EL UNDÉCIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO, 14 de junio de 2015
(Ezequiel 17:22-24; II Corintios 5:6-10; Marcos 4:26-34)
Vámonos a un jardín japonés. Inmediatamente nos daremos cuenta de la diferencia. No habrá árboles grandes. En su lugar algunos arbolitos no más grandes que arbustos se destacarán. En el evangelio hoy Jesús se aprovecha de una tal mata para describir el Reino de Dios.
Pregunta Jesús: “¿Con que comparemos el Reino…?” Evidentemente es algo completamente distinto que jamás se ha visto en el mundo. Entonces Jesús contesta su propio interrogante con una serie de imágenes. Dice que el Reino es como la semilla caída en tierra fértil que vale muchísimo para nosotros si nos lo acojamos. También dice que es como una lámpara que permite a nosotros caminantes por las tinieblas del mundo a llegar a Dios, nuestro destino. En el pasaje hoy Jesús compara el Reino de nuevo con una semilla. Pero esta vez es el modo en que crece que llama la atención. De manera misteriosa la semilla produce tallos, espigas, granos y fruto. En otras palabras el Reino nos recomienda atender con la paciencia el desarrollo de las virtudes que nos llevarán a hacer actos meritorios.
El Reino en sí misma es una imagen. Es una manera de hablar de la presencia de Dios. Otra palabra para su presencia es el cielo.Aún otro, es la Iglesia pero si usamos esta imagen tenemos que proceder con la precautela. Pues la Iglesia tiene una parte divina pero también una parte pecadora. En cuanto refleja la compasión para los sufridos, la fe de los pobres, y el empeño de aquellos que buscan sinceramente la justicia es de Dios. En cuanto muestra la arrogancia de los que piensan en sí mismos como mejores que los demás o la codicia de aquellos que sólo buscan modos de aprovecharse de la gente ella representa la humanidad caída.
Tal vez todos hayamos oído como el Papa Francisco ha comparado la Iglesia al hospital del campo atendiendo a los heridos de la vida. En esta línea ve la Iglesia también como una madre misericordiosa cuidando a sus hijos e hijas en el lodo y rocas en que el camino de la vida a veces se convierte. Dice un comentarista que el papa prefiere esta imagen, que utilizó san Cipriano en su disputa con el Novacianismo, un movimiento rigorista que vio la Iglesia como una virgen santa y pura. Según el experto el Papa Francisco quiere que la Iglesia sea herida, sucia, y lastimada. Pues sería prueba que ha estado en las calles con la gente. La alternativa que sea una Iglesia limpia, sana, y amurallada en sus estructuras no le interesa nada.
Percibimos un sentido de esta preferencia en la comparación de Jesús del Reino con el arbusto de mostaza. Interesantemente Jesús escoge la imagen del arbusto en lugar del gran cedro que ocupa el profeta Israel en la primera lectura. Para Jesús la porción del Reino que refleja la Iglesia es humilde pero fuerte de modo que todos que lleguen a sus puertas encontrarán el descanso en sus ramas.
¿Cómo nosotros hemos de pensar en la Iglesia? Algunos digan que es como un jet que escala a las alturas del cielo. Pero esta imagen parece elitista de modo que no permita a los humildes entrar. Otros querrán decir que la Iglesia es como un Corolla con que la persona puede contar para llegar a su destino. Pero también esta imagen falta porque es demasiado individualista. ¿Por qué no comparemos la Iglesia como un autobús? Allí se encuentran los pobres con toda la gama de problemas pero, al menos los que están aborde, intentos a ver a Dios. A los autobuses no les faltan los ricos ambos intentos a llegar a su destino y preocupados por sus compañeros. Allí se encuentran los choferes – los sacerdotes – que se conocen a sí mismos no como mejores que los viajeros sino sus servidores. Llegará esta tripulación felizmente al Reino por el largo caminar cuidando a uno y otro. Llegará al Reino cuidando a uno y otro.
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