Oficio de lecturas - Domingo de la semana XIX - Tiempo Ordinario



OFICIO DE LECTURA - DOMINGO DE LA SEMANA XIX - TIEMPO ORDINARIO
De la Feria.

PRIMERA LECTURA

Año I:

Del segundo libro de los Reyes     4, 38-44; 6, 1-7

MILAGROS DE ELISEO EN FAVOR DE LA COMUNIDAD DE PROFETAS

    En aquellos días, cuando Eliseo volvió a Guilgal, se pasaba hambre en aquella región. La comunidad de profetas estaba sentada junto a él, y Elíseo ordenó a su criado:
    «Pon la olla grande y cuece un caldo para la comunidad.»
    Uno de ellos salió al campo a coger unas yerbas; encontró unas uvas silvestres, las arrancó, llenó el manto y, al llegar, las fue echando en el caldo sin saber lo que hacía. Cuando sirvieron la comida a los hombres y probaron el caldo, gritaron:
    «¡Profeta, esto sabe a veneno!»
    Y no pudieron comerlo. Entonces, Eliseo ordenó: «Traedme harina.»
    La echó en la olla y dijo:
    «Sirve a la gente, que coman.»
    Y el caldo ya no sabía mal. Uno de Baal Salisá vino a traer al profeta el pan de las primicias, veinte panes de cebada y grano reciente en la alforja. Eliseo dijo:
    «Dáselos a la gente, que coman.»
    El criado replicó:
    «¿Qué hago yo con esto para cien personas?» Eliseo insistió:
    «Dáselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: "Comerán y sobrará."»
    Entonces, el criado se los sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor.
    La comunidad de profetas dijo a Eliseo:
    «Mira, el sitio donde habitamos bajo tu dirección nos resulta pequeño. Déjanos ir al Jordán a coger cada uno un madero, para hacernos una habitación.»
    Eliseo les dijo:
    «Id.»
    Uno de ellos le pidió:
    «Haz el favor de venir con nosotros.» Eliseo respondió:
    «Voy.»
    Y se fue con ellos. Cuando llegaron al Jordán, se pusieron a cortar ramas, pero a uno, cuando estaba derribando un tronco, se le cayó al río el hierro del hacha, y gritó:
    «¡Ay, maestro, que era prestada!»
    El profeta preguntó:
    «¿Dónde cayó?»
    El otro le indicó el sitio. Elíseo cortó un palo, lo tiró allí, y el hierro salió a flote. Elíseo dijo: «Sácalo.»
    El otro alargó el brazo y lo cogió.

Responsorio     2R 4, 42. 43; Me 6, 41. 42

R. Un hombre vino a traer al profeta el pan de las primicias, veinte panes de cebada. Eliseo dijo: «Dáselos a la gente, que coman. * Porque así dice el Señor: "Comerán y sobrará."»
V. Jesús pronunció la bendición, partió los panes, y todos comieron hasta quedar satisfechos.
R. Porque así dice el Señor: «Comerán y sobrará.»


Año II:

