Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Miércoles de la 31 a. Semana – Ciclo A

“Si alguno viene a mí y no me ama más que a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío. ¿Quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si puede terminarla?” (Lc 14,25-33)



Dos retos y desafíos.

Y una toma de conciencia sobre el compromiso.


Seguir a Jesús no es hacer una experiencia.

Seguir a Jesús no es “hasta que me vaya bien”.

Seguir a Jesús no es “no es jugar al escondite”.


Seguir a Jesús:

Es definirnos de verdad.

Es definir a Jesús como el centro y sentido de nuestra vida.

Es amar a Jesús y a Dios por encima de todas las cosas.

Es cumplir el primero de los mandamientos:

“Amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente, con todo nuestro ser”.


Seguir a Jesús es amarle en plenitud.

No significa dejar de amar a nuestros padres, esposos, hijos y hermanos.

Significa que seguir a Jesús es “amarle más”.

Incluso es amarle más que a nosotros.

“Nadie ama más al amigo que el que entrega su vida por él”.

Seguir a Jesús no es dejar de amar a nadie.

Es saber definir prioridades.

No cree el que sabe que Dios existe.

Amar es preguntarnos qué lugar ocupa Dios en nuestras vidas.


Sé que tenemos muchas cosas que hacer.

Pero no podemos dejar a Dios para la última hora.

Pero no podemos dejar a Dios por nuestras ocupaciones.

Tenemos muchas cosas que hacer, pero también podemos dejar de hacer muchas y no pasa nada.

“No voy a Misa porque estoy muy ocupado”.

Lo que significa “voy a Misa si tengo tiempo”.

“No voy a Misa porque me ha venido una visita”.

¿Es que a Dios le damos el tiempo que nos sobra?

Me caso “mientras me siento bien contigo”.

Me ordeno sacerdote, “mientras siento llamear y arder la llamada”.


No tomaremos decisiones sin pensarlas con seriedad.

Con Dios no podemos tomar decisiones a medias.

Con Dios no podemos tomar decisiones condicionadas.

Con Dios no podemos jugar.

Dios es demasiado serio para que nosotros andemos jugando.

A Dios tenemos que amarle con la misma seriedad con la que él nos ama.

A Dios tenemos que tomarlo con la misma seriedad con él se compromete con nosotros.

Dios nos ama “hasta el extremo”.

Dios nos ama “hasta entregar a su Hijo en la Cruz”.


No podemos jugar a bautizados.

No podemos jugar a confirmados.

No podemos jugar a bodas y esposos.

No podemos jugara a consagrados.

“El que me sigue y mira atrás, no vale para el Reino de los cielos”.

No podemos bautizarnos y miramos hacia atrás.

No podemos basarnos y miramos a solteros.

No podemos consagrarnos y mirados a seglares.


Con Dios nos la jugamos enteros.

Con Dios nos la jugamos lo que somos y lo que tenemos.

Con Dios no la jugamos a medias verdades.

Dios se la jugó entero has la muerte.

Seguirle es jugarnos hasta se fieles hasta la muerte.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo A, Tiempo ordinario Tagged: compromiso, cruz, renuncia, seguimiento, vocacion
21:05

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