Jueves 21 de Junio de 2018
Memoria obligatoria
Blanco
Blanco
San Luis Gonzaga, religioso. Blanco.
Luis pertenecía a una familia noble, y sirvió como paje en la corte de Francisco de Médici. Pero su corazón se encontraba muy lejos de la frivolidad de la corte, y finalmente decidió ingresar en la Compañía de Jesús, a pesar de la oposición de su familia. Auxiliando a los enfermos de peste en Roma, se contagió la enfermedad, y murió a los 23 años de edad en el año 1591. Fue declarado patrono modelo de los jóvenes.
Antífona de entrada Cf. Sal 23, 43
El que tiene las manos limpias y puro el corazón podrá subir a la montaña del Señor y permanecerá en su recinto sagrado.
Oración colecta
Señor Dios nuestro, autor de todo bien, que has querido unir en san Luis Gonzaga una admirable inocencia de vida y un austero espíritu de penitencia, concédenos, por su intercesión, que si no hemos sabido imitarlo en su vida inocente, lo sigamos en el camino de la penitencia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Te pedimos, Señor, que, revestidos del traje nupcial a ejemplo de san Luis Gonzaga, nos concedas participar de esta mesa eucarística, para ser colmados con las riquezas de tu gracia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Cf. Sal 77, 24-25
Les dio como alimento el pan celestial; todos comieron un pan de ángeles.
Oración después de la comunión
Concédenos, Padre, que alimentados con el pan de los ángeles, podamos servirte con una vida pura y, a ejemplo de san Luis, perseverar en continua acción de gracias. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura Ecli 48, 1-14.
Lectura del libro del Eclesiástico.
El profeta Elías surgió como un fuego, su palabra quemaba como una antorcha. Él atrajo el hambre sobre ellos y con su celo los diezmó. Por la palabra del Señor, cerró el cielo, y también hizo caer tres veces fuego de lo alto. ¡Qué glorioso te hiciste, Elías, con tus prodigios! ¿Quién puede jactarse de ser igual a ti? Tú despertaste a un hombre de la muerte y de la morada de los muertos, por la palabra del Altísimo. Tú precipitaste a reyes en la ruina y arrojaste de su lecho a hombres insignes; tú escuchaste un reproche en el Sinaí y en el Horeb una sentencia de condenación; tú ungiste reyes para ejercer la venganza y profetas para ser tus sucesores; tú fuiste arrebatado en un torbellino de fuego por un carro con caballos de fuego. De ti está escrito que en los castigos futuros aplacarás la ira antes que estalle, para hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos y restablecer las tribus de Jacob. ¡Felices los que te verán y los que se durmieron en el amor, porque también nosotros poseeremos la vida! Cuando Elías fue llevado en un torbellino, Eliseo quedó lleno de su espíritu. Durante su vida ningún jefe lo hizo temblar, y nadie pudo someterlo. Nada era demasiado difícil para él y hasta en la tumba profetizó su cuerpo. En su vida, hizo prodigios y en su muerte, realizó obras admirables.
Palabra de Dios.
Comentario
El autor está convencido de que Elías vive y volverá tan misteriosamente como se fue, por lo que podría llegar a verlo. Desde que este profeta fue arrebatado, todo el pueblo espera que un día vuelva. Recordarlo es una forma de mantener vivo el espíritu profético.
Sal 96, 1-7
R. ¡Alégrense, justos, en el Señor!
¡El Señor reina! Alégrese la tierra, regocíjense las islas incontables. Nubes y tinieblas lo rodean, la Justicia y el Derecho son la base de su trono. R.
Un fuego avanza ante él y abrasa a los enemigos a su paso; sus relámpagos iluminan el mundo; al verlo, la tierra se estremece. R.
Las montañas se derriten como cera delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra. Los cielos proclaman su justicia y todos los pueblos contemplan su gloria. R.
Se avergüenzan los que sirven a los ídolos, los que se glorían en dioses falsos; todos los dioses se postran ante él. ¡Alégrense, justos, en el Señor! R.
Aleluya Rom 8, 15bc
Aleluya. Han recibido el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abbá!, es decir, ¡Padre! Aleluya.
Evangelio Mt 6, 7-15
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes”.
Palabra del Señor.
Comentario
Todas las religiones tienen diversos nombres para invocar a Dios. También el lenguaje bíblico ofrece una variedad de nombres y atributos de Dios. Jesús nos comunica un modo de llamar a Dios que nace de la experiencia íntima y personal que él mismo tiene: Padre. Por esta razón, con la confianza que nos dio al habernos constituido hijos e hijas, integrantes de su familia, tenemos la facultad de llamarlo Padre.
