Miércoles 30 de Diciembre de 2015
Día 6º dentro de la Octava de Navidad
Blanco
Antífona de entrada cf. Sab 18,14-15
Cuando un silencio profundo envolvía toda la tierra y la noche se encontraba a mitad de su camino, tu Palabra omnipotente, Señor, desde su morada real descendió del cielo.
Oración colecta
Concédenos, Dios todopoderoso, que el nuevo nacimiento de tu Hijo unigénito en nuestra carne nos libre de la opresión con que nos domina la antigua esclavitud del pecado. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Acepta con bondad, Señor, las ofrendas de tu pueblo y, por medio de este sacramento celestial, haz que se haga vida en nosotros cuanto proclamamos por la fe. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Jn 1, 16
De su plenitud, todos nosotros hemos participado, y hemos recibido gracia sobre gracia.
Oración después de la comunión
Señor Dios, que sales a nuestro encuentro en la participación de la Eucaristía, obra en nuestros corazones su poderosa eficacia, para que, al recibirla, nos hagamos cada día más dignos del don que nos haces. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura 1Jn 2, 12-17
Lectura de la Primera carta de san Juan.
Hijos, les escribo porque sus pecados han sido perdonados por el nombre de Jesús. Padres, les escribo porque ustedes conocen al que existe desde el principio. Jóvenes, les escribo porque ustedes han vencido al Maligno. Hijos, les he escrito porque ustedes conocen al Padre. Padres, les he escrito porque ustedes conocen al que existe desde el principio. Jóvenes, les he escrito porque son fuertes, y la Palabra de Dios permanece en ustedes, y ustedes han vencido al Maligno. No amen al mundo ni las cosas mundanas. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo -los deseos de la carne, la codicia de los ojos y la ostentación de riqueza- no viene del Padre, sino del mundo. Pero el mundo pasa, y con él, sus deseos. En cambio, el que cumple la voluntad de Dios permanece eternamente.
Palabra de Dios.
Comentario
Cuando la carta usa el término “mundo”, se refiere a la realidad sin Dios, a las cosas mundanas. Es en esta realidad concreta donde es necesario que demos nuestro testimonio. Rechazando la concupiscencia, la violencia y el egoísmo, queremos hacer presente el amor de Dios en el mundo.
Sal 95, 7-10
R. ¡Alégrese el cielo y exulte la tierra!
Aclamen al Señor, familias de los pueblos, aclamen la gloria y el poder del Señor; aclamen la gloria del nombre del Señor. R.
Entren en sus atrios trayendo una ofrenda; adoren al Señor al manifestarse su santidad: ¡que toda la tierra tiemble ante él! R.
Digan entre las naciones: “¡El Señor reina! El mundo está firme y no vacilará. El Señor juzgará a los pueblos con rectitud”. R.
Aleluya
Aleluya. Nos ha amanecido un día sagrado; vengan, naciones, adoren al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra. Aleluya.
Evangelio Lc 2, 22. 36-40
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
Palabra del Señor.
Comentario
Simeón y Ana son dos ancianos. Ambos representan a la humanidad desde sus comienzos. A esta humanidad tantas veces desalentada y desesperanzada, Dios le da una señal de su amor: aparece en este bebé que llega al Templo. En ese lugar donde los creyentes acudían “para ver a Dios en Sión”, Dios se hizo visible en la fragilidad de un niño.
Oración preparatoria
Ven, Espíritu Santo, que esta oración me fortalezca para evitar actitudes de indolencia, desidia o pereza y me ayude a comprender el valor del tiempo. Te ofrezco esmerarme por saber aprovechar cada minuto de mi vida para darte gloria, sirviendo con alegría y mucho amor a los demás; con tu gracia, sé que lo voy a lograr.
Petición
Cristo, dame la gracia de sentir el apremio por hacer rendir al máximo el tiempo que Dios me concede.
Meditación
Hoy, José y María acaban de celebrar el rito de la presentación del primogénito, Jesús, en el Templo de Jerusalén. María y José no se ahorran nada para cumplir con detalle todo lo que la Ley prescribe, porque cumplir aquello que Dios quiere es signo de fidelidad, de amor a Dios.
Desde que su hijo —e Hijo de Dios— ha nacido, José y María experimentan maravilla tras maravilla: los pastores, los magos de Oriente, ángeles… No solamente acontecimientos extraordinarios exteriores, sino también interiores, en el corazón de las personas que tienen algún contacto con este Niño.
Hoy aparece Ana, una señora mayor, viuda, que en un momento determinado tomó la decisión de dedicar toda su vida al Señor, con ayunos y oración. No nos equivocamos si decimos que esta mujer era una de las “vírgenes prudentes” de la parábola del Señor (cf. Mt 25,1-13): siempre velando fielmente en todo aquello que le parece que es la voluntad de Dios. Y está claro: cuando llega el momento, el Señor la encuentra a punto. Todo el tiempo que ha dedicado al Señor, aquel Niño se lo recompensa con creces. —¡Preguntadle, preguntadle a Ana si ha valido la pena tanta oración y tanto ayuno, tanta generosidad!
Dice el texto que «alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén» (Lc 2,38). La alegría se transforma en apostolado decidido: ella es el motivo y la raíz. El Señor es inmensamente generoso con los que son generosos con Él.
Jesús, Dios Encarnado, vive la vida de familia en Nazaret, como todas las familias: crecer, trabajar, aprender, rezar, jugar… ¡“Santa cotidianeidad”, bendita rutina donde crecen y se fortalecen casi sin darse cuenta la almas de los hombres de Dios! ¡Cuán importantes son las cosas pequeñas de cada día!
Es esa la mayor riqueza que la vida en familia encierra. Sorprende, con qué eficacia se va trasmitiendo, casi irradiando hacia los demás. Quizá por eso la profetiza Ana se sintió atraída hacia esta familia. Es hermoso pensar que la Virgen María en persona le habrá contado a San Lucas todos estos detalles acerca de la niñez de Jesús. ¿Quién más lo podría haber hecho?
Propósito
Al presentarse un conflicto, seré el primero en ofrecer una disculpa o proponer una solución para construir la unidad, en mi casa o lugar de trabajo.
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