“Al ver el gentío, subió a la montaña, se sentó y se acercaron los discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: “Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. (Mt 5,1-12)
El Decálogo de la Antigua Alianza eran mandamientos de los que había que hacer.
Las Ocho Bienaventuranzas son ocho actitudes, ocho disposiciones, ocho cambios del corazón.
No es la pobreza la que hace a uno feliz.
Lo que hace feliz al hombre es un corazón pobre.
Un corazón que siempre tiene más que lo que necesita.
Rico no es tanto el que tiene mucho.
Sino el que siempre aspira a tener más que lo que tiene.
Por eso, el corazón del pobre siempre vive tranquilo y satisfecho.
Mientras que el corazón del rico siempre vive ansioso de tener más.
Nunca está satisfecho, siempre le queda un vacío que llenar.
En un mundo donde el hambre mata a tanta gente resulta chocante poner la pobreza como principio de felicidad.
Y sin embargo, en un mundo hambriento, tal vez el espíritu de pobreza es el único camino para que todos tengan lo suficiente.
Porque un corazón pobre:
No acapara lo que es de los demás.
No vive para tener y amontonar.
Sino que vive desprendido.
Vive libre y deja que la riqueza se reparta mejor.
Vive libre para compartir de lo suyo.
No es la alegría del “tener más” sino del “repartir y compartir más”
Tener hambre y sed de justicia es:
Sentir la alegría de hacer algo para que haya menos injusticia.
Sentir la alegría de luchar para que haya más justicia en el mundo.
Sentir la alegría de luchar para que todos tengan lo necesario.
Sentir la alegría de luchar para que todo puedan vivir una vida humanamente digna.
Ser feliz trabajando por la paz:
Le felicidad de construir la paz en el hogar.
La felicidad de dar la mano al prójimo en vez de herirlo.
La felicidad de evitar las enemistades entre los hombres.
La felicidad de ver que todos pueden sonreírse los unos a los otros.
La felicidad de que todos pueden compartir juntos la misma amistad.
La felicidad de que todos pueden convivir juntos en el amor.
La felicidad de no escuchar el ruido de las armas.
La felicidad de saber que las armas son ya inútiles.
La felicidad de saber que todos nos sentimos una misma familia.
Ser feliz cuando hablen mal de uno:
Porque no tengo sentimientos de venganza.
Porque no tengo sentimiento de sacar al aire sus trapitos.
Porque siento la alegría de hablar bien del otro.
Porque siento la alegría de dar a conocer lo bueno de los demás.
Por eso las bienaventuranzas:
Son actitudes de bondad.
Son actitudes de generosidad.
Son actitudes de un corazón limpio.
Son actitudes de un corazón dispuesto a sacrificarlo todo.
Son actitudes de apertura del corazón a todos sin excluir a nadie.
Son actitudes de valorar a los demás más que a uno mismo.
Las bienaventuranzas son la experiencia gozosa de los dones del Espíritu Santo en nuestro corazón.
Son un sentir los mimos sentimiento de Jesús.
Son un sentir los mismos sentimientos del Padre.
Clemente Sobrado C. P.
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