Sábado 13 de Agosto de 2016
Misa a elección:
Feria. Verde.
Santos Ponciano, papa, e Hipólito, presbítero, mártires. (ML). Rojo.
En el siglo III, el sacerdote romano Hipólito, teólogo de renombre, se había constituido como cabeza de una comunidad disidente. Su oposición a la Iglesia hizo que fuera deportado a Cerdeña por el papa Ponciano. Entonces sobrevino la persecución del emperador Maximino. En estas circunstancias, Hipólito y Ponciano se encontraron nuevamente. El teólogo depuso su actitud rebelde y se reconcilió con la Iglesia. Apresados ambos por ser cristianos, fueron sometidos a trabajos forzados, y murieron como mártires de Cristo.
Antífona cf. Sal 73, 20-19. 22-23
Acuérdate, Señor, de tu alianza, y no olvides para siempre a tus pobres. Levántate, Señor, defiende tu causa y no desoigas el clamor de los que te invocan.
Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno, a quien, movidos por el Espíritu Santo, nos animamos a llamar Padre; confirma en nuestros corazones la condición de hijos tuyos, para que podamos entrar en la herencia prometida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
O bien: de santos Ponciano e Hipólito
Te pedimos, Dios nuestro, que la admirable paciencia de los justos acreciente en nosotros el deseo de amarte y fortalezca siempre la sagrada fe en nuestros corazones. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Padre de bondad, acepta los dones que misericordiosamente has dado a tu Iglesia y que, con tu poder, conviertes en sacramento de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Sal 147, 12.14
Jerusalén, glorifica al Señor tu Dios, que te sacia con lo mejor del trigo.
O bien: cf. Jn 6, 51
Dice el Señor: “El pan que yo daré, es mi carne para la vida del mundo”.
Oración después de la comunión
Padre, que la comunión de tus sacramentos nos alcance la salvación y nos confirme en la luz de tu verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura Ez 18, 1-10. 13b. 30-32
Lectura de la profecía de Ezequiel.
La palabra del Señor me llegó en estos términos: ¿Por qué andan repitiendo este refrán en la tierra de Israel: “Los padres comieron uva verde, y los hijos sufren la dentera”? Juro por mi vida –oráculo del Señor– que ustedes nunca más dirán este refrán en Israel. Porque todas las vidas me pertenecen, tanto la del padre como la del hijo: la persona que peca, ésa morirá. Si un hombre es justo y practica el derecho y la justicia; si no participa de las comidas sagradas en las montañas y no levanta sus ojos hacia los ídolos de la casa de Israel; si no deshonra a la mujer de su prójimo y no se acerca a una mujer en los días de su menstruación; si no oprime a nadie, si devuelve la prenda al deudor y no quita nada por la fuerza; si da su pan al hambriento y viste al desnudo; si no presta con usura ni cobra intereses; si aparta su mano de la injusticia y juzga imparcialmente en los litigios; si camina según mis preceptos y observa mis leyes, obrando con fidelidad, ese hombre es justo y seguramente vivirá –oráculo del Señor–. Pero si engendra un hijo ladrón y sanguinario, que hace alguna de esas cosas, este hijo no vivirá. A causa de todas las abominaciones que cometió, morirá irremediablemente, y su sangre recaerá sobre él. Por eso, casa de Israel, yo los juzgaré a cada uno de ustedes según su conducta –oráculo del Señor–. Conviértanse y apártense de todas sus rebeldías, de manera que nada los haga caer en el pecado. Arrojen lejos de ustedes todas las rebeldías que han cometido contra mí y háganse un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué quieres morir, casa de Israel? Yo no deseo la muerte de nadie –oráculo del Señor-. Conviértanse, entonces, y vivirán.
Palabra de Dios.
Comentario
Era popular la creencia de que los hijos debían pagar las culpas de los antepasados. Contra eso, Dios proclama que su juicio tiene en cuenta la responsabilidad personal: cada cual responde por sus actos. Y a cada uno se le exige convertirse para tener nueva vida.
Sal 50, 12-15. 18-19
R. ¡Dios mío, crea en mí un corazón puro!
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu. R.
Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga: yo enseñaré tu camino a los impíos y los pecadores volverán a ti. R.
Los sacrificios no te satisfacen; si ofrezco un holocausto, no lo aceptas: mi sacrificio es un espíritu contrito, tú no desprecias el corazón contrito y humillado. R.
Aleluya cf. Mt 11, 25
Aleluya. Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque revelaste los misterios del Reino a los pequeños. Aleluya.
Evangelio Mt 19, 13-15
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Trajeron a unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron, pero Jesús les dijo: “Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos”. Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí.
Palabra del Señor.
Comentario
Esta escena nos presenta a Jesús con los niños. Mientras ellos crecen, dependen de sus padres porque no pueden procurarse solos aquello que necesitan para vivir. Jesús quiere que recibamos el Reino como niños porque este nos viene como don de Dios y no como fruto de nuestra autosuficiencia.
Oración introductoria
Danos tu gracia, Señor, para ser como niños en las manos de Dios. Regálanos la alegría de sabernos tus hijos y no permitas que nos alejemos de tu amor.
Petición
Señor, que nunca desconfíe de tu amor.
Meditación
En el fragmento del Evangelio de Marcos encontramos varias consideraciones. «Algunos presentaban a Jesús unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían» (Mc 10,13). Pero el Señor, a quien en el Evangelio leído en los últimos días le hemos visto hacerse todo para todos, con mayor motivo se hace con los niños. Así, «al ver esto, se enfadó y les dijo: ‘No se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios’» (Mc 10,14).
Cuantas cosas podemos aprender de los niños: su sencillez, su alegría, su entusiasmo, su inocencia, su pureza, pero en especial podemos aprender su confianza serena. Un niño sabe muy bien que sus padres lo aman y por eso confía ciegamente en ellos. No se cuestiona las cosas, simplemente se abandona a la voluntad de sus padres. Es precisamente esa confianza lo que más le agrada a Cristo y nos invita por ello a imitarla en nuestra relación con el Padre Celestial.
Dios es un Padre infinitamente bueno y siempre busca demostrarnos su amor, pero pide de nosotros que seamos como niños, que sepamos con sencillez aceptar sus designios y nos abandonemos en sus brazos, con la confianza plena de que su amor por nosotros es más grande y más poderoso que cualquier contrariedad.
La alegría es el reflejo de un alma que confía en Dios y es el distintivo más claro y elocuente de la fe cristiana, por eso en este día esforcémonos por contagiarla a todos los que se nos acerquen, sabiendo que nuestra alegría es palabra silenciosa pero elocuente que hablan del amor de Dios y de la confianza en Él.
Propósito
Mostrar un rostro alegre a pesar de las dificultades sabiendo que nunca me faltará la ayuda y protección de Dios.
Diálogo con Cristo
Jesús, te agradezco por todas los dones que me das diariamente y por la gran predilección que me tienes al darme la fe cristiana y la posibilidad de ser realmente tu hijo. Sabes bien lo débil que soy y