El curso de retiro termina por la mañana después de la Santa Misa. Antes tenemos la última meditación, la más difícil porque uno quisiera resumir en pocos minutos todo lo que se nos ha quedado en el tintero.
Ahora se me ocurre que quizá he hablado poco de la Virgen María, que debí insistir más en la fraternidad y en la virtud de la Esperanza; que debemos terminar dando gracias a Dios y cargando la mochila con grandes deseos y pequeños propósitos...
Comienzo a elaborar un guión, pero comprendo enseguida que es imposible decirlo todo de nuevo. Kloster me indica que sí he hablado de María Santísima, y de Esperanza, de fraternidad…
—No le des más vueltas, amigo. La semilla ya está sembrada. La regaremos con oración. Al fin y al cabo, el fruto no depende de ti ni de mí. Así que no presumas ni te agobies con la última piedra.
Tiene razón mi amigo como siempre. Y, al hacer el examen de la noche, me viene a la memoria un poema de Juan Ramón:
Tira la piedra de hoy,
olvida y duerme. Si es luz,
mañana la encontrarás
ante la aurora, hecha sol.
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