Hoy por la mañana, estaba solo en la capilla del hospital y he leído en la obra de Valtorta el capítulo dedicado a la resurrección de Lázaro. ¡Menuda hartada de llorar! Menos mal que no había nadie.
No sé por qué me gustan tanto los libros escritos por esta buena señora. Qué verguenza si llega a haber alguien.
Pero es que hoy he comprendido que el milagro de Lázaro no era un milagro más: era el gran milagro realizado al final de su vida publica. El milagro que debería haber convencido a los fariseos de que Él era el Mesías. Antes ya había resucitado a otros, pero era gente que había muerto muy poco tiempo antes. Nunca a nadie que estuviera tan corrompido.
Las páginas de Valtorta ofrecen tantos detalles históricos, realistas, de cómo fue todo que uno no puede evitar el ver la escena, meterse en los hechos, vivirlos.
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