1 de febrero.

Cerdos de Gerasa s. XIX

Cerdos de Gerasa s. XIX

LUNES DE LA SEMANA 4ª DEL TIEMPO ORDINARIO

Lectura del segundo libro de Samuel 15,13-14.30;16,5-13ª

En aquellos días, uno llevó esta noticia a David: “Los israelitas se han puesto de parte de Absalón.” Entonces David dijo a los cortesanos que estaban con él en Jerusalén: “¡Ea, huyamos! Que, si se presenta Absalón, no nos dejará escapar. Salgamos a toda prisa, no sea que él se adelante, nos alcance y precipite la ruina sobre nosotros, y pase a cuchillo la población.” David subió la Cuesta de los Olivos; la subió llorando, la cabeza cubierta y los pies descalzos. Y todos sus compañeros llevaban cubierta la cabeza y subían llorando. Al llegar el rey David a Bajurín, salió de allí uno de la familia de Saúl, llamado Semeí, hijo de Guerá, insultándolo según venía. Y empezó a tirar piedras a David y a sus cortesanos -toda la gente y los militares iban a derecha e izquierda del rey-, y le maldecía: “¡Vete, vete, asesino, canalla! El Señor te paga la matanza de la familia de Saúl, cuyo trono has usurpado. El Señor ha entregado el reino a tu hijo Absalón, mientras tú has caído en desgracia, porque eres un asesino.”
Abisay, hijo de Seruyá, dijo al rey: “Ese perro muerto, ¿se pone a maldecir a mi señor? ¡Déjame ir allá, y le corto la cabeza!” Pero el rey dijo: “¡No os metáis en mis asuntos, hijos de Seruyá! Déjale que maldiga, que, si el Señor le ha mandado que maldiga a David, ¿quién va a pedirle cuentas?” Luego dijo David a Abisay y a todos sus cortesanos: “Ya veis. Un hijo mío, salido de mis entrañas, intenta matarme, ¡y os extraña ese benjaminita! Dejadlo que me maldiga, porque se lo ha mandado el Señor. Quizás el Señor se fije en mi humillación y me pague con bendiciones estas maldiciones de hoy.” David y los suyos siguieron su camino.

Sal 3,2-3.4-5.6-7 R/. Levántate, Señor, sálvame

Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
“Ya no lo protege Dios.” R.

Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito, invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo. R.

Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos 5,1-20

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago, en la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello: “¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes.” Porque Jesús le estaba diciendo: “Espíritu inmundo, sal de este hombre.” Jesús le preguntó: “¿Cómo te llamas?” Él respondió: “Me llamo Legión, porque somos muchos.” Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte. Los espíritus le rogaron: “Déjanos ir y meternos en los cerdos.” Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago. Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en los cortijos. Y la gente fue a ver qué había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país.
Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: “Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia.” El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.

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1. (año II) 2 Samuel 15,13-14.30; 16,5-13

a) La historia de David se ensombrece. En el reino del Norte le siguen considerando un «usurpador» en contra de la familia de Saúl. Su propio hijo Absalón -quizá por haberse visto postergado por Salomón, el hijo de Betsabé-, se rebela contra su padre y se hace coronar rey, siguiéndole gran parte del pueblo.

La escena es dramática. David descalzo, la cabeza cubierta, subiendo entre lágrimas por la cuesta de los Olivos, huyendo de su hijo para evitar más derramamiento de sangre. Soportando humildemente las maldiciones de Semeí, uno de los seguidores de la dinastía de Saúl, que aprovecha la ocasión para desahogarse y soltar en cara a David todos los agravios que lleva archivados contra él.

Estos libros históricos interpretan siempre las desgracias y fracasos como consecuencia del pecado. Los fallos se pagan pronto o tarde. Ahora David se siente rodeado de enemigos -como expresa el salmo- pero él a su vez había sido protagonista activo de intrigas y violencias en años anteriores. El libro no ahorra, al hablar de grandes hombres como David, el relato de sus debilidades.

b) La patética figura de David nos recuerda, precisamente en el Huerto de los Olivos, la de Jesús en los momentos dramáticos de su crisis ante la muerte. También él con lágrimas, abatimiento y sudor de sangre, tuvo que soportar el abandono o incluso la traición o la negación de los suyos. Esta vez con absoluta injusticia, porque en él sí que no había habido engaño ni malicia.

