
La caballerosidad, la preponderante idea de una clase dirigente, dejó un inmenso hueco entre el ideal y la práctica. El ideal consistía en una visión del orden mantenido por una clase guerrera que quedará formulada en la imagen de la Tabla Redonda, la fórmula natural perfecta. Los caballeros del rey Arturo se afanaban por defender lo justo frente a dragones y hombres malvados, poniendo orden en un mundo salvaje. De igual forma, se suponía en teoría que sus compañeros defenderían la fe y la justicia y que cuidarían del oprimido.
En la práctica, ellos mismos fueron los opresores, y para el siglo XIV la violencia e impunidad de los hombres de armas se había convertido en un factor de desorden. Cuando la distancia entre el ideal y la realidad se ensancha tanto, los sistemas se colapsan. La historia siempre ha reflejado este hecho. La espada vuelve al lago; la empresa comienza de nuevo.
Barbara Tuchman
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