La liturgia diaria meditada - Herodes hizo matar a Juan el Bautista (Mt 14,1-12) 04/08


Sábado 04 de Agosto de 2018
San Juan María Vianney, pbro. Patrono de los párrocos y de los sacerdotes.
Memoria. Blanco.

San Juan María Vianney, presbítero.
Juan María nació en Dardilly (Lyon, Francia) en el año 1786. De pocas luces y con serios problemas para el estudio de la teología y la filosofía, fue ordenado sacerdote simplemente “por ser un modelo de piedad”, pero no recibió inmediatamente la facultad para confesar. Lo enviaron al pequeño pueblo de Ars como vicario y luego, fue nombrado párroco. En ese pueblito, lugar de relajamiento moral, habitaban no más de 200 personas. Ahí fue conocido como “el cura de Ars”, donde dedicó su vida para la conversión de la gente. En poco tiempo, Ars se convirtió en un modelo de pueblo piadoso, y Juan María Vianney, en un excelente confesor y director espiritual. Murió a los 73 años, el 4 de agosto de 1859.

Antífona de entrada          Cf. Sal 131, 9
Tus sacerdotes, Señor, se revistan de justicia y tus fieles exulten de alegría.

Oración colecta     
Dios de poder y misericordia, que hiciste admirable al presbítero san Juan María por su entrega pastoral, concédenos, a ejemplo suyo y con su intercesión, que procuremos, con la caridad, llevar hacia Cristo a los hermanos y alcanzar junto con ellos la gloria eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Te pedimos, Señor, que recibas las ofrendas de tu pueblo en la fiesta de san Juan María, y que, por él, nos concedas la ayuda de tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        Cf. Mt 24, 46-47
Feliz aquel servidor a quien su Señor, al llegar, lo encuentre velando; les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.

Oración después de la comunión
Te pedimos, Dios todopoderoso, que la participación en la mesa celestial robustezca y aumente las fuerzas espirituales de quienes celebramos la fiesta de san Juan María; para que guardemos con integridad el don de la fe y recorramos el camino que él nos señaló. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        Jer 26, 11-15. 24
Lectura del libro de Jeremías.
Los sacerdotes y los profetas dijeron a los jefes y a todo el pueblo: “Jeremías es reo de muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, como ustedes lo han escuchado con sus propios oídos”. Pero Jeremías dijo a los jefes y a todo el pueblo: “El Señor es el que me envió a profetizar contra esta Casa y contra esta ciudad todas las palabras que ustedes han oído. Y ahora, enmienden su conducta y sus acciones, y escuchen la voz del Señor, su Dios, y el Señor se arrepentirá del mal con que los ha amenazado. En cuanto a mí, hagan conmigo lo que les parezca bueno y justo. Pero sepan que si ustedes me hacen morir, arrojan sangre inocente sobre ustedes mismos, sobre esta ciudad y sobre sus habitantes. Porque verdaderamente el Señor me ha enviado a ustedes para decirles todas estas palabras”. Ajicám, hijo de Safán, protegió a Jeremías e impidió que fuera entregado en manos del pueblo para ser ejecutado.
Palabra de Dios.

Comentario
Hay ocasiones en las que el profeta aparece como un aguafiestas. Los pecadores no quieren escuchar ninguna amonestación, y quienes viven despreocupados no quieren oír advertencias. En ese contexto hostil, el profeta sigue adelante con su misión de arrancar y plantar para que el pueblo sea esa comunidad fiel que Dios quiere.

Sal 68, 15-16. 30-31; 33-34
R. ¡Respóndeme, Dios mío, por tu gran amor!

Sácame del lodo para que no me hunda, líbrame de los que me odian y de las aguas profundas; que no me arrastre la corriente, que no me trague el abismo, que el pozo no se cierre sobre mí. R.

Yo soy un pobre desdichado, Dios mío, que tu ayuda me proteja: así alabaré con cantos el nombre de Dios, y proclamaré su grandeza dando gracias. R.

Que lo vean los humildes y se alegren, que vivan los que buscan al Señor: porque el Señor escucha a los pobres y no desprecia a sus cautivos. R.

Aleluya        Mt 5, 10
Aleluya. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Aleluya.

Evangelio     Mt 14, 1-12
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de la fama de Jesús, y dijo a sus criados: «Ese es Juan el Bautista; él ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él fuerzas milagrosas». 