Podemos vernos interpelados también nosotros. ¿Sabemos reconocer nuestras debilidades y culpas, aceptando humildemente las críticas que nos puedan venir, aunque nos duelan? Nuestras pequeñas o grandes ambiciones, ¿no nos han llevado alguna vez a injusticias y hasta violencias, pasando por encima de los derechos de los demás? No habremos matado a nadie, pero sí tal vez hemos despreciado a otros, o utilizado medios inconfesables para conseguir algo. Y puede ser que alguna vez tengamos que pagar las consecuencias.

Sería bueno que hiciéramos con frecuencia una valiente autocrítica de nuestras actuaciones. Cuando hacemos examen de conciencia y sobre todo cuando celebramos el sacramento de la Reconciliación. Entonces no nos extrañaríamos que otros también se hayan dado cuenta de nuestros fallos y nos lo hagan notar. La grandeza de una persona, como aquí la de David, se ve sobre todo en el modo de reaccionar ante las adversidades y la contradicción. Lo que nunca hemos de perder es la confianza en Dios y la ilusión por el futuro. También a través de los fracasos humanos, y del pecado, sigue escribiendo Dios su historia de salvación y nos va ayudando a madurar.

2. Marcos 5,1-20

a) Es pintoresco y sorprendente el episodio que hoy nos cuenta Marcos, con el endemoniado de Gerasa. Se acumulan los detalles que simbolizan el poder del mal: en tierra extranjera, un enfermo poseído por el demonio, que habita entre tumbas, y el destino de la legión de demonios a los cerdos, los animales inmundos por excelencia para los judíos.

Seguramente quiere subrayar que Jesús es el dominador del mal o del maligno. En su primer encuentro con paganos -abandona la tierra propia y se aventura al extranjero en una actitud misionera- Jesús libera al hombre de sus males corporales y anímicos. Parece menos importante el curioso final de la piara de cerdos y la consiguiente petición de los campesinos de que abandone sus tierras este profeta que hace cosas tan extrañas.

Probablemente el pueblo atribuyó a Jesús, o mejor a los demonios expulsados por Jesús, la pérdida de la piara de cerdos que que significaba una pérdida de dinero.

b) La Iglesia ha sido encargada de continuar este poder liberador, la lucha y la victoria contra todo mal. Para eso anuncia la Buena Nueva y celebra los sacramentos, que nos comunican la vida de Cristo y nos reconcilian con Dios. A veces esto lo tiene que hacer en terreno extraño: con valentía misionera, adentrándose entre los paganos, como Jesús, o dirigiéndose a los neopaganos del mundo de hoy. También con los marginados, a los que Jesús no tenía ningún reparo en acercarse y tratar, para transmitirles su esperanza y su salvación. Después del encuentro con Jesús, el energúmeno de Gerasa quedó «sentado, vestido y en su juicio».

Todos necesitamos ser liberados de la legión de malas tendencias que experimentamos: orgullo, sensualidad, ambición, envidia, egoísmo, violencia, intolerancia, avaricia, miedo.

Jesús quiere liberarnos de todo mal que nos aflige, si le dejamos. ¿De veras queremos ser salvados? ¿decimos con seriedad la petición: «líbranos del mal»? ¿o tal vez preferimos no entrar en profundidades y le pedimos a Jesús que pase de largo en nuestra vida?

En Gerasa los demonios le obedecieron, como le obedecían las fuerzas de la naturaleza. Pero los habitantes del país, por intereses económicos, le pidieron que se marchara. El único que puede resistirse a Cristo es siempre la persona humana, con su libertad. ¿Nos resistimos nosotros, o nos dejamos liberar de nuestros demonios?

Vemos también como el hombre liberado quería seguir a Jesús, pero él lo hace apóstoles de su familia y de los suyos, testigo de la misericordia que Dios ha tenido con él.


07:48
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