Laudato Si': No es “verde”, es encíclica social

Del Vatican Insider

Una encíclica social, no “verde”. El mismo Papa aclaró cómo considera él a “Laudato Si’, sobre el cuidado de la casa común”. Mientras en el Aula Nueva del Sínodo del Vaticano se presentaba oficialmente el documento pontificio, Francisco cumplió una visita privada a diversos organismos de la Curia Romana. Y a los trabajadores del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales les hizo una aclaración para nada superficial: Porque su texto articula, casi de manera magistral, decenas de documentos de Papas y   obispos del  mundo.

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“El Papa Francisco nos ha dicho que su encíclica no es verde sino una encíclica social”, escribió –la mañana de este jueves 18 de junio- Ariel Beramendi, uno de los oficiales de ese consejo, en su cuenta de la red social Twitter. Acompañó su mensaje con una fotografía de Bergoglio en su visita.

Ya el miércoles, durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro, el líder católico había precisado que su escrito “se coloca en la línea de la doctrina social de la Iglesia”. De hecho, el documento parte de importantes discursos y encíclicas de sus predecesores pero, al mismo tiempo, representa una sensible novedad: Aborda la preocupante situación del desastre ambiental con crudo realismo, identifica las causas últimas y las pone en contexto.

En resumen: “Todo está interconectado”, “la degradación ambiental va aparejada a una crisis social” y “nadie puede decirse ajeno o indiferente” al problema ecológico. Una visión de conjunto aguda y provocadora, porque afecta no sólo a quienes contaminan efectivamente la naturaleza sino a toda la humanidad, que se encuentra ante una angustiosa encrucijada: Necesita con urgencia modificar un sistema de “superdesarrollo derrochador y consumista”.

Y este cambio debe comenzar por una nueva mirada sobre el hombre y todo lo que le rodea. Una reforma de los corazones, de gran envergadura e impacto. Un proceso que debería manifestarse, sobre todo, en el modelo económico actual. Porque “ya se han rebasado ciertos límites máximos de explotación del planeta”, sin que se haya resuelto el problema de la pobreza y la desigualdad.

“Debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, (el ser humano) corre el riesgo de destruirla y de ser, a su vez víctima, de esta degradación”. Esa frase, sí, pertenece al Papa pero no a Francisco. La pronunció Pablo VI en el lejano 1971 (Carta apostólica “Octogésima adveniens”). Ya ese mismo pontífice había constatado, un año antes, la “urgencia y la necesidad de un cambio radical en el comporta miento de la humanidad”.

Una preocupación que manifestó su sucesor, Juan Pablo II, en numerosas ocasiones. Él mismo convocó a una “conversión ecológica global” y pidió “salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ecología humana”. En su aportación, Francisco retomó ese concepto y fue más allá, amplió los horizontes y las implicaciones de aquella “ecología humana”. Tomó distancia de quienes usan el cambio climático como excusa para imponer políticas de “salud reproductiva” y el aborto en los países emergentes. Y criticó a los movimientos ecologistas que defienden el ambiente por un lado, y apoyan la experimentación con embriones por otro.

Ya en su carta encíclica “Centesimus annus” (1991), Karol Wojtyla estableció la urgencia de modificar en manera sustancial “los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad”. No por casualidad, Bergoglio recuperó esas consideraciones al inicio de Laudato Si’. También evocó el llamado de Benedicto XVI a “eliminar las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente” (Discurso al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, 8 de enero de 2007).

Pero Francisco no se quedó únicamente en lo aportado por sus predecesores, echó mano a otros  múltiples textos: Desde le Catecismo de la Iglesia Católica y el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia hasta el Documento de Aparecida del Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.

También incluyó citas del Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes) y de comunicaciones realizadas por las conferencias episcopales del Asia, del Sur de África, de Filipinas, Alemania, Canadá, Japón, Brasil, Argentina, Bolivia, México, Australia, República Dominicana, Paraguay, y Nueva Zelanda.

En un gesto de deferencia con los obispos de todo el mundo, el pasado 16 de junio el Papa mandó la encíclica a cada uno con una nota de puño y letra que decía: “Querido hermano. En el vínculo de la unidad y de la paz que vivimos como obispos, te envío mi carta Laudato Si’ sobre el cuidado de nuestra casa común, acompañado por mi bendición. Unido en el señor y por favor no te olvides de rezar por mí”.

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