La liturgia diaria meditada - He venido a traer fuego sobre la tierra (Lc 12,49-53) 14/08



Domingo 14 de Agosto de 2016
20º Domingo durante el año
Verde.
Semana 4ª del Salterio.

Martirologio Romano: Memoria de san Maximiliano María (Raimundo) Kolbe, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales y mártir, que fue fundador de la Milicia de María Inmaculada. Deportado a diversos lugares de cautiverio, finalmente, en el campo de exterminio de Oswiecim o Auschwitz, cerca de Cracovia, en Polonia, se ofreció a los verdugos para salvar a otro cautivo, considerando su ofrecimiento como un holocausto de caridad y un ejemplo de fidelidad para con Dios y los hombres .

Antífona de entrada          Sal 83, 10-11
Señor, protector nuestro, mira el rostro de tu Ungido, porque vale más un día en tus atrios que mil en otra parte.

Oración colecta     
Dios nuestro, que has preparado bienes invisibles para los que te aman, infunde en nuestros corazones la ternura de tu amor para que, amándote en todas y sobre todas las cosas, alcancemos tus promesas que superan todo deseo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Acepta, Señor, nuestra ofrenda, en la cual se realiza un admirable intercambio, para que, al ofrecerte lo que nos diste, podamos recibirte a ti mismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        Sal 129, 7
En el Señor se encuentra la misericordia y la redención en abundancia.

O bien:         cf. Jn 6, 51
Dice el Señor: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”.

Oración después de la comunión
Señor y Padre nuestro, unidos a Cristo por este sacramento, imploramos humildemente tu misericordia, para que, hechos semejantes a él en la tierra, merezcamos gozar de su compañía en el cielo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.

1ª lectura     Jer 38, 3-6. 8-10
Lectura del libro de Jeremías.
El profeta Jeremías decía al pueblo: “Así habla el Señor: ‘Esta ciudad será entregada al ejército del rey de Babilonia, y éste la tomará’”. Los jefes dijeron al rey: “Que este hombre sea condenado a muerte, porque con semejantes discursos desmoraliza a los hombres de guerra que aún quedan en esta ciudad, y a todo el pueblo. No, este hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia”. El rey Sedecías respondió: “Ahí lo tienen en sus manos, porque el rey ya no puede nada contra ustedes”. Entonces ellos tomaron a Jeremías y lo arrojaron al aljibe de Malquías, hijo del rey, que estaba en el patio de la guardia, descolgándolo con cuerdas. En el aljibe no había agua sino sólo barro, y Jeremías se hundió en el barro. Ebed Mélec salió de la casa del rey y le dijo: “Rey, mi señor, esos hombres han obrado mal tratando así a Jeremías; lo han arrojado al aljibe, y allí abajo morirá de hambre, porque ya no hay pan en la ciudad”. El rey dio esta orden a Ebed Mélec, el hombre de Cusa: “Toma de aquí a tres hombres contigo, y saca del aljibe a Jeremías, el profeta, antes de que muera”.
Palabra de Dios.

Comentario
Son muchos los que buscan la forma de acallar al profeta con su poder. Pero la Palabra de Dios no puede ser silenciada, se alza desde cualquier pozo en que se la quiera hundir.

Sal 39, 24.18
R. ¡Señor, ven pronto a socorrerme!

Esperé confiadamente en el Señor: Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. R.

Me sacó de la fosa infernal, del barro cenagoso; afianzó mis pies sobre la roca y afirmó mis pasos. R.

Puso en mi boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos, al ver esto, temerán y confiarán en el Señor. R.

Yo soy pobre y miserable, pero el Señor piensa en mí; tú eres mi ayuda y mi libertador, ¡no tardes, Dios mío! R.

2ª lectura     Heb 12, 1-4
Lectura de la carta a los Hebreos.
Hermanos: Ya que estamos rodeados de una verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos estorba, en especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al combate que se nos presenta. Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora “está sentado a la derecha” del trono de Dios. Piensen en Aquél que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento. Después de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre.
Palabra de Dios.

Comentario
Jesús, desde la cruz, se hace solidario de todos nuestros dolores y acompaña nuestro sufrimiento.

Aleluya        Jn 10, 27
Aleluya. “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”, dice el Señor. Aleluya.

Evangelio     Lc 12, 49-53
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús dijo a sus discípulos: Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.
Palabra del Señor.

Comentario
Ante el fuego del amor que trajo Jesús, hay quienes prefieren el hielo del desinterés y la indiferencia hacia el hermano. No nos quedemos en la tibieza. A pesar de los conflictos, sigamos optando apasionadamente por Jesús.

