Oliver Goldsmith, escritor y médico irlandés, decía que “el mayor espectáculo es un hombre luchando contra la adversidad”. Aunque añadía a continuación que hay otro espectáculo aún más grande: “ver a otro ser humano lanzarse en su ayuda”.
Si analizamos ambas frases, es verdad que la primera muestra la admiración hacia la “casi infinita” capacidad humana para la supervivencia y la superación. La segunda frase, además de todo eso, añade otra cualidad superior que nos eleva y nos ofrece una gran posibilidad: hacer el bien a los demás olvidándonos, incluso, de nosotros mismos.
Ana, con su silla de ruedas, acude cada día en ayuda de otros seres humanos que se esfuerzan en luchar contra los reveses de la vida.
Ella entiende bien muchas cosas y dedica parte de su tiempo a ofrecer charlas a estudiantes -también a familias y a profesores- a través de un proyecto que se llama “Merece la pena”. Y la merece: tiene el empeño de ayudarnos a educar en lo que se denomina “resiliencia”.
Ana es orientadora del departamento de Educación, entre otras facetas. Y junto a Elena (profesional del ámbito sanitario), se ha embarcado en este magnífico propósito: ofrecer su ayuda para que nuestros alumnos sepan, en un momento dado, cómo afrontar adecuadamente los reveses de la vida. Más si cabe: salir fortalecidos de estas experiencias.
Os animo a que visitéis su web (diseñada por otra Anna -ésta, alumna de la Universidad de Navarra-). Si su contenido os interesa, estarán encantadas de que las contactéis.
Si eso sucede, comprobaréis que Ana es una explosión de generosidad, de alegría; la mejor definición de “resiliencia”. Su expresión hace que su testimonio sea especialmente valioso… “La palabra convence, pero el ejemplo arrastra”.
En “Merece la pena” ponen más de un granito de arena para ayudar a construir un mundo mejor. Tienen muy interiorizada (entre otras) una cita de R. Tagore que aparece en su web: “Dormía y soñaba que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio. Serví y vi que el servicio era alegría.” Y así van por la vida…
La presencia de Ana en un centro educativo es un refuerzo para quienes comparten con ella ese rato. Un rato en el que chavales y mayores tienen la oportunidad de ser especialmente conscientes de las cosas que de verdad importan en la vida.
“Todas las personas -nos dicen- tenemos problemas o sufrimos por diversas circunstancias. Algunas llegan a creer que en ellas no hay nada valioso, e incluso llegan a sentir hostilidad hacia quien quiere mostrarles todas sus capacidades; están aferradas a una manera de pensar, sentir y actuar, que les limita y no les deja ver lo que realmente podrían llegar a hacer, ni les deja ser conscientes de quiénes son realmente”.
No es su caso. Cuando conozcáis a Ana os daréis cuenta de qué verdad es eso de que la vida puede poner obstáculos, pero los límites te los pones tú…
Lo decía Gandhi, y decía bien: “la vida es como un espejo; si sonrío, el espejo me devuelve la sonrisa. La actitud que tome frente a la vida es la misma que la vida tomará ante mí”.
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