Oración introductoria
Señor, quiero iniciar mi oración llamándote ¡Padre! Permite que sepa meditar la profundidad de esta realidad tan hermosa. Por mi bautismo, ¡soy un verdadero hijo tuyo! Tomado con fe, esperanza y mucho amor de tu mano, concédeme que la presencia de Jesucristo en mi vida me convierta en un digno hijo tuyo.
Petición
Padre, que siempre rece el Padrenuestro.
Meditación
Hoy, Jesús —que es el Hijo de Dios— me enseña a comportarme como un hijo de Dios. Un primer aspecto es el de la confianza cuando hablo con Él. Pero el Señor nos advierte: «No charléis mucho» (Mt 6,7). Y es que los hijos, cuando hablan con sus padres, no lo hacen con razonamientos complicados, ni diciendo muchas palabras, sino que con sencillez piden todo aquello que necesitan. Siempre tengo la confianza de ser escuchado porque Dios —que es Padre— me ama y me escucha. De hecho, orar no es informar a Dios, sino pedirle todo lo que necesito, ya que «vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo» (Mt 6,8). No seré buen cristiano si no hago oración, como no puede ser buen hijo quien no habla habitualmente con sus padres.
A un buen Padre no le hacen falta muchas explicaciones cuando un hijo pequeño se le acerca a pedirle algo. Un padre que se precie o una madre atenta saben, de antemano, lo que el hijo necesita, incluso cuando no sabe todavía pedirlo. La razón por la que los judíos y buena parte de los rabinos se perdían en largas oraciones y plegarias, está en que su Dios se había convertido para ellos en un Ser lejano, inalcanzable... razonaban humanamente pensando en que las oraciones crecían en valor a medida de su "longitud"... Del mismo modo habían ido añadiendo nuevas normas a las prácticas de la Ley mosaica.
Con ello exasperaban al mismo Dios. Con sus sacrificios, tan largos como vacíos de sentido, no se daban cuenta, y en esto nos podemos también incluir nosotros, que a Dios le bastan pocas palabras cuando éstas nacen verdaderamente del interior. Y que para acercársele la clave no está en añadir más sílabas o más "velas"... como si esto desencadenara un efecto "mágico" por sí solo.
Sin dejar de tener su valor, no es lo más importante. Bastaría quizás con iniciar esa oración que Cristo nos enseña conscientes de sus primeras dos palabras... "Padre nuestro". Sí, repetirlas con los labios de nuestro corazón lentamente para gustar el inefable don de ser hijos. No nos resulta fácil, en un mundo tan complicado y "alambicado", regresar a esa infancia espiritual. Esa niñez del alma que vive permeada por la sencillez ¡Cuánto bien nos haría volver a ser así! Se es más feliz cuando se vive más confiado en Dios (Padre), como hace un niño pequeño.
El Padrenuestro es la oración que Jesús mismo nos ha enseñado, y es un resumen de la vida cristiana. Cada vez que rezo al Padre nuestro me dejo llevar de su mano y le pido aquello que necesito cada día para llegar a ser mejor hijo de Dios. Necesito no solamente el pan material, sino —sobre todo— el Pan del Cielo. «Pidamos que nunca nos falte el Pan de la Eucaristía». También aprender a perdonar y ser perdonados: «Para poder recibir el perdón que Dios nos ofrece, dirijámonos al Padre que nos ama», dicen las fórmulas introductorias al Padrenuestro de la Misa.
Durante la Cuaresma, la Iglesia me pide profundizar en la oración. «La oración, el coloquio con Dios, es el bien más alto, porque constituye (...) una unión con Él» (San Juan Crisóstomo). Señor, necesito aprender a rezar y a sacar consecuencias concretas para mi vida. Sobre todo, para vivir la virtud de la caridad: la oración me da fuerzas para vivirla cada día mejor. Por esto, pido diariamente que me ayude a disculpar tanto las pequeñas molestias de los otros, como perdonar las palabras y actitudes ofensivas y, sobre todo, a no tener rencores, y así podré decirle sinceramente que perdono de todo corazón a mis deudores. Lo podré conseguir porque me ayudará en todo momento la Madre de Dios.
Recordemos las palabras del mismo Jesús: "Quien no se hace como uno de estos... no podrá entrar en el Reino de los Cielos..."
Propósito
Con confianza y humildad hacer un acto de alabanza y adoración a Dios recitando el padrenuestro y algunos salmos.
Diálogo con Cristo
Gracias, Señor, por enseñarme a orar. Sé que me puedo acercar a Ti con toda confianza, con la seguridad de ser escuchado y la certeza de ser amado. Que esta familiaridad no me lleve a olvidar con quién estoy tratando. Humildemente te pido que sepa, al igual que tu Madre Santísima lo hizo, reconocer y corresponder a las grandes maravillas con las que quieres enriquecer mi vida.
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