Lo del obispo de Mallorca, Javier Salinas, intercambiando un anillo con su secretaria, y llevarlo en el mismo dedo, al lado del anillo episcopal, no es un problema principalmente de castidad o no, es problema de supina memez. Algunas veces, tampoco tantas, saltan casos de curas, frailes u obispos a los que se ha pescado en actitud poco edificante en temas de sexto mandamiento. Pues bien, en la mayoría de los casos lo que en realidad encuentras es un problema de falta de sentido común.
Uno, que lleva años de cura y horas de confesionario, sabe mucho de debilidades. A estas alturas pocas cosas creo me escandalicen en miserias humanas. Puedo comprender una tentación, la caída, un difícil propósito de la enmienda. Pero todo eso es superable con la gracia de Dios, la fuerza de voluntad y un buen acompañamiento espiritual.
Lo que no tiene solución es la falta de sentido común de la que hacen gala algunas personas. Por ejemplo, lo de Salinas, los anillos y llevar el anillo de la otra junto al anillo episcopal. Si a mí me dicen que un sacerdote ha tenido una tentación o una caída en un pecado de homosexualidad, me parecerá algo triste. Si lo que me dicen es que lo han encontrado en un bar de ambiente o un videoclub en Chueca, entonces más que lujurioso es tonto, y para eso no hay remedio.
Que un obispo caiga en la tentación de la carne con señora, está muy mal. Que decida largarse con ella a un hotel de cinco estrellas y compartir alegre y públicamente piscina, bar y copas, entra en el capítulo de la estulticia. Un obispo, un cura, un lo que sea memo, no tiene arreglo.
No. No estoy justificando para nada el pecado. Pero sí me permito decir que no puedo comprender cómo puede haber tanto imprudente y memo por esos mundos de Dios. Si un sacerdote mantiene una amistad particular con otro señor, él sabrá y con su confesor lo supere. Pero si el señor particular asiste a todas las misas del sacerdote en el primer banco, y poniendo ojitos de cordero degollado, alguna neurona ha trastocado su correcto proceder.
Ya se sabe. Lo de ser casto, y si no, al menos, cauto, cosa que, por ejemplo, el obispo Salinas no ha sabido hacer. No sé qué harán en Roma con este caso ni el tipo de misericordia que van a aplicar. Lo que sí creo es que alguien que cae en tamaña sandez, no está capacitado para gobernar una diócesis como obispo.
Nadie estamos libres de una tentación o una caida, y que Dios nos proteja para que no nos suceda. No doy un duro por nadie, ni por mí mismo, porque si seguimos adelante es por pura misericordia de Dios, no por nuestras fuerzas. Dicho esto, si un día alguien les dice que si un servidor parece que en sexto ha tenido un patinazo, creánselo o no. Pero si lo que escuchan es que me han visto en actitud muy comprometida con alguien por las calles de la parroquia, definitivamente digan que no, o que he perdido del todo la cabeza. En ese caso, tengan la misericordia de ingresarme en sitio seguro.
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