En el retiro arciprestal hemos reflexionado, orado, festejado y planificado sobre el sacramento del Bautismo, que abre las puertas de la iglesia y de la vida cristiana.
Han salido también a relucir problemas pastorales, pero, por encima de todo, pienso que, al menos a mí, me ha quedado: -que es lo más grande que hacemos los sacerdotes y -que merece la pena cuidarlo, -promoverlo, -prepararlo, -apreciarlo y -gozarlo.
¿Qué quienes lo piden para sus hijos no son perfectos? ¿Acaso lo somos quienes lo administramos? ¡Menos broncas y más entusiasmo!
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