Creo en el Espíritu Santo... (V)


El Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Trinidad, junto al Padre y al Hijo, y dándose a nosotros nos introduce en la vida de Dios, en la Comunión de Amor.




Por el Espíritu Santo se nos comunica la vida y la redención; por el Espíritu Santo, somos santificados, divinizados; por el Espíritu Santo avanzamos en la comprensión del Misterio y de la Revelación; por el Espíritu Santo somos agraciados con distintos dones y carismas para el bien común; por el Espíritu Santo somos robustecidos para nuestro testimonio cristiano en el mundo; por el Espíritu Santo vamos configurándonos a Cristo y Cristo toma forma en nosotros.



El Espíritu Santo lleva nuestra vida cristiana a su plenitud, si somos dóciles a su acción y a sus mociones.


Creemos en el Espíritu Santo, profesamos nuestra fe en Él, lo pedimos insistentemente para que el Padre por su Hijo lo derrame desde el cielo.


Creo en el Espíritu Santo.


"n. 10. Creemos también en el Espíritu Santo, que procede del Padre, pero no es hijo; que permanece en el hijo, sin ser su padre; que recibe del hijo, pero no es hijo del hijo, sino Espíritu del Padre y del Hijo, Espíritu Santo y Dios también él.


En efecto, no tendría tal templo si no fuera Dios. Por eso dice el Apóstol: ¿No sabéis que vuestros cuerpos son el templo del Espíritu Santo en vosotros, espíritu que tenéis de Dios?


No son templo de una criatura, sino del creador. ¡Lejos de nosotros pensar que somos templo de una criatura, diciendo el Apóstol: El templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros!


En esta Trinidad, ninguna cosa es mayor o menor que otra, no existe ninguna separación en el obrar ni desemejanza en la sustancia. Un único Dios Padre, un único Dios Hijo y un único Dios Espíritu Santo. Pero el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres dioses, sino un solo Dios, de manera que el Padre no es el Hijo, ni el Hijo el Padre, ni el Espíritu Santo el Padre o el Hijo, sino que el Padre es Padre del Hijo, y el Hijo, hijo del Padre, y el Espíritu Santo, Espíritu del Padre y del Hijo.


Cada uno es Dios, y la misma Trinidad es un solo Dios.


Que esta fe empape vuestros corazones y dirija vuestra confesión. Cuando escuchéis el símbolo, creedlo para entenderlo, para que, a medida que progresáis, podáis comprender lo que creéis".


(S. Agustín, Serm. 214, n. 10).



18:08

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