Es que Herodes había prendido a Juan, le había encadenado y puesto en la cárcel, por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo. Porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla». Y aunque quería matarle, temió a la gente, porque le tenían por profeta. 

Mas llegado el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio de todos gustando tanto a Herodes, que éste le prometió bajo juramento darle lo que pidiese. Ella, instigada por su madre, «dame aquí, dijo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista». Entristecióse el rey, pero, a causa del juramento y de los comensales, ordenó que se le diese, y envió a decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue traída en una bandeja y entregada a la muchacha, la cual se la llevó a su madre. Llegando después sus discípulos, recogieron el cadáver y lo sepultaron; y fueron a informar a Jesús.
Palabra del Señor.

Comentario
El rey podrá mostrarse poderoso, fuerte y ambicioso, pero sucumbe ante la lujuria y las tramas asesinas. Esto demuestra que no tiene todo el poder, por eso tiene que reconocer que otros manejan su vida y sus decisiones. Aún hoy vemos que estas tramas tienen como objetivo el desprecio por la justicia y, como consecuencia, la muerte de los más débiles.

Oración introductoria 
Señor, creo que quieres tener este momento de oración conmigo, no porque a Ti te haga falta sino porque quieres acompañarme y mostrarme el camino que debo seguir hoy. El espejismo de lo que me aleja de tu verdad es muy atrayente, no permitas que me deje seducir como Herodes. 

Petición 
Jesús, dame la gracia de escuchar hoy claramente tu verdad. 

Meditación  

Hoy, la liturgia nos invita a contemplar una injusticia: la muerte de Juan Bautista; y, a la vez, descubrir en la Palabra de Dios la necesidad de un testimonio claro y concreto de nuestra fe para llenar de esperanza el mundo.

«Se enteró el tetrarca Herodes de la fama de Jesús» (Mt 14,1). Esta afirmación remarca una actitud aparentemente correcta, pero poco sincera. Es la realidad que hoy podemos encontrar en muchas personas y, quizás también en nosotros. Mucha gente ha oído hablar de Jesús, pero, ¿quién es Él realmente?, ¿qué implicación personal nos une a Él?

Jeremías y todos los profetas de Israel fueron siempre perseguidos por proclamar el incómodo mensaje de Dios, que exige una auténtica conversión del corazón. 

Pero siempre afrontaron la persecución con ánimo viril e intrépido, aun a costa de la propia vida y del derramamiento de la propia sangre, como Juan Bautista, para dar testimonio de la verdad de Dios y de su palabra. 

Juan el Bautista es el ejemplo clásico de la defensa inerme y valiente del profeta que, por defender su fe y la verdad, termina su vida como víctima fecunda, prefiguración de la muerte redentora de Cristo. 

El verdadero cristiano, entonces, se convierte en "mártir". Más aún, sólo el mártir es el verdadero cristiano y testigo de Cristo (en griego, mártir significa "testigo"). Toda la historia de la Iglesia se ha visto coronada y adornada con la vida de tantos hijos suyos que, por amor a Jesucristo y por su fe en Él, se han convertido en mártires. Ésta es la condición radical del cristiano. Todos debemos estar dispuestos, por amor a Él y por su Iglesia, a ser testigos intrépidos del Evangelio, incluso hasta dar nuestra propia vida por Él. 

Sólo así podemos llamarnos y ser auténticos cristianos, es decir, discípulos y seguidores de un Cristo, crucificado por la verdad del Evangelio y por nuestra redención. 

Que, hoy sábado, la Virgen María, la Madre de la esperanza, nos ayude a descubrir realmente a Jesús y a dar un buen testimonio de Él a nuestros hermanos.

Propósito 
Si hay un precepto de la doctrina que no vivo, o que cumplo sólo por tradición, buscar leer y consultar sobre el tema para ser siempre un auténtico testigo. 

Diálogo con Cristo 
Señor, qué gran ejemplo tengo en Juan el Bautista que con firmeza predicó siempre tu verdad. No le importaba la opinión de los demás, no permitía desvíos ni letargos egoístas. Gracias por iluminar mi conciencia, por ayudarme a ver dónde estoy siendo sordo o ciego e insensible a tu doctrina. Ayúdame a adherirme firmemente a tu voluntad para hacer de tu amor el centro de mi propia existencia. 

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18:46

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