Martes 21 de Agosto de 2018
San Pío X, papa
Memoria. Blanco.
Martirologio Romano: Memoria del papa san Pío X, que fue sucesivamente sacerdote con cargo parroquial, obispo de Mantua y después patriarca de Venecia. Finalmente, elegido Sumo Pontífice, adoptó una forma de gobierno dirigida a instaurar todas las cosas en Cristo, que llevó a cabo con sencillez de ánimo, pobreza y fortaleza, promoviendo entre los fieles la vida cristiana por la participación en la Eucaristía, la dignidad de la sagrada liturgia y la integridad de la doctrina.
Antífona de entrada
El Señor lo eligió como sumo sacerdote, y abriendo sus tesoros, lo colmó de bienes.
Oración colecta
Dios nuestro, que para defender la fe católica e instaurar todas las cosas en Cristo, colmaste de sabiduría divina y de fortaleza apostólica al papa san Pío X; concédenos que, siguiendo sus enseñanzas y ejemplos, alcancemos la recompensa eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Recibe con bondad, Señor, nuestras ofrendas y concédenos que, dóciles a las enseñanzas del papa san Pío X, celebremos con dignidad estos santos misterios y los recibamos con espíritu de fe. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Cf. Jn 21, 17
Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero.
Oración después de la comunión
Señor y Dios nuestro, al celebrar la fiesta de san Pío X te rogamos que, por la eficacia de esta eucaristía, seamos constantes en la fe y vivamos unidos en tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura Ez 28, 1-10
Lectura de la profecía de Ezequiel.
La palabra del Señor me llegó en estos términos: Hijo de hombre, di al príncipe de Tiro: Así habla el Señor: “Tu corazón se llenó de arrogancia y dijiste: ‘Yo soy un dios; estoy sentado en un trono divino, en el corazón de los mares’. ¡Tú, que eres un hombre y no un dios, te has considerado igual a un dios! Sí, eres más sabio que Daniel: ningún secreto te supera. Con tu sabiduría y tu inteligencia, te has hecho una fortuna, acumulaste oro y plata en tus tesoros. Por tu gran habilidad para el comercio fuiste acrecentando tu fortuna, y tu corazón se llenó de arrogancia a causa de tantas riquezas”. Por eso, así habla el Señor: “Porque te has considerado igual a un dios, yo traigo contra ti gente extranjera, las más feroces de las naciones: ellos desenvainarán la espada contra tu bella sabiduría, y profanarán tu esplendor. Te precipitarán en la fosa y morirás de muerte violenta en el corazón de los mares. ¿Te atreverás a decir: ‘Yo soy un dios’, delante de tus verdugos? Serás un hombre, no un dios, en manos de los que te traspasen. Tendrás la muerte de los incircuncisos, en manos de extranjeros, porque yo he hablado”.
Palabra de Dios.
Comentario
Ezequiel proclama un pecado en el cual todos podemos caer: creernos ser Dios. ¿Es posible esto? Por supuesto. Cuando nos consideramos más que los demás, cuando nos creemos con más derechos que nuestros hermanos, cuando somos capaces de tomar decisiones que no tienen en cuenta a los más débiles, ¡y tantas otras cosas más!... Por supuesto, podemos creernos dioses.
(Sal) Deut 32, 26-28. 30. 35c-36b
R. El Señor hará justicia con su pueblo.
Yo me propuse reducirlos a polvo y borrar su recuerdo de entre los hombres, pero temí que sus enemigos se jactaran, que cayeran en el error. R.
Y dijeran: “Nuestra mano ha prevalecido, no es el Señor el que hizo todo esto”. Porque esa gente ha perdido el juicio y carece de inteligencia. R.
¿Cómo podría uno solo desbandar a mil y dos, poner en fuga a diez mil, si su Roca no los hubiera vendido y el Señor no los hubiera entregado? R.
Porque está cerca el día de su ruina y ya se precipita el desenlace. Sí, el Señor hará justicia con su pueblo y tendrá compasión de sus servidores. R.
Aleluya 2Cor 8, 9
Aleluya. Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza. Aleluya.
Evangelio Mt 19, 23-30
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos». Al oír esto, los discípulos, llenos de asombro, decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible».
Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?». Jesús les dijo: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros».
