no podíamos de dejar de visitar la hermosa Catedral de Santa Sofía, luego mezquita y ahora museo turco: una verdadera belleza de la arquitectura. El tema era…: ¿cómo debíamos ir vestidos por la calle? ¿De “clergyman", de sotana, o como laicos? Como dudamos un poco, nos decidimos enseguida: de sotana, como todos los días.
- “Es que pueden haber atentados” -pensamos. Es cierto, pero también podrían haberlos si no nos identificásemos como tales, como pasó, de hecho, el mismo día allí, cerca de un estadio de fútbol.
Es que, de algún modo debíamos predicar a los turcos -cuya lengua no hablamos- que hay una religión distinta (la verdadera) a la de Mahoma; la religión que sus antepasados practicaron hace siglos y que ahora olvidaron. Por lo tanto, si con nuestras palabras no podíamos dar testimonio, al menos lo haríamos con nuestro hábito (¿acaso los judíos y los musulmanes no hacen lo mismo?).
- “Probemos” - nos dijimos. Y nos largamos a caminar.
La respuesta fue impactante; conversamos con la gente (todos musulmanes) y nos identificaban claramente como curas católicos; es más, dos de ellos nos felicitaron por vestir el traje talar: “is more formal and respectable“, nos dijeron.
Nos dimos el lujo de rezar el breviario en Santa Sofía como un modo de desagraviar el sacrilegio por haberla transformado en mezquita y fuimos el blanco de varias miradas y cámaras, asombradas de ver a dos curas así.
El padre Federico llevaba sotana de color clarito por el calor, pero yo, la negra pues no tengo otra (ninguno estudia para Papa, por las dudas…).
Bueno, sólo este testimonio, para que no digan que la sotana aún no se usa o que no se entiende; y, si no se entiende, hay que enseñarla mejor.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
- "¿Pero entenderán qué es la sotana en Turquía?".
- “Y…, al menos habrán visto alguna vez una película antigua…” - nos decíamos antes de bajar del avión.
Una de nuestras escalas antes de llegar a la meseta tibetana, fue Estambul, Turquía, antigua Constantinopla y sede del imperio romano de oriente. Allí debimos permanecer un día entero.
Como es de manual, no podíamos de dejar de visitar la hermosa Catedral de Santa Sofía, luego mezquita y ahora museo turco: una verdadera belleza de la arquitectura. El tema era…: ¿cómo debíamos ir vestidos por la calle? ¿De “clergyman", de sotana, o como laicos? Como dudamos un poco, nos decidimos enseguida: de sotana, como todos los días.
- “Es que pueden haber atentados” -pensamos. Es cierto, pero también podrían haberlos si no nos identificásemos como tales, como pasó, de hecho, el mismo día allí, cerca de un estadio de fútbol.
Es que, de algún modo debíamos predicar a los turcos -cuya lengua no hablamos- que hay una religión distinta (la verdadera) a la de Mahoma; la religión que sus antepasados practicaron hace siglos y que ahora olvidaron. Por lo tanto, si con nuestras palabras no podíamos dar testimonio, al menos lo haríamos con nuestro hábito (¿acaso los judíos y los musulmanes no hacen lo mismo?).
- “Probemos” - nos dijimos. Y nos largamos a caminar.
La respuesta fue impactante; conversamos con la gente (todos musulmanes) y nos identificaban claramente como curas católicos; es más, dos de ellos nos felicitaron por vestir el traje talar: “is more formal and respectable“, nos dijeron.
Nos dimos el lujo de rezar el breviario en Santa Sofía como un modo de desagraviar el sacrilegio por haberla transformado en mezquita y fuimos el blanco de varias miradas y cámaras, asombradas de ver a dos curas así.
El padre Federico llevaba sotana de color clarito por el calor, pero yo, la negra pues no tengo otra (ninguno estudia para Papa, por las dudas…).
Bueno, sólo este testimonio, para que no digan que la sotana aún no se usa o que no se entiende; y, si no se entiende, hay que enseñarla mejor.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
Publicar un comentario