“Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo pasaba con Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres. Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron”. (Lc 5,1-11)
Pedro tiene una mala experiencia.
Cuando Jesús le dijo: “Apártate de mí, Satanás”.
Ahora es Pedro el que le dice a Jesús: “Apártate de mí que soy un pecador”.
Pedro no entendió a Jesús cuando trató de desviarle de la Cruz.
Pero Pedro también logra entender ahora a Jesús, precisamente porque ante El, se siente un pecador.
En aquel entonces, Pedro no podía entender que el camino de Jesús tenía que pasar por la Cruz y trató de disuadirle.
Entonces Pedro pensada en un Mesías triunfalista.
Y no podía comprender que tuviese que pasar por el fracaso de la Cruz.
Pero ahora, tampoco logra entenderle.
Ante el milagro de la pesca, queda pasmado ante Jesús y no se siente digno de estar en su presencia.
Ahora es él mismo que se siente pecador delante de Jesús.
Cuando le negó se sintió tan mal que lo único que hizo fue llorar.
Ahora se siente incómodo y no logra entender que precisamente por ser pecador es cuando más necesita de El.
Diera la impresión de que Pedro se había olvidado que Jesús:
andaba con los pecadores.
invitaba a los pecadores.
comía con los pecadores.
se sentía bien con los pecadores.
Pedro se ha olvidado de que Jesús:
ha venido precisamente para los pecadores.
de que es precisamente ahora cuando más necesita de Jesús.
de que solo Jesús es capaz de cambiar su corazón.
Por eso Jesús le dice: “No temas”.
Es lo que Jesús dice siempre al pecador: “No tengas miedo, yo he venido precisamente para ti”.
Y hasta resulta curioso que ahora que le pide se aleje de él, Jesús lo convierte en “pescador de hombres”.
Y es entonces que Pedro, “dejándolo todo, le sigue junto con sus compañeros”.
¿No es esta la realidad nuestra de cada día?
Tenemos la idea de que Dios ya no nos quiere por lo que hemos hecho.
Tenemos la idea de que Dios nos abandona cuando nos alejamos de él por el pecado.
Tenemos la idea de que todo lo que nos acontece es castigo de Dios por nuestros pecados.
Tenemos la idea de que Dios, cada vez que pecamos, “nos la tiene guardada”, o como dice el refrán popular “ya vendrá el piojo al peine”.
¿Qué le hemos fallado? Pues ahí está El con su misericordia.
¿Qué hemos pecado? Pues ahí está El con su perdón.
¿Qué hemos salido del camino? Pues ahí está él para mostrárnoslo.
¿Qué el pecado nos aparta de Dios? Pero no aparta a Dios de nosotros.
¿Qué llevamos mucho tiempo olvidados de Dios? Pues ahí está El que nunca se ha olvidado de nosotros.
¿Qué estamos muy sucios? Pues ahí está El para limpiarnos.
Siempre estamos necesitados de Dios.
Pero mucho más cuando nos hemos alejado de El por el pecado.
Cuando más necesitamos del médico es precisamente cuando estamos enfermos.
Jesús mismo lo dijo: “no son los sanos sino los enfermos quienes necesitan del médico”.
Por eso mismo, el sacramento de la penitencia comienza siempre por ser el sacramento de la acogida.
Por eso el Sacramento de la penitencia es el sacramento en el que Dios nos hace sentir que, a pesar de todo, El sigue teniendo fe en nosotros, confianza en nosotros y sigue esperando mucho de nosotros.
Señor he dejado de creer en ti, pero Tú no has dejado de creer en mí.
Señor he dejado de confiar en ti, pero Tú no has dejado de confiar en mí.
Señor, cuanto más pecador me siento, más te necesito.
Señor cuanto más pecador soy, sé que más cuento con tu amor y tu perdón.
Clemente Sobrado C. P.
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