Comienza el libro del profeta Jonás     1,1-2,1.11

VOCACIÓN, HUIDA Y NAUFRAGIO DE, JONÁS

    En aquellos días, el Señor dirigió la palabra a Jonás, hijo de Amitay:
    «Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y proclama en ella que su maldad ha llegado hasta mí.»
    Se levantó Jonás para huir a Tarsis, lejos del Señor; bajó a Jafa y encontró un barco que zarpaba para Tarsis; pagó el precio y embarcó para navegar con ellos a Tarsis, lejos del Señor. Pero el Señor envió un viento impetuoso sobre el mar, se alzó una gran tormenta en el mar, y la nave estaba a punto de naufragar. Temieron los marineros, e invocaba cada cual a su dios. Arrojaron los pertrechos al mar, para aligerar la nave, mientras Jonás, que había bajado a lo hondo de la nave, dormía profundamente. El capitán se le acercó y le dijo:
    «¿Por qué duermes? Levántate e invoca a tu Dios; quizá se compadezca ese Dios de nosotros, para que no perezcamos.»
    Y decían unos a otros:
    «Echemos suertes para ver por culpa de quién nos viene esta calamidad.»
    Echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Le interrogaron:
    «Dinos, ¿por qué nos sobreviene esta calamidad? ¿Cuál es tu oficio? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿De qué pueblo eres?»
    Él les contestó:
    «Soy un hebreo, y adoro al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme.»
    Temieron grandemente aquellos hombres y le dijeron:
    «¿Qué has hecho?»
    Pues comprendieron que huía del Señor, por lo que él había declarado. Entonces, le preguntaron:
    «¿Qué haremos contigo para que se nos aplaque el mar?»
    Porque el mar seguía embraveciéndose. Él contestó:
    «Levantadme y arrojadme al mar, y el mar se os aplacará; pues sé que por mi culpa os sobrevino esta terrible tormenta.»
    Pero ellos remaban para alcanzar tierra firme, y no podían, porque el mar seguía embraveciéndose. Entonces, invocaron al Señor, diciendo:
    «¡Ah, Señor, que no perezcamos por culpa de este hombre, no nos hagas responsables de una sangre inocente! Porque tú, Señor, obras como quieres.»
    Levantaron, pues, a Jonás y lo arrojaron al mar; y el mar calmó su furia. Y aquellos hombres temieron mucho al Señor. Ofrecieron un sacrificio al Señor y le hicieron votos.
    El Señor envió un pez gigantesco para que se comiera a Jonás, y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días con sus noches. Entonces, el Señor dio orden al pez, que vomitó a Jonás en tierra firme.

Responsorio     Mt 12, 40; Mc 9, 30

R. Como estuvo Jonás en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre tres días y tres noches en el seno de la tierra. *  Pero al tercer día resucitará.
V. El Hijo del hombre será entregado en manos de los pecadores, y lo matarán.
R. Pero al tercer día resucitará.


SEGUNDA LECTURA

Del Diálogo de santa Catalina de Siena, virgen, Sobre la divina providencia
(Cap. 4, 13: edición latina, Ingolstadt 1583, ff. l9v-20)

CON LAZOS DE AMOR

    Mi Señor dulcísimo, vuelve benignamente tus ojos misericordiosos a este pueblo y al cuerpo místico que es tu Iglesia; porque mayor gloria se seguirá para tu santo nombre al perdonar tan gran muchedumbre de tus creaturas que si tan sólo me perdonas a mí, miserable pecadora, que tan gravemente he ofendido a tu majestad. ¿Qué consuelo podría hallar yo en poseer la vida, viendo que tu pueblo está privado de ella, y viendo cómo las tinieblas del pecado cubren a tu amada Esposa, por mis pecados y los de las demás creaturas tuyas?
    Deseo, pues, y te pido como una gracia especial este perdón, por aquel amor incomparable que te movió a crear al hombre a tu imagen y semejanza. ¿Cuál, me pregunto, fue la causa de que colocaras al hombre en tan alta dignidad? Ciertamente, sólo el amor incomparable con el cual miraste en ti mismo a tu creatura y te enamoraste de ella. Mas veo con claridad que por culpa de su pecado perdió merecidamente la dignidad en que lo habías colocado.
    Pero tú, movido por aquel mismo amor, queriendo reconciliarte gratuitamente al género humano, nos diste la Palabra que es tu Hijo unigénito, el cual fue verdaderamente reconciliador y mediador entre tú y nosotros. Él fue nuestra justicia, ya que cargó sobre sí todas nuestras injusticias e iniquidades y sufrió el castigo que por ellas merecíamos, por obediencia al mandato que tú, Padre eterno, le impusiste, cuando decretaste que había de asumir nuestra humanidad. ¡Oh incomparable abismo de caridad! ¿Qué corazón habrá tan duro que no se parta al considerar cómo la sublimidad divina ha descendido tan abajo, hasta nuestra propia humanidad?
    Nosotros somos tu imagen y tú imagen nuestra, por la unión verificada en el hombre, velando la divinidad eterna con esta nube que es la masa infecta de la carne de Adán. ¿Cuál es la causa de todo esto? Solamente tu amor inefable. Por éste tu amor incomparable imploro, pues, a tu majestad, con todas las fuerzas de mi alma, para que otorgues benignamente tu misericordia a tus miserables creaturas.

Responsorio     Sal 100, 1-2

R. Voy a cantar la bondad y la justicia, para ti es mi música, Señor. * Caminaré por la senda perfecta, ¿cuándo vendrás a mí?
V. Procederé con rectitud de corazón dentro de mi casa.
R. Caminaré por la senda perfecta, ¿cuándo vendrás a mí?




La oración conclusiva como en las Laudes.

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