“Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios”. (Jn 1,1-18)
Terminamos el año con el mismo Evangelio de La Navidad. “La Palabra se hizo carne”.
Me parece un Evangelio muy apropiado para el día:
Mientras el año 2015 está en agonía, prácticamente ya le hemos dado la unción de enfermos, y se nos irá esta noche:
Nadie va a hacer luto por él.
Nadie asistirá a su velatorio.
Todos lo celebraremos con la juerga que todos conocemos.
El Evangelio nos habla de “nacer”: “Estos han nacido de Dios”.
Primero una mala noticia: “Vino a su casa, y los suyos no la recibieron”.
¿Estarían todos de juerga?
Pero luego, la maravillosa noticia: “Los que la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos han nacido de Dios”.
¿Por qué hablar tanto de la muerte?
Si nos pasamos la vida “naciendo”.
Primero nacimos “en el corazón y el pensamiento de Dios”.
Nos parecemos a la Palabra: “En el principio ya existía la Palabra”.
Nos parecemos a Jesús que, antes de encarnarse “ya existía en el Padre”.
En segundo lugar, “nacimos como brotes en la vida de nuestros padres”.
En tercer lugar, “nacimos creyendo en la Palabra encarnada”.
Y seguimos naciendo cada día.
Porque cada día, es un nuevo amanecer.
Porque cada día, nos abrimos a la Palabra.
Porque cada día, “la recibimos en nuestra casa”.
Por tanto, terminamos el Año Viejo:
No hablando de muerte.
Sino abiertos a la vida.
Y no una vida cualquiera: No es la vida que “nace de la carne, ni del amor humano”, que es perecedera, sino de la vida misma de Dios.
Muchos celebrarán esta noche “la muerte del año que se nos va”.
Nosotros celebraremos la nueva vida que nos viene de la fe en el Niño recién nacido.
Serán alegrías distintas.
Unos, se alegrarán por la gran cena de Nochevieja, acompañada de su “bailetón” hasta la madrugada y el “caldito caliente” para comenzar el nuevo día.
Otros, nos alegraremos celebrando el nuevo Nacimiento de Jesús en nuestras Misas, actualizando nuestra fe en El.
Nos alegraremos sí del “Año Nuevo”.
Pero nos alegraremos mucho más de “sentirnos a nosotros mismos nuevos, nuevos hijos de Dios”.
Esa es nuestra verdadera novedad.
A todos los que “lo habéis reconocido”: ¡Felicidades!
A todos los que “lo habéis recibido en vuestra casa”: ¡Felicidades!
A todos los que habéis “renacido como hijos de Dios”: ¡Felicidades!
Y que el Nuevo Año, que estamos a punto de comenzar, signifique para nosotros:
Un seguir reconociéndolo cada día.
Un seguir abriéndole las puertas de nuestro corazón,
Un seguir disfrutando de nuestra condición de hijos de Dios.
La alegría de la Nochevieja durará unas horas.
La alegría de nuestro nacimiento como “hijos de Dios” durará todo el año y todos los años.
¡Feliz Nochevieja a todos!
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo C, Navidad
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