Palabra del Señor.
Comentario
El episodio que leímos ayer sobre el joven rico que no pudo desprenderse de sus bienes, nos ayuda a entender la sentencia “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos”. Cuando las cosas materiales se convierten en un lastre y el apego a ellas nos impide compartir con el prójimo y seguir libremente a Jesús, la riqueza hace imposible participar del Reino de Dios, donde todo es libertad y comunión plena.
Oración introductoria
Señor Jesús, sálvame. Creo en Ti. Espero y te amo sobre todas las cosas. Enciende en mi corazón el amor al Padre que está en el cielo y la alegría de ser cristiano. Dame el fuego de tu Santo Espíritu, que ilumine mi mente para desinteresadamente buscarte en esta oración.
Petición
Señor, dame la valentía para vivir con pobreza de espíritu.
Meditación
Hoy contemplamos la reacción que suscitó entre los oyentes el diálogo del joven rico con Jesús: «¿Quién se podrá salvar?» (Mt 19,25). Las palabras del Señor dirigidas al joven rico son manifiestamente duras, pretenden sorprender, despertar nuestras somnolencias. No se trata de palabras aisladas, accidentales en el Evangelio: veinte veces repite este tipo de mensaje. Lo debemos recordar: Jesús advierte contra los obstáculos que suponen las riquezas, para entrar en la vida...
Y, sin embargo, Jesús amó y llamó a hombres ricos, sin exigirles que abandonaran sus responsabilidades. La riqueza en sí misma no es mala, sino su origen si fue injustamente adquirida, o su destino, si se utiliza egoístamente sin tener en cuenta a los más desfavorecidos, si cierra el corazón a los verdaderos valores espirituales (donde no hay necesidad de Dios).
«¿Quién se podrá salvar?». Jesús responde: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible» (Mt 19,26). —Señor, Tú conoces bien las habilidades de los hombres para atenuar tu Palabra. Tengo que decírtelo, ¡Señor, ayúdame! Convierte mi corazón.
Si Jesús se ha convertido en nuestra esperanza, comuníquenoslo con nuestro gozo y nuestro compromiso espiritual, apostólico y social. Alcanzados por Cristo, después de haber puesto en Él nuestra fe y de haberle dado nuestra confianza, difundamos esta esperanza a nuestro alrededor. Tomemos opciones que manifiesten nuestra fe; hagamos ver que hemos entendido las insidias de la idolatría del dinero, de los bienes materiales, de la carrera y el éxito, y no nos dejemos atraer por estas falsas ilusiones! No cedamos a la lógica del interés egoísta; por el contrario, cultivemos el amor al prójimo y hagamos el esfuerzo de poneros nosotros mismos, con nuestras capacidades humanas y profesionales al servicio del bien común y de la verdad, siempre dispuestos a dar respuesta "a todo el que os pida razón de nuestra esperanza".
Cuando Jesús nos llama a amar más y nos invita a una entrega más plena y consciente, lo primero que debemos hacer es rechazar el egoísmo de nuestra vida. Es nuestro principal obstáculo y lo que impide que el amor de Dios nos alcance y se difunda a nuestro alrededor. Por ello, nuestra recompensa tendrá la medida de nuestro amor a Dios. Cuanto más generoso sea, mayor será ésta.
No se trata de una opción, de una entrega que podemos alcanzar fácilmente por nosotros mismos. Es una invitación que proviene de Dios, que Él sin duda quiere para cada uno de nosotros aunque también nos pida nuestra colaboración. En esto hemos de confiar, pues es Dios quien nos inspira santos propósitos, Él mismo nos asistirá con su gracia y no nos abandonará nunca.
Propósito
Rezar, continuamente, una jaculatoria que me ayude a combatir el desaliento ante las dificultades, con el entusiasmo de mi fe y y de mi amor a Dios.
Diálogo con Cristo
Jesús, que este encuentro contigo me ayude a concretar mi generosidad. Quiero vivir con esa apertura en todas las circunstancias de mi vida, especialmente en las que requiera un especial desprendimiento de mi propio ser, para ponerme a disposición de las necesidades de los demás, sin buscar recompensas efímeras, sino sólo el cumplir, por amor, tu voluntad.
Let's block ads! (Why?)
Publicar un comentario