San José Obrero
“Dijo Jesús a sus discípulos: “Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí… Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros”. (Jn 14,1-6)
Era normal que ante el anuncio de Jesús de que se va, se sintiesen incómodos.
Acostumbrados a su presencia que les daba seguridad y tranquilidad, quedarse ahora sin él no era fácil.
Por eso su corazón comienza a inquietarse.
¿Cuál va a ser su futuro?
¿Qué vida les espera?
¿Qué van a hacer?
¿Por dónde comenzar?
Y Jesús percibe esa tristeza y ese miedo y esa inquietud.
Por eso les dice “No tengáis miedo”. “No tiemble vuestro corazón”.
¿Solución? “Creed en Dios y creed en mí”.
La fe nos da seguridad. La fe nos hace fuertes. La fe nos da coraje para vivir.
La verdad es que no sé hasta donde nosotros sentimos miedo por la ausencia de Jesús. Nos apoyamos tanto en él que, cuando sentimos que nos falta, nos entra el miedo.
Y lo peor todavía sería que sintiésemos miedo a Dios.
Miedo a sus exigencias. Miedo a su juicio. Miedo a lo que pueda pedirnos.
El miedo puede reflejar nuestra propia debilidad.
El miedo puede reflejar que nos asustamos a las exigencias de Dios.
Pero también se da el miedo en la vida.
Tiene miedo el niño cuando siente la ausencia de la madre.
Tiene miedo el joven que tiene que afrontar los retos y desafíos de la vida.
Posiblemente se deba a que:
No nos fiamos de verdad de Dios.
No nos fiamos de nosotros mismos.
No nos fiamos de los demás.
No confiamos en que sí podemos.
Hay una historieta que cuenta Paulo Coelho muy sencilla pero que tiene mucho de verdad.
El Maestro envía al discípulos a que busque una puerta en la que hay un letrero: “No puedes, es imposible”. Luego de caminar mucho la encontró.
Ahora el Maestro le dice ¿dónde viste el letrero en la puerta o en el muro.
En la puerta, responde el alumno. Pues vete, empuja la y notarás que ya no tiene el letrero, porque entra con ella al abrirla. Así que puedes pasar.
Nosotros encontramos demasiadas puertas que dicen “No puedes, es imposible”.
Y no nos atrevemos a pasar. Y todo se solucionaría empujando la puerta porque “el no puedes entraría con nosotros y ya no lo veríamos”.
Es lo que Jesús les dice a los discípulos:
No os fijéis en quienes os cierran la puerta y os dicen que todo es imposible.
No os fijéis en quienes os cierran la puerta y os dicen “tú no puedes”.
Tú no puedes vivir el Evangelio.
Tú no puedes vivir las exigencias de tu Bautismo.
Tú no puedes vivir las exigencias de tu Matrimonio.
Tú no puedes vivir las exigencias de tu Sacerdocio.
Tú no puedes vivir las exigencias de tu Vida Consagrada.
Tú no puedes llegar a la santidad.
Tienes que contentarte con la vulgaridad de todo el mundo.
Y Jesús nos dice: “abrid la puerta de la fe en Dios”. “Abrid la puerta de la fe en mí”.
Y veréis que lo que parecía imposible, se hace posible.
No creáis a los hombres que todo lo ven imposible.
No creáis a los hombres que todo lo ven demasiado difícil.
Nos han enseñado más el miedo que el coraje de la fe.
Nos han metido más el miedo en el alma que la valentía de la fe.
Nos han convencido de que “eso no es para nosotros” y lo hemos creído.
Para Dios todo es posible en nosotros.
Para Dios todo es posible con nosotros.
Para Dios nada hay imposible y para nosotros con él tampoco.
Las ausencias de Jesús se hacen presencias en la fe.
Las ausencias de Dios se hacen presencias en la fe.
Todo es cuestión de “abrir y empujar la puerta con la llave de la fe”.
Cuando sientas que tú no puedas recuerda lo que él puede en ti.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo B, Pascua Tagged: despedida, promesa
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