Martes 26 de Junio de 2018
De la feria
Verde
Martirologio Romano: En Roma, san Josemaría Escrivá de Balaguer, presbítero, fundador del Opus Dei y de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz († 1975). Fecha de beatificación: 17 de marzo de 1992 por S.S. Juan Pablo II. Fecha de canonización: 6 de octubre de 2002 por S.S. Juan Pablo II
Martirologio Romano: En Roma, san Josemaría Escrivá de Balaguer, presbítero, fundador del Opus Dei y de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz († 1975). Fecha de beatificación: 17 de marzo de 1992 por S.S. Juan Pablo II. Fecha de canonización: 6 de octubre de 2002 por S.S. Juan Pablo II
Antífona de entrada cf. Sal 27, 8-9
El Señor es la fuerza de su pueblo, el baluarte de salvación para su Ungido. Señor, salva a tu pueblo y bendice a tu heredad; apaciéntalo, y sé su guía para siempre.
Oración colecta
Concédenos, Señor y Dios nuestro, vivir siempre en el amor y respeto a tu santo nombre, ya que en tu providencia nunca abandonas a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, este sacrificio de reconciliación y alabanza, y concédenos que, purificados por su poder, sea de tu agrado el afecto de nuestro corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión cf. Sal 144, 15
Los ojos de todos esperan en ti, Señor, y tú les das la comida a su tiempo.
O bien: cf. Jn 10, 11. 15
Dice el señor: “Yo soy el buen Pastor, y doy mi vida por mis ovejas”.
Oración después de la comunión
Renovados con el sagrado Cuerpo y Sangre de tu Hijo, imploramos, Señor, tu clemencia; haz que en la plenitud de la redención alcancemos lo que celebramos en cada eucaristía. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura 2Rey 19, 9-11. 14-21. 31-36
Lectura del segundo libro de los Reyes.
Senaquerib envió de nuevo mensajeros a Ezequías para decirle: “Hablen así a Ezequías, rey de Judá: Que no te engañe tu Dios, en quien confías, haciéndote pensar que Jerusalén no será entregada en manos del rey de Asiria. Tú has oído, seguramente, lo que hicieron los reyes de Asiria a todos los países, al consagrarlos al exterminio total. ¿Y tú te vas a librar?”. Ezequías tomó la carta de la mano de los mensajeros y la leyó. Después subió a la Casa del Señor, la desplegó delante del Señor y oró, diciendo: “Señor de los ejércitos, Dios de Israel, que tienes tu trono sobre los querubines: Tú solo eres el Dios de todos los reinos de la tierra, tú has hecho el cielo y la tierra. Inclina tu oído, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha las palabras que Senaquerib ha mandado decir, para insultar al Dios viviente. Es verdad, Señor, que los reyes de Asiría han arrasado todas las naciones y sus territorios. Ellos han arrojado sus dioses al fuego, porque no son dioses, sino obra de las manos del hombre, nada más que madera y piedra. Por eso los hicieron desaparecer. Pero ahora, Señor, Dios nuestro, ¡sálvanos de su mano, y que todos los reinos de la tierra reconozcan que tú solo, Señor, eres Dios!”. Isaías, hijo de Amós, mandó a decir a Ezequías: “Así habla el Señor, Dios de Israel: Tú me has dirigido una súplica acerca de Senaquerib, rey de Asiria, y yo la he escuchado. Esta es la palabra que el Señor ha pronunciado contra él: Te desprecia, se burla de ti, la virgen hija de Sión; a tus espaldas mueve la cabeza la hija de Jerusalén. Porque de Jerusalén saldrá un resto, y del monte Sión, algunos sobrevivientes. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto. Por eso, así habla el Señor acerca del rey de Asiria: Él no entrará en esta ciudad, ni le lanzará una flecha; no la enfrentará con el escudo, ni le levantará contra ella un terraplén. Se volverá por el mismo camino, sin entrar en esta ciudad ?oráculo del Señor?. Yo protegeré a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi servidor”. Aquella misma noche, el Ángel del Señor salió e hirió en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil hombres. Entonces Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento, emprendió el regreso y se quedó en Nínive.
