La liturgia diaria meditada - Yendo un día juntos por Galilea (Mt 17,22-27) 08/08



Lunes 08 de Agosto de 2016
Santo Domingo, presbítero
(MO). Blanco.

Domingo nació en Caleruega (Burgos, España) en el año 1170, en el seno de una noble familia. Preocupado desde su juventud por el estudio, se destacó por su regularidad, responsabilidad y atención en cada cosa que hacía. En su tiempo, abundaban grupos de herejes que desvirtuaban el equilibrio evangélico de la pobreza, la castidad o la penitencia. Por eso se propuso fundar una orden religiosa que, con una sólida formación intelectual y el testimonio de la pobreza, se enfrentara a las exageraciones y malformaciones de los disidentes. El papa Honorio III aprobó la Orden de los Predicadores hoy conocidos como Dominicos, cuya misión era predicar la doctrina del Evangelio. Domingo murió el 6 de agosto de 1221, y fue proclamado santo trece años después.

Antífona de entrada          cf. Ecli 15, 5
El Señor lo colmó del espíritu de sabiduría y de inteligencia, y lo revistió de su gloria, para que anunciara su palabra en medio de la Iglesia.

Oración colecta     
Señor Dios nuestro, que santo Domingo ayude a tu Iglesia con sus méritos y enseñanzas, y que este insigne predicador de la verdad interceda bondadosamente por nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Atiende con bondad, Señor, las súplicas que te dirigimos con la intercesión de santo Domingo, y por el poder de este sacrificio confirma con la protección de tu gracia a quienes defienden la fe. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        cf. Lc 12, 42
Este es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su casa para distribuir la ración de trigo en el momento oportuno.

Oración después de la comunión
Padre, en la fiesta de santo Domingo, otorga a tu Iglesia la fuerza del sacramento celestial con el que hemos sido alimentados, y te pedimos que reciba la ayuda de quien la enriqueció con el ministerio de su predicación. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        Ez 1, 2-5. 24-28C
Lectura de la profecía de Ezequiel.
El día cinco del mes –era el año quinto de la deportación del rey Joaquín– la palabra del Señor llegó a Ezequiel, hijo del sacerdote Buzí, en el país de los caldeos, a orillas del río Quebar. Allí la mano del Señor descendió sobre él. Yo miré, y vi un viento huracanado que venía del norte, y una gran nube con un fuego fulgurante y un resplandor en torno de ella; y de adentro, de en medio del fuego, salía una claridad como de electro. En medio del fuego, vi la figura de cuatro seres vivientes que por su aspecto parecían hombres. Yo oí el ruido de sus alas cuando ellos avanzaban: era como el ruido de aguas torrenciales, como la voz del Todopoderoso, como el estruendo de una multitud o de un ejército acampado. Al detenerse, replegaban sus alas. Y se produjo un estruendo sobre la plataforma que estaba sobre sus cabezas. Encima de la plataforma que estaba sobre sus cabezas, había algo así como una piedra de zafiro, con figura de trono; y encima de esa especie de trono, en lo más alto, una figura con aspecto de hombre. Entonces vi un fulgor como de un rayo, algo así como un fuego que lo rodeaba desde lo que parecía ser su cintura para abajo; vi algo así como un fuego y una claridad alrededor de él: como el aspecto del arco que aparece en las nubes los días de lluvia, así era la claridad que lo rodeaba. Este era el aspecto, la semejanza de la gloria del Señor. Al verla, caí con el rostro en tierra.
Palabra de Dios.

Comentario
Ezequiel era un sacerdote de Jerusalén que fue deportado a Babilonia en el año 597 a.C. Allí en el exilio, Dios lo llamó para ser profeta. Ezequiel tuvo una profunda experiencia de la santidad de Dios, que se manifestó en visiones que transmitía a sus compatriotas para que no decayera la fe en esos tiempos tan aciagos.

Sal 148, 1-2. 11-14bc
R. ¡Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria!

Alaben al Señor desde el cielo, alábenlo en las alturas; alábenlo, todos sus ángeles, alábenlo, todos sus ejércitos. R.

Los reyes de la tierra y todas las naciones, los príncipes y los gobernantes de la tierra; los ancianos, los jóvenes y los niños. Alaben el Nombre del Señor. R.

Alaben el Nombre del Señor. Porque sólo su Nombre es sublime; su majestad está sobre el cielo y la tierra, y él exalta la fuerza de su pueblo. R.

