En 1933 Adolf Hitler ganó las elecciones con un 44 % de los votos. Si hubiera permitido a los alemanes votar nuevamente en el 38 o el 39 probablemente hubiera arrasado. Y su caso no es una excepción en la Europa de aquellos años, donde el populismo nacionalista parecía imparable.
No es que la historia se repita. Sin embargo, casi un siglo después es triste constatar lo poco que hemos progresado en algunos aspectos. Aunque no hay cámaras de gas, existe la misma indiferencia ante el sufrimiento ajeno, hoy con las tragedias en el Mediterráneo o en estados fallidos como la Libia que ha dejado la intervención militar occidental, adonde Europa, sin temblarle el pulso, envía de vuelta a quienes tratan de escapar del infierno de las mafias y milicias.
Pero sobre todo es preocupante que sigamos considerando a algunas personas depositarias de derechos, mientras que otras, las que no alcanzan determinado nivel de ingresos, son tratadas como simple «carne humana». La escandalosa expresión es del vice primer ministro italiano, Matteo Salvini. Él, sin embargo, se atreve a decir públicamente algo que otros dirigentes europeos nunca dirán en voz alta pero probablemente piensan, a tenor de sus actos.
Da que pensar que el primer (veremos si único) punto de consenso en política migratoria en el Consejo Europeo que se celebra hasta este viernes en Bruselas sean los eufemísticamente llamados centros de desembarco, puntos situados fuera de la UE proyectados como limbos legales en los que recluir a las personas en tránsito hacia Europa. Uno de los primeros países en sumarse a la propuesta fue España.
La encomiable actuación del Gobierno Sánchez la pasada semana con los migrantes procedentes del Aquarius parece ahora que fue una simple operación de marketing, progresismo de salón que no va a rectificar una política migratoria estructuralmente injusta y a menudo irracional, más allá de algún gesto para la galería.
Completa el desolador panorama que ese mismo Gobierno presuma de progreso impulsando la legalización de la eutanasia, que es algo así como poner una pistola en manos de la persona vulnerable, diciéndole que está en su derecho de suicidarse y dejar de ser una carga para los demás. Definitivamente, Europa no ha aprendido mucho de su historia.
Alfa y OmegaJuan Ramón Domínguez Palacios / http://enlacumbre2028.blogspot.com.es
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