Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Martes de la 31 a. Semana – Ciclo A

“Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al sirviente: “Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, lisiados, a los ciegos y a los cojos” El sirviente dijo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y aún queda sitio Entonces el amo le dijo: “Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entre y se llene la casa. Y les digo que ninguno de aquellos invitados probará mi banquete”. (Lc 14,15-24)



Abundan las excusas para no escuchar las invitaciones de Dios.

Comprar un campo.

Cinco yuntas de bueyes.

Me acabo de casar.


Cada uno tiene su propia excusa para no responder a la invitación de Dios.

Cada uno tendremos que descubrir la nuestra.

Resulta curioso:

Dios nunca tiene excusas para llamar al hombre.

Pero el hombre siempre las tiene para no responder.

¡Cuántas llamadas de Dios se han quedado en el vacío!

Pero, eso sí, queremos quedar bien con él.

No hacerle caso, pero siendo educados.


Dios siempre invita a la mesa.

Dios siempre invita a la comida.

Dios siempre invita a la fiesta.


Pero los que abundan en su casa no sienten necesidad de participar.

Aquellos a quienes les sobran cosas, no sienten necesidad de la mesa de Dios.

Y como siempre:

son los pobres,

los cojos,

los lisiados,

los ciegos,

los que siempre dicen que sí.


La abundancia llena el estómago y el corazón.

La carencia vive dispuesta a cualquier invitación.

El estómago harto no tiene hambre.

El estómago vacío vive del hambre.

El hombre necesita hambre de Dios.

El hombre necesita llenar su vacío con la llamada de Dios.

La mesa del Reino no puede quedar vacía.

El vacío que dejan los que lo tienen todo, lo llenan los pobres.


La vida está llena de “llamadas” y de “respuestas”.

No me toca a mí juzgar y condenar a nadie.

Pero todos estamos llamados al banquete de la santidad.

¿Cuántos ponemos excusas para quedarnos en la vulgaridad?

La santidad no es para mí.

Yo no tengo cara de santo.

La santidad no es para los seglares sino para los curas, y consagrados.

Y sin embargo, sale al cruce de lo caminos e invita a todos.

Sale a las calles e invita a todos los que nadie invita.


El 13 de marzo cumplía sesenta años de ordenación sacerdotal.

El 22 de septiembre de 1942, en el mismo autobús, íbamos trece al Seminario.

Soy el único que queda.

Nunca podré agradecer a Dios:

El don de escuchar su llamada.

La gracia de mi respuesta.

El don de la perseverancia.


Cada uno conocerá su historia de “llamadas y respuestas”.

Cada uno conocerá su historia de excusas.

Cada uno conocerá su historia de “sís” y de “nos” a Dios.


Solo me queda darle gracias porque soy de los llamados en los caminos.

Solo me queda darle gracias porque soy de los que la gracia hizo perseverar.

Y sigo preguntándome: ¿habrá verdaderas excusas al amor de Dios?


No lo olvidemos. A pesar de todo, Dios no solo tiene razones para amar y ninguna excusa para olvidarnos.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo A, Tiempo ordinario Tagged: gracia, invitacion, reino de dios, santidad, vocacion
20:21

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