Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
"Después del tradicional cordero, terminada la cena, fue dado el Cuerpo del Señor a los discípulos; todo a todos, todo a cada uno"
Ex 24,3-8: "Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros"
Sal 115,12-13.15-16bc.17-18: "Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor"
Hb 9,11-15: "La sangre de Cristo podría purificar nuestra conciencia"
Mc 14,12-16.22-26: "Esto es mi Cuerpo. Ésta es mi Sangre"
Sal 115,12-13.15-16bc.17-18: "Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor"
Hb 9,11-15: "La sangre de Cristo podría purificar nuestra conciencia"
Mc 14,12-16.22-26: "Esto es mi Cuerpo. Ésta es mi Sangre"
El pueblo de Dios encontrará en la Ley la oportunidad de responder a la iniciativa salvadora de Yavé, y todo se sellará con la aspersión de la sangre sacrificial. Simboliza la vida de Dios de la que todos participan. En el rito de Bendición de la Pascua, se rememoraba la Alianza sinaítica. Esa misma plegaria, en labios de Cristo, adquirirá una dimensión nueva. No sólo en las palabras, sino sobre todo en el contenido: la Alianza será a partir de ahora Nueva y Eterna.
En los Sinópticos, la Pascua es el marco de la institución de la Eucaristía. Este Sacramento es, pues, la actualización y renovación de la Pascua de Jesucristo. Todo el proyecto salvador de Dios en Cristo, lo expresa la Iglesia celebrando este Sacramento.
Resulta curioso advertir que, a medida que en nuestra sociedad se abandona el espíritu de sacrificio, de renuncia, de esfuerzo por conseguir cualquier cosa, se desvirtúe y diluya el carácter sacrificial de la Muerte de Cristo y de la misma Eucaristía. Destacamos, _y hacemos muy bien_ la condición de "banquete de fraternidad". Pero nunca se debe contraponer un elemento a otro.
— "El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin. Sabiendo que había llegado la hora de partir de este mundo para retornar a su Padre, en el transcurso de una cena, les lavó los pies y les dio el mandamiento del amor (Jn 13,1-17). Para dejarles una prenda de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerles partícipes de su Pascua, instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y de su resurrección y ordenó a sus apóstoles celebrarlo hasta su retorno, «constituyéndoles entonces sacerdotes del Nuevo Testamento»" (1337; cf. 1338-1344).
— El memorial sacrificial de Cristo y de su Cuerpo, que es la Iglesia:
"La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, la actualización y la ofrenda sacramental de su único sacrificio, en la liturgia de la Iglesia que es su Cuerpo. En todas las plegarias eucarísticas encontramos, tras las palabras de la institución, una oración llamada anámnesis o memorial" (1362; cf. 1363-1372).
— Los frutos de la comunión:
"Lo que el alimento material produce en nuestra vida corporal, la comunión lo realiza de manera admirable en nuestra vida espiritual. La comunión con la Carne de Cristo resucitado, vivificada por el Espíritu Santo y vivificante (PO 5), conserva, acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo. Este crecimiento de la vida cristiana necesita ser alimentado por la comunión eucarística, pan de nuestra peregrinación, hasta el momento de la muerte, cuando nos sea dada como viático" (1392; cf. 1393-1401).
— "Si vosotros mismos sois Cuerpo y miembros de Cristo, sois el sacramento que es puesto sobre la mesa del Señor, y recibís este sacramento vuestro. Respondéis «Amén» (es decir, «sí», «es verdad») a lo que recibís, con lo que, respondiendo, lo reafirmáis. Oyes decir «el Cuerpo de Cristo», y respondes «amén». Por lo tanto, sé tú verdadero miembro de Cristo para que tu «amén» sea también verdadero" (San Agustín, serm. 272) (1396).
"¡Buen Pastor, Pan Verdadero!, Señor Jesús, ten misericordia de nosotros. Danos de comer y mira por nosotros. Haz que veamos la felicidad eterna".
Publicar un comentario