Cuánto mejor sería para España si la telefonía (fija, móvil e Internet), las gasolineras, la distribución del gas y el sistema eléctrico estuvieran en manos del Estado.
Son campos donde no es posible que exista una verdadera competencia. Con el sistema actual privado, los consumidores pagamos los costos, la propaganda y los enormes beneficios que van a parar a manos de unos pocos archimillonarios.
Si esos cuatro campos estuvieran en manos del Estado, las cosas se podrían organizar mucho mejor con menor coste. Y los beneficios redundarían en beneficio de la nación. Lo repito, en esos campos nunca podrá existir una verdadera competencia.
Pero no soy yo quien debe organizar este país. Ahora mismo si me ofrecieran una regencia como lo hicieron con el cardenal Cisneros, diría: Dejadme en paz. Quiero ser pobre como San José de Cupertino, o, al menos, como el Papa Francisco.
Aunque no sé, quizá al final me sintiera ligera, pero intensamente, tentado a ser una especie de cardenal Wolsey-Fort, pero me sentiría tentado sólo si fuese como Orson Wells en Un Hombre para la eternidad.
Fuera de bromas, yo siempre he tenido un gran talento para el mal. Lo que sucede es que trabajo para el lado de los buenos.
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