José Pérez Adán nos recomienda un libro:
Sujetos en la Niebla de Fernando Broncano es un líbro para filósofos. Aun así lo traigo a colación porque el tema de la identidad es central en la reflexión de nuestro tiempo.
Para nosotros, los sociólogos, a diferencia de los que para como Broncano se dedican a la especulación más o menos introspectiva, el sujeto humano no está configurado por lo que es (la metafísica) o lo que hace (la fenomenología), sino por su proveniencia y su destino. Es decir, yo soy humano porque soy hijo, y mi identidad distintiva está primeramente condicionada por el a donde voy (aunque no lo sepa y solo lo pueda saber cuando al final del camino compruebe si he llegado o no y dónde me he quedado).
Es verdad que, como dice el autor, la identidad es más una narrativa que una constitución, pero habría que apuntar que no se trata de una mera narración autoconsciente en la que la imaginación pueda hacer lo que quiera. En este sentido la identidad no es una construcción en suelo firme de la que el sujeto sea al mismo tiempo planificador y ejecutor. Más bien se trata de un tránsito, de un rumbo descubridor en el ancho mar en el que el hijo que uno es se adentra con algunas cartas de navegación legadas pero sin previsión meteorológica ni seguridad de destino.
Y aquí está nuestra condición dependiente (MacIntyre) que no se puede negar si bien no anule nuestra capacidad de agencia. Sujetos pacientes y agentes en medio de un mar de cambios. En efecto, la vida, no hay que olvidarlo, es una aventura y para que termine bien, la identidad, ese compromiso perseverante con Dios (en definitiva mi origen y meta), es el primer recurso, la tierra a la vista, que siempre hay que buscar para reconocernos erguidos (vivos).
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