Ya está hecho. No puedo volverme atrás. Sé que tengo razón. Nuestras autoridades lo saben y me han pagado bien por prestar este servicio al pueblo. ¿Traidor? Lo sería si no entregase a Jesús; traidor a mi raza, a la Sinagoga, al Templo.
He dicho a Caifás que pueden detenerlo durante la cena de Pascua. Estaremos todos reunidos y les será fácil y hacerse con él sin escándalo. Yo fingiré no saber nada. Luego, durante los días siguientes, hablaré con los demás y les explicaré…
¿Por qué nadie me dice dónde se celebrará la cena? Jesús lo lleva en secreto, como si temiese algo, y sólo se lo ha comunicado a Pedro, Santiago y a Juan. “Encontraréis a un hombre con un cántaro. Seguidle…” ¿Qué broma es ésta? Yo no puedo acompañarlos.
―Tú, no ―me ha dicho el Maestro―. Quédate conmigo y haz lo que tienes que hacer.
¿Dónde guardaré las monedas? En la bolsa, no, desde luego… Quizá las esconda en el huerto, a los pies de uno de aquellos olivos.
Mañana habrá terminado todo. Será un gran día. Nadie, ni Satanás, podrá impedirlo.
Publicar un comentario