Palabra de Dios.
Comentario
Una vez que Asiria ocupó el reino del norte, es decir Israel, el temor se basaba en que aquella hiciera lo mismo con el reino del sur, Judá, y su capital, Jerusalén. Plantada esta amenaza, el rey Ezequías decidió, en primer lugar, presentar su problema ante Dios. Reconoció que sólo la confianza en Dios podía sostenerlo ante un gran peligro. Entonces, la respuesta de Dios llega a través de la presencia del profeta Isaías.
Salmo Sal 47, 2-4. 10-11
R. El Señor afianzó para siempre su Ciudad.
El Señor es grande y digno de alabanza, en la Ciudad de nuestro Dios. Su santa Montaña, la altura más hermosa, es la alegría de toda la tierra. R.
La Montaña de Sión, la Morada de Dios, es la Ciudad del gran Rey: el Señor se manifestó como un baluarte en medio de sus palacios. R.
Nosotros evocamos tu misericordia en medio de tu Templo, Señor. Tu alabanza, lo mismo que tu renombre, llega hasta los confines de la tierra; tu derecha está llena de justicia. R.
Lectura 2Rey 19, 9-11. 14-21. 31-36
Lectura del segundo libro de los Reyes.
Senaquerib envió de nuevo mensajeros a Ezequías para decirle: “Hablen así a Ezequías, rey de Judá: Que no te engañe tu Dios, en quien confías, haciéndote pensar que Jerusalén no será entregada en manos del rey de Asiria. Tú has oído, seguramente, lo que hicieron los reyes de Asiria a todos los países, al consagrarlos al exterminio total. ¿Y tú te vas a librar?”. Ezequías tomó la carta de la mano de los mensajeros y la leyó. Después subió a la Casa del Señor, la desplegó delante del Señor y oró, diciendo: “Señor de los ejércitos, Dios de Israel, que tienes tu trono sobre los querubines: Tú solo eres el Dios de todos los reinos de la tierra, tú has hecho el cielo y la tierra. Inclina tu oído, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha las palabras que Senaquerib ha mandado decir, para insultar al Dios viviente. Es verdad, Señor, que los reyes de Asiría han arrasado todas las naciones y sus territorios. Ellos han arrojado sus dioses al fuego, porque no son dioses, sino obra de las manos del hombre, nada más que madera y piedra. Por eso los hicieron desaparecer. Pero ahora, Señor, Dios nuestro, ¡sálvanos de su mano, y que todos los reinos de la tierra reconozcan que tú solo, Señor, eres Dios!”. Isaías, hijo de Amós, mandó a decir a Ezequías: “Así habla el Señor, Dios de Israel: Tú me has dirigido una súplica acerca de Senaquerib, rey de Asiria, y yo la he escuchado. Esta es la palabra que el Señor ha pronunciado contra él: Te desprecia, se burla de ti, la virgen hija de Sión; a tus espaldas mueve la cabeza la hija de Jerusalén. Porque de Jerusalén saldrá un resto, y del monte Sión, algunos sobrevivientes. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto. Por eso, así habla el Señor acerca del rey de Asiria: Él no entrará en esta ciudad, ni le lanzará una flecha; no la enfrentará con el escudo, ni le levantará contra ella un terraplén. Se volverá por el mismo camino, sin entrar en esta ciudad ?oráculo del Señor?. Yo protegeré a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi servidor”. Aquella misma noche, el Ángel del Señor salió e hirió en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil hombres. Entonces Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento, emprendió el regreso y se quedó en Nínive.
Palabra de Dios.
Comentario
Una vez que Asiria ocupó el reino del norte, es decir Israel, el temor se basaba en que aquella hiciera lo mismo con el reino del sur, Judá, y su capital, Jerusalén. Plantada esta amenaza, el rey Ezequías decidió, en primer lugar, presentar su problema ante Dios. Reconoció que sólo la confianza en Dios podía sostenerlo ante un gran peligro. Entonces, la respuesta de Dios llega a través de la presencia del profeta Isaías.