¡A él, la alabanza de todos sus fieles, y de Israel, el pueblo de sus amigos! R.

Aleluya        cf. 2Tes 2, 14
Aleluya. Dios nos llamó, por medio del Evangelio, para que poseamos la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.

Evangelio     Mt 17, 22-27
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Mientras estaban reunidos en Galilea, Jesús dijo a sus discípulos: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres: lo matarán y al tercer día resucitará”. Y ellos quedaron muy apenados. Al llegar a Cafarnaúm, los cobradores del impuesto del Templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: “¿El Maestro de ustedes no paga el impuesto?”. “Sí, lo paga”, respondió. Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: “¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes perciben los impuestos y las tasas los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?”. Y como Pedro respondió: “De los extraños”, Jesús le dijo: “Eso quiere decir que los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizar a esta gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que salga y ábrele la boca. Encontrarás en ella una moneda de plata: tómala, y paga por mí y por ti”.
Palabra del Señor.

Comentario
Jesús es libre frente a las instituciones, incluso una tan sagrada como el Templo de Jerusalén. Él sabe que en la relación padre-hijo no cuenta el trato comercial. Sin embargo, aun reconociendo que él no debe nada al Padre Dios, y, como hijo, prefiere pagar el impuesto. Probablemente su interés no era provocar un escándalo con su transgresión, sino que sus contemporáneos descubrieran el verdadero sentido del Templo y del culto.

Oración introductoria
Señor, inicio mi oración con la señal de la cruz, puesto que en ella está la síntesis de mi fe. En este gesto quiero manifestarte que creo en la santísima Trinidad, espero y confío en tu gracia y misericordia y te amo con todo mi corazón.

Petición
Jesús, que mi amor por ti se manifieste en mi amor y servicio a los demás. 

Meditación 

Hoy, la liturgia nos ofrece diferentes posibilidades para nuestra consideración. Entre éstas podríamos detenernos en algo que está presente a lo largo de todo el texto: el trato familiar de Jesús con los suyos.

Dice san Mateo que Jesús y los discípulos iban «yendo un día juntos por Galilea» (Mt 17,22). Pudiera parecer algo evidente, pero el hecho de mencionar que iban juntos nos muestra cómo el evangelista quiere remarcar la cercanía de Cristo. Luego les abre su Corazón para confiarles el camino de su Pasión, Muerte y Resurrección, es decir, algo que Él lleva muy adentro y que no quiere que, aquellos a quienes tanto ama, ignoren. Posteriormente, el texto recoge el episodio del pago de los impuestos, y también aquí el evangelista nos deja entrever el trato de Jesús, poniéndose al mismo nivel que Pedro, contraponiendo a los hijos (Jesús y Pedro) exentos del pago y los extraños obligados al mismo. Cristo, finalmente, le muestra cómo conseguir el dinero necesario para pagar no sólo por Él, sino por los dos y no ser, así, motivo de escándalo.

En todos estos rasgos descubrimos una visión fundamental de la vida cristiana: es el afán de Jesús por estar con nosotros. Dice el Señor en el libro de los Proverbios: «Mi delicia es estar con los hijos de los hombres» (Prov 8,31). ¡Cómo cambia, esta realidad, nuestro enfoque de la vida espiritual en la que a veces ponemos sólo la atención y el acento en lo que nosotros hacemos, como si eso fuera lo más importante! La vida interior ha de centrase en Cristo, en su amor por nosotros, en su entrega hasta la muerte por mí, en su constante búsqueda de nuestro corazón. 

Si nos pusiéramos a contar los sueños irrealizados, los proyectos personales sin concluir, las ideas que no han tomado forma, llenaríamos muchas cajas.

Cristo nos invita a dar lo necesario de nuestra parte, para no quedarnos a medias, entre sueños e ilusiones, sino que nos ofrece el camino de su cruz, que es el sacrificio, para llevar nuestro ideal de vida hasta el fin.

Propósito
Revisar cómo estoy inculcando en mi familia el cumplimiento de los deberes como ciudadano.

Diálogo con Cristo 
Jesús, ayúdame a entregar mi vida en el servicio y en el amor a los demás, como Tú lo hiciste. Ése es el único camino con el que puedo corresponder a tantos dones con los que has enriquecido mi vida. Las excusas abundan, las tentaciones se multiplican, pero tu gracia es superior a todo.

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