Oración introductoria
Señor, Tú viniste a traer fuego a la tierra, ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo en mi corazón! Que esta oración me dé el fuego de tu amor, de la fe y de la esperanza, pues sólo con estas tres virtudes teologales podré vivir mi vocación a la santidad. 

Petición
Señor, aumenta mi fe para poder amarte sobre todas las cosas y a mi prójimo como a mí mismo.

Meditación 

1.- Muera ese Jeremías… Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia. El profeta Jeremías es también un profeta que sufrió, como Jesús, muchas persecuciones y afrentas por predicar la verdad que Dios le mandaba predicar. Los príncipes del pueblo judío querían hacer la guerra a Babilonia y el profeta Jeremías les decía que eso era una locura y que sería el pueblo el que iba a sufrir unas consecuencias terribles, porque iba a ser exterminado por los ejércitos babilónicos. No sólo no le hicieron caso, sino que intentaron matar al mensajero, como acabamos de leer en esta lectura. Las consecuencias de no obedecer al profeta fueron terribles: la muerte y el destierro de gran parte del pueblo judío. El ejemplo del profeta Jeremías debe servirnos a nosotros para saber que debemos predicar la verdad de Dios siempre, aunque nuestra predicación vaya a contracorriente de la cultura en que vivimos. Decir la verdad a los que no quieren oírla, ni escucharla, casi siempre crea problemas. Pero si los cristianos queremos ser fieles a la verdad y al evangelio de Jesús debemos preferir sufrir persecución, o desprecio, antes que callarnos, o seguir opiniones que sabemos que van contra nuestras creencias y nuestra fe.

2.- Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado. Estas últimas palabras de la Carta a los Hebreos son claras y contundentes: Cristo murió por luchar contra el pecado del mundo, nosotros debemos estar dispuestos a llegar hasta el martirio, antes que sucumbir a la tentación y al pecado. Es la misma idea que venimos repitiendo en los dos puntos anteriores: vivir en la verdad del evangelio, aunque nos vaya la vida en ello. Normalmente, a la mayor parte de nosotros no se nos exige un martirio cruento, llegar a la sangre, por defender nuestra fe, pero no debemos rechazar el sufrimiento de cada día para vivir nuestra fe con valentía e integridad. Sin violencia, por supuesto, pero con ánimo y fortaleza cristianas, siempre.

3.- ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? Pues no, sino división. Para entender bien un texto siempre fue necesario leerlo en su contexto. En todo el capítulo 12 del evangelio según san Lucas Jesús les dice a sus discípulos que vivan alerta y vigilantes, para que cuando llegue el Señor los encuentre en vela. Vivir alerta y vigilantes supone vivir siempre atentos a la voluntad de Dios, para cumplirla. Lo primero es predicar y vivir el reino de Dios, todo lo demás es secundario. Pero, naturalmente, el predicar y el vivir el reino de Dios nos pone casi siempre en contra de los que predican y viven valores contrarios a la buena nueva, al evangelio, al reino de Dios. En estos casos, se nos dice en el relato evangélico de hoy, tenemos que elegir no la paz con los que predican valores contrarios al evangelio, sino la división. Aunque sean personas de nuestra propia familia, o de nuestros amigos, los que están en contra de nosotros. Lo primero, insistimos, es seguir a Jesús, buscar el reino de Dios, todo lo demás, se nos dice, se nos dará por añadidura. Bien, yo creo que la idea es clara, aunque compleja, lo importante ahora para nosotros es que sepamos llevarla a la práctica en el momento actual en el que vivimos nosotros. Los valores que se predican y se viven en el mundo actual en el que nosotros vivimos son, por lo menos, tan contrarios al evangelio de Jesús, como lo fueron en los tiempos en los que Jesús predicaba. No podemos ser tan ingenuos para pensar que a nosotros nos va a resultar fácil, o complaciente, predicar hoy los valores del evangelio. Ni frente a las autoridades civiles, ni frente a las autoridades religiosas, ni frente a la sociedad en general. Si queremos, pues, ser fieles al evangelio, preparémonos para vivir en división, en lucha, aunque esto también a nosotros nos cree problemas y conflictos. Así vivió Cristo, nuestro Maestro y así vivían las primeras comunidades cristianas, cuando fue escrito este evangelio.

Diálogo con Cristo
Jesús, te pido que me des la madurez, la coherencia y el coraje para nunca tener miedo a la vida. Sé que nunca te alejas y lo que permites, aunque a veces no me guste o no lo entienda, tiene una buena razón de ser. Con tu gracia podré seguirte en todas las circunstancias de la vida, pero humildemente te suplico me des la fuerza de voluntad que necesito para serte siempre fiel. 

Propósito
Vivir el Evangelio, transformarse cada uno para transformar la sociedad. 

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