Misión mariana en Braojos. Entre la vergüenza y la gratitud

Desde este pasado domingo estamos, como les dije, en plena misión mariana en Braojos de la Sierra. La Virgen, portada por los Heraldos del Evangelio, fue recibida en la parroquia en la misa de las 13 h. Esa tarde tuvimos el rezo del santo rosario y lunes y martes los hemos dedicado a visitar familias casa por casa. Seguiremos hoy en Braojos, mañana jueves en La Serna del Monte y el viernes en Gascones.

He de reconocer que la primera sensación que he tenido es de una cierta vergüenza. Tenemos en el pueblo dos misioneros a nuestra total disposición. Con toda la generosidad del mundo. Bien. Dos días y algo más de veinte familias. Seis u ocho personas en el rosario. Poquito más. Es lo que da de sí un pueblo con doscientos empadronados de los que no creo vivan entre semana más de ciento cincuenta.

Aquí viene mi vergüenza. Piensas en la posible labor de estos misioneros en otro lugar. Otros lugares, otras parroquias, seguro que con el mismo trabajo los frutos serían mucho mayores. Por esos pasas un cierto bochorno preguntándote si no estarás privando a otros de la gracia de la misión, si no habrá sido por nuestra parte un cierto egoísmo. La Virgen de Fátima, los misioneros… y una respuesta escasa. Si es que tampoco llegamos a más.

Muchas veces he tenido esa sensación. ¿Dónde voy con una misión, o con la adoración nocturna, o con proyectos que, muy posiblemente, superan mi capacidad? ¿No será una locura? ¿No nos estaremos pasando con estos proyectos? Si es que somos cuatro gatos y, como me dicen ellos, encima desentrenados. ¿Dónde vamos?

Estos dos días de visitas con la Virgen a los distintos domicilios han sido una delicia. He visto muchos ojos emocionados, muchas confidencias que han salido del alma, gratitud sincera. Pero cuatro gatos. Estos dos misioneros, me decía, les decía, en cualquier otro lugar arrasarían. Aquí es como una sensación de pérdida de tiempo. Bueno, pérdida no, porque la Virgen hace su labor, pero ya saben lo de esa mentalidad empresarial y pragmática que todos tenemos: queremos optimizar recursos y sacar el mayor rendimiento a nuestro esfuerzo.

Ayer por la tarde en misa, diez o doce personas, les decía que estaba empezando a comprender por qué la Virgen estaba con nosotros, aunque uno tuviera esa sensación de un cierto abuso. Ya me entienden. Les decía que llegar la Virgen a un lugar y que salgan cientos y cientos a su encuentro es una gozada. Pero que ya salen. Y que nosotros, precisamente por ser pocos, por tener que vivir nuestra fe desde esta pobreza de los cuatro de siempre, por vivir en un lugar de “periferia”, en unos pueblos donde no tenemos colegios, ni comercios ni tantas cosas, donde la vida y la fe son tan sencillas y simples, somos los más necesitados de su presencia. La buena gente de estos pueblos necesita más que nadie esa palabra de ánimo, la presencia de la Virgen que les anime en su ser sal desde su humilde pequeñez.

La Virgen ha querido estar con los pobres, y se ha venido una semana a tres pueblos pequeños de la Sierra Norte de Madrid para animarnos en nuestro camino cristiano y realizar entre nosotros maravillas de fe y religiosidad que quizá no veamos a las claras, pero que yo sé que están llegando.

Hoy solo puedo decir que me siento, como párroco, afortunado, y que doy gracias a la Virgen de Fátima y a los misioneros por haber querido acudir a Braojos, La Serna y Gascones para animarnos a ser más de Cristo.

P.D. No me olviden el avemaría… Y que Dios y la Virgen se lo paguen.

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