La semana del cardenal Sarah

Una semanita en la que uno ha intentado estar menos pendiente de noticias y de internet, aunque nunca del todo. Me van a permitir mis lectores que la denomine “semana del cardenal Sarah”.

Noticias eclesiales, a montones como siempre, pero cada uno se fija en alguna de ellas porque así le parece oportuno. Y desde hace días me he estado fijando en las palabras del Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, cardenal Sarah, en las que pedía la vuelta a la celebración de la eucaristía hacia el oriente, o al menos hacia el ábside, e incluso animaba a comenzar a hacerlo en el próximo adviento.

Ante todo, una aclaración. El cardenal Sarah no pide la celebración según el rito extraordinario, no, habla del rito ordinario según el actual misal de Pablo VI, pero variando la posición del celebrante especialmente en los ritos iniciales y a partir del ofertorio.

Pienso que la razón de fondo es hacer más patente la propia identidad de la eucaristía, como celebración incruenta de la muerte de Cristo en la cruz. Hoy la inmensa mayoría de los católicos dirían que la misa es una cena compartida y poco más. Evidentemente si es eso, pues mejor todos sentaditos en torno a la mesa común y hacer una fiesta entretenida. En una comida no se va a poner uno de los comensales de espaldas a los demás, y menos el anfitrión.

El problema es que si la misa es el sacrificio de Cristo en la cruz y la celebramos en torno a la mesa común, al que damos la espalda es al crucificado. Tela marinera. Más aún, el cardenal Sarah yo creo que lo que busca con ese cambio de gesto es que sepamos reconocer que en la liturgia la importancia no está en nosotros, sino en Dios, por eso celebramos vueltos todos hacia Él.

Las críticas, de lo más variopinto. Poca reflexión y mucho tópico. Ya saben: que si la misa otra vez de culo, que nos quieren hacer volver a los tiempos anteriores al concilio, que si ya está bien de ritos… Nada nuevo bajo el sol. Uno hubiera querido reflexiones teológicas y pastorales más sesudas, pero por lo visto no es el caso.

De entre todas las críticas me ha llamado poderosamente la atención las palabras del arzobispo de Westminster, cardenal Nichols, que se muestra contrario a la sugerencia del cardenal Sarah con el argumento de que “la misa no es el momento para que los curas “ejerzan su preferencia o gusto personales”, pero, en cambio, debe ser la ocasión para salvaguardar “la integridad y unidad del rito romano"”.

Pues a buenas horas, mangas verdes. Porque llevamos cuarenta años en la Iglesia dependiendo de los gustos personales del reverendo de turno y viendo a cada momento celebraciones de lo más originales. Si hablamos de ornamentos, en cuántos lugares la casulla es elemento desaparecido, o la estola, o se celebra sin revestirse, o revestido iuxta modum. Los vasos sagrados de cualquier manera. El pan y el vino me callo. Plegarias eucarísticas inventadas, ritos creativos, originalidades varias, danzas y bailes. Todo cabe en la práctica. Y va el bueno de Nichols y dice que es que hay que salvar la integridad del rito romano. Pues a ver si es cierto.

Divertido lo que cargarse el concilio, que estos días he leído mucho, porque una de las cosas más claras que se pueden leer en la Sacrosanctum Concilium es que “Por lo mismo, nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia”. Y más cosas, por ejemplo, que la música propia de la iglesia católica es el gregoriano. Pues ya ven, llega Nichols y que si la integridad del rito romano y que la misa no es el momento para que los curas ejerzan su preferencia o gustos personales. Ahora va a resultar que es el cardenal Sarah el que, recordando que desde el año 2009 está permitido celebrar la misa ad orientem, el que rompe la unidad del rito romano, cuando los fieles llevan años y años aguantando las chorradas del cura de turno.

De todos modos, el problema no es tanto celebrar coram populo o coram Deo (que no de espaldas, a ver si nos aclaramos). El problema es celebrar bien o mal. Esta semana de retiro con las cistercienses de Tulebras he celebrado cada mañana laudes y misa con la comunidad. Coram populo. Qué cuidado con la liturgia, qué solemnidad, qué manera de elevar el corazón a Dios. Por cierto, gente conozco que gusta de acudir alguna vez a estos monasterios y que se emociona con la liturgia que en ellos se vive y celebra, y luego llega a su parroquia para volver a celebrar de cualquier manera. Misterios de la vida.

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