Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Viernes de la 31 a. Semana – Ciclo B

“Dijo Jesús a sus discípulos: “Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la noticia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido”. (Lc 16,1-8)

Una parábola que expresa posiblemente la experiencia de lo que veía cada día Jesús.
Y una parábola de lo que ve cada día Jesús en nuestras vidas.
El problema de la fidelidad.
Eso de llevar doble contabilidad parece que no es nada nuevo.

Todo lo que tenemos y todo lo que somos no es nuestro.
Nosotros somos “administradores de Dios”.
Dios se ha fiado de nosotros y nos regala cada día infinidad de dones.
No para que los hagamos nuestros, sino para que los administremos.
Se fía de nuestras “fidelidades”.
Pero también él se corre el riesgo de que “los derrochemos”, los malgastemos.
Quien derecha los bienes del otro no vive de lo suyo, sino de lo ajeno.
Quien administra mal y “derrocha los bienes de su amo” vive del robo.

A la confianza que Dios deposita en nosotros debemos tener la respuesta de la fidelidad.
Fidelidad que es honestidad.
Fidelidad que es honradez.
Fidelidad que es responder a la confianza del otro.

Ser fieles a nuestro bautismo:
Es vivir el bautismo y no del bautismo.
Es vivir como bautizados y no como simples registrados en el libro parroquial.

Se fieles a nuestro matrimonio:
Hablamos mucho de la fidelidad matrimonial.
Pero casi siempre nos referimos a no sacar los pies del plato.
A no vivir de sucursales.
Y eso es fundamental.

Pero hay otra fidelidad de la que no solemos hablar tanto.
Es la fidelidad a vivir el sentido del matrimonio.
Es la fidelidad a vivir la verdad del matrimonio.
Es vivir el sentido del matrimonio que “descubrimos en nuestra fe”.
Porque se puede seguir juntos, pero con el corazón dividido.
Porque se puede vivir en casa, y el corazón estar fuera.
Se puede ser pareja pero no esposos.
Se pueden guardar la apariencia, y por dentro estar vacíos.
La fidelidad al matrimonio es vivir “la alianza de Dios con el hombre”.
La fidelidad al matrimonio es amarnos como Jesús nos amó.

La fidelidad a mi consagración y sacerdocio:
Puedo seguir como sacerdote y no vivir sacerdotalmente.
Puedo celebrar misa todos los días y no vivir lo que celebro.
Puedo confesar todos los días y no vivir la verdad y la alegría del perdón.
E incluso puedo conservar las apariencias sacerdotales sin un corazón consagrado y sacerdotal.

Se puede utilizar el matrimonio y el sacerdocio como “tapadera”.
Pero “malgastándolos”.
También nosotros podemos llevar doble contabilidad matrimonial y sacerdotal.

Ser fiel es ser lo que somos.
Ser fiel es vivir el plan que Dios tiene sobre nosotros.

Señor, te has fiado de mí.
Me diste la vida. ¡Que la viva como tú esperas de mí!
Me regalas la filiación divina: ¡Qué viva como verdadero hijo tuyo!
Me regalaste el amor conyugal. ¡Que lo viva como tú mismo nos amas!
Me regalaste el sacerdocio: ¡Que viva lo que soy y celebro!
Señor, que no sea de los que vivo con doble contabilidad.

Clemente Sobrado C. P.


Archivado en: Ciclo B, Tiempo ordinario
22:56

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