“En el mundo estaba.
y el mundo fue hecho por ella,
y el mundo no la conoció”. (Jn 1, 10)
– ¿Tan difícil es reconocer a Dios? Conocemos a todo el barrio. Y hasta somos capaces de sabernos de memoria todas las generaciones de cada uno.
– Viene Dios al mundo, basta que se haga hombre y la cosa se complica. Todos le reconocemos como Dios, mientras siga siendo Dios. Pero cuando a Dios se le ocurre hacerse hombre ya la cosa es diferente. Entonces ya no le conocemos.
– ¿Será que nos empeñamos en reconocer solo a Dios en su divinidad?
– ¿Será que mientras está un poco lejos nos preocupa menos?
– ¿Será que a Dios preferimos tenerlo a distancia para que no nos complique demasiado la vida?
– ¿Te imaginas que Dios te dijese que no te conoce a ti? ¿Te imaginas que Dios dejase de conocerte precisamente:
– porque te pareces demasiado a Él?
– porque te quiere ver solo como hombre?
– porque te quiere ver hombre y nada más?
– Dios sí me conoce. Por mi nombre. Por mi apellido. Por lo que soy y lo que puedo ser. Me conoce por dentro y por fuera. Y cuanto más me parezca a Él, más me conoce. ¿No debiéramos sentirnos felices de que Dios se nos parezca tanto que es idéntico a nosotros? ¿No nos debiera ilusionar el que Dios nos quiere tan idénticos a Él como Él es idéntico a nosotros?
Mi preocupación hoy puede ser:
– ¿cómo reconozco hoy a Dios – hombre en los hombres?
– ¿qué hago yo hoy para parecerme un poco más a Dios?
Clemente Sobrado C.P.
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