“Entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: “Escrito está: “Mi casa es casa de oración”, pero vosotros la habéis convertido en una “cueva de bandidos”. (Lc 19,45-48)
Jesús no es un sacerdote del templo.
Su sacerdocio lo ejercitará en el encuentro con los hombres.
Tampoco va al templo a rezar.
Más bien prefiere la noche y las montañas.
Y si bien él va a cambiar el templo de Jerusalén por el templo de su cuerpo, conoce cuál es hasta entonces el sentido del templo:
No una plaza de mercado y negocio.
Sino un lugar de oración.
Un lugar de encuentro con el Padre.
En una de sus visitas al templo tuvo una experiencia dolorosa.
La gente había deformado el sentido del templo.
Ya no era casa de oración sino un mercado.
“Una cueva de bandidos”.
Y echó fuera a todos los vendedores.
¿No pudiéramos pensar un poco también hoy nosotros?
Perdonen pero estoy pensando en esas grandes bodas donde la gente más parece que está en la calle que en el templo.
La gente que asiste a las bodas:
¿asiste para vivir el sacramento del matrimonio?
¿no lo estará convirtiendo en lugar de tertulia donde se encuentro todos los conocidos?
¿en vez de orar preferimos nuestros celulares para hablar no sé con quienes?
No venimos a la boda a hacer negocio, pero sí a exhibir estrenos, por cierto bien poco respetuosos con el lugar sagrado donde estamos.
Me pregunto:
¿qué diría hoy Jesús si asistieses a muchas de nuestras bodas?
¿qué diría hoy Jesús si asistiese a muchas de nuestras bodas sobre los vestidos?
No solo se profana el templo comprando y vendiendo.
También se puede profanar el tempo vistiendo indecorosamente.
También se puede profanar el templo convirtiéndolo no encuentro con Dios sino en saludos y encuentros con los amigos.
A veces pienso que también hoy Jesús los echaría fuera a todos y dejaría a los novios solos con los padrinos y el cura.
¿Y qué pensar de esos templos vivos que somos nosotros?
¿Vivimos nuestro cuerpo como templo del Espíritu Santo?
¿Vivimos nuestro cuerpo como templo donde habita Dios?
¿No estaremos más bien en la cultura del cuerpo, del cuerpo en exhibición?
¿No estaremos profanando nuestros cuerpos con todos esos programas del Internet?
Como diría Pablo “el cuerpo no es para el pecado” sino para glorificar a Dios.
No olvidemos que el templo no puede ser una pasarela de modas.
¿No crees que necesitaríamos una mayor reflexión sobre el verdadero sentido de nuestro cuerpo que también es templo de nuestra comunión y encuentro con Dios?
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo B, Tiempo ordinario
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