Salmo Sal 47, 2-4. 10-11
R. El Señor afianzó para siempre su Ciudad.
El Señor es grande y digno de alabanza, en la Ciudad de nuestro Dios. Su santa Montaña, la altura más hermosa, es la alegría de toda la tierra. R.
La Montaña de Sión, la Morada de Dios, es la Ciudad del gran Rey: el Señor se manifestó como un baluarte en medio de sus palacios. R.
Nosotros evocamos tu misericordia en medio de tu Templo, Señor. Tu alabanza, lo mismo que tu renombre, llega hasta los confines de la tierra; tu derecha está llena de justicia. R.
Aleluya Jn 8, 12
Aleluya. “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue tendrá la luz de la Vida”, dice el Señor. Aleluya.
Evangelio Mt 7, 6. 12-14
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus discípulos: "No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos. Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas. Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran".
Palabra del Señor.
Comentario
Hay muchas cosas a nuestro alrededor que nos dispersan. Seguramente en ese aturdimiento no será fácil encontrar la puerta estrecha. La entrada es pequeña porque requiere que pongamos atención para hallarla y pasar por ella. Hay que hacer una opción para entrar por esta puerta y participar del Reino.
Oración introductoria
Señor Jesús, es contemplando tu vida donde aprendo a orar. Ayúdame a orar como Tú, en los momentos difíciles y en los más sencillos, para que así trate a todos con el mismo amor con el que Tú me tratas.
Petición
Jesús, dame tu gracia para descubrir la belleza de mi fe y poder seguirte, hoy, por la puerta estrecha.
Meditación
Hoy, Jesús nos hace tres recomendaciones importantes. No obstante, centraremos nuestra atención en la última: «Entrad por la entrada estrecha» (Mt 7,13), para conseguir la vida plena y ser siempre felices, para evitar ir a la perdición y vernos condenados para siempre.
Si echas un vistazo a tu alrededor y a tu misma existencia, fácilmente comprobarás que todo cuanto vale cuesta, y que lo que tiene un cierto nivel está sujeto a la recomendación del Maestro: como han dicho con gran profundidad los Padres de la Iglesia, «por la cruz se cumplen todos los misterios que contribuyen a nuestra salvación» (San Juan Crisóstomo). Una vez me decía, en el lecho de su agonía, una anciana que había sufrido mucho en su vida: «Padre, quien no saborea la cruz no desea el cielo; sin cruz no hay cielo».
Todo lo dicho contradice a nuestra naturaleza caída, aunque haya sido redimida. Por eso, además de enfrentarnos con nuestro natural modo de ser, tendremos que ir a contracorriente a causa del ambiente de bienestar que se fundamenta en el materialismo y en el goce incontrolado de los sentidos, que buscan —al precio de dejar de ser— tener más y más, obtener el máximo placer.
Siguiendo a Jesús —que ha dicho «Yo soy la luz del mundo. El que me siga no caminará a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8,12)—, nos damos cuenta que el Evangelio no nos condena a una vida oscura, aburrida e infeliz, sino todo lo contrario, pues nos promete y nos da la felicidad verdadera. No hay más que repasar las Bienaventuranzas y mirar a aquellos que, después de entrar por la puerta estrecha, han sido felices y han hecho dichosos a los demás, obteniendo —por su fe y esperanza en Aquel que no defrauda— la recompensa de la abnegación: «El ciento por uno en el presente y la vida eterna en el futuro» (Lc 18,30). El “sí” de María está acompañado por la humildad, la pobreza, la cruz, pero también por el premio a la fidelidad y a la entrega generosa.
Propósito
Pasar por la puerta estrecha haciéndome pequeño, humilde, en todas mis relaciones personales.
Diálogo con Cristo
Una buena solución, cuando no sabes cómo tratar a una persona, es acogerla, apreciarla, de la misma forma que me hubiera gustado que a mí me tratasen. Rudeza, indiferencia o irritabilidad no es el camino, por esto te pido Señor, que me ayudes a aprovechar todas las oportunidades que hoy se me presenten, para tratar a todos con amor, paciencia, caridad, humildad y bondad.
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