Mayo es un mes para incrementar la devoción a la Virgen, sugiere el Prelado en su carta mensual. Al meditar con los Evangelios sobre la entrega de la Madre de Dios, sentiremos la necesidad de acercar a nuestros amigos y conocidos a su Hijo
Invita Mons. Javier Echevarría al comienzo de su Carta pastoral a recordar, al comienzo de este mes dedicado especialmente a la Virgen, las prácticas aprendidas en la infancia: oraciones dedicadas a nuestra Madre −quizá el rezo del rosario en familia−, ofrecimiento de pequeños sacrificios, adornos florales junto a las imágenes de Santa María..., y sugiere a los padres y madres de familia que viváis estos gestos, llevando con vosotros a vuestros hijos pequeños, y leer y meditar lo que el Santo Padre escribe sobre el trato entre los miembros de la familia, en su reciente exhortación apostólica.
Recuerda el empeño grande de san Josemaría para fomentar en la Obra la piedad mariana, requisito sin el que no es posible −o se hace muy difícil− seguir a Jesucristo, y sugiere la Romería de mayo, que se nos presenta como devoción específica, difundida ya por el mundo entero, y a poner más cariño y delicadeza en el trato con la Virgen: rezo pausado del rosario, contemplando los misterios de la vida de su Hijo y de la suya; la oración del Ángelus al mediodía, etc. Un conjunto de normas de piedad que, bien cultivadas, ayudan a mantener la presencia de Dios durante la jornada entera.
Se refiere a las pocas palabras de la Virgen que recogen los Evangelios. Sin embargo, lo que nos transmite la Sagrada Escritura basta para comprender «cómo la Madre de Jesús acompaña a su Hijo paso a paso, asociándose a su misión redentora, alegrándose y sufriendo con Él, amando a los que Jesús ama, ocupándose con solicitud maternal de todos aquellos que están a su lado» (Es Cristo que pasa, 141). «Detengámonos, por ejemplo, en el relato de las bodas de Caná. Narra el evangelista que, dirigiéndose a los sirvientes, María les dijo: Haced lo que Él os dirá (Jn 2, 5). De eso se trata; de llevar a las almas a que se sitúen frente a Jesús y le pregunten: Domine, quid me vis facere?, Señor, ¿qué quieres que yo haga? (Hch 9, 6)» (Es Cristo que pasa, 149).
Más adelante afirma el Prelado que el consejo de nuestra Madre a los sirvientes de Caná se dirige hoy a cada uno, a cada una, porque todos estamos llamados a acercar a los demás a Jesucristo. Precisamente una de las obras de misericordia espiritual, que en este año jubilar se recomienda especialmente, consiste en dar consejo al que lo necesita, así como que el Maestro desea servirse de nosotros como se sirvió de los primeros discípulos, a quienes envió por todas las ciudades a las que iba a ir, para que le prepararan el camino, porque –y cita al Santo Padre Francisco− el Señor «no nos habla sólo en la intimidad del corazón: nos habla, sí, pero no sólo allí, sino que nos habla también a través de la voz y del testimonio de los hermanos. Es verdaderamente un don grande poder encontrar hombres y mujeres de fe que, sobre todo en los momentos más complicados e importantes de nuestra vida, nos ayuden a iluminar nuestro corazón y a reconocer la voluntad del Señor» (Audiencia, 7.V.2014).
San Josemaría quería −continua Mons. Echevarría− que nos supiésemos instrumentos de Cristo en esta labor de iluminar el corazón y la inteligencia de las gentes. «No puedes ser un elemento pasivo tan sólo, escribió. Tienes que convertirte en verdadero amigo de tus amigos: “ayudarles”. Primero, con el ejemplo de tu conducta. Y luego, con tu consejo y con el ascendiente que da la intimidad» (Surco, n. 731). Una intimidad que da paso al consejo y que configura el apostolado personal de amistad y confidencia, que nuestro Padre enseñó desde el principio. «Esas palabras, deslizadas tan a tiempo en el oído del amigo que vacila; aquella conversación orientadora, que supiste provocar oportunamente; y el consejo profesional, que mejora su labor universitaria; y la discreta indiscreción, que te hace sugerirle insospechados horizontes de celo... Todo eso es "apostolado de la confidencia"» (Camino 973).
Resalta el Prelado del Opus Dei la necesidad de la oración para ayudar con eficacia a los demás. (…) Precisamente ahí, en filial conversación con Dios, recibiremos luces para comunicarlas a nuestros amigos y compañeros, pues se nos presenta como el arma más importante a nuestro alcance. Con oración ha salido adelante la Iglesia a lo largo de los siglos, y con oración continuará caminando, a pesar de los obstáculos que encuentre en su senda. Así ha sucedido también en el Opus Dei, partecica de la Iglesia, y por eso san Josemaría afirmaba con repetida insistencia que la oración es un remedio eficacísimo para todas las necesidades. Por tanto, concluye, preparemos, pues, nuestras conversaciones apostólicas en los ratos de diálogo con el Señor, y acudamos a la intercesión de la Virgen.
Después de recordar que el próximo 12 de mayo celebraremos con mucha alegría la memoria litúrgica del beato Álvaro, y algunas visitas suyas a la Madre del Buen Consejo, cerca de Roma, a cuya advocación se refirió en uno de los años marianos que convocó el Opus Dei: «Si deseamos que nuestra acción de gracias se concrete en una realidad de más entrega a Dios, que no se quede en un gesto superficial o en buenas palabras, habremos de acudir cada jornada con más intensidad a la Santísima Virgen, Mater boni consilii», concluye su Carta pastoral: Prolongando estas palabras de mi queridísimo predecesor, os ruego que en la Romería de mayo y en otras visitas marianas que a cada uno le inspire su piedad personal, roguemos a nuestra Madre Santa María por el bien de las familias, por la paz del mundo, por el Papa y sus intenciones, por las necesidades de la Iglesia, de la Obra, por las vocaciones, por la eficacia de las labores apostólicas. Dejemos estas súplicas en sus manos, para que las presente al Espíritu Santo en la próxima solemnidad de Pentecostés. Y como pedía el beato Álvaro, «que Ella nos lleve hasta Jesús, hasta Dios uno y trino, en homenaje de acción de gracias y en petición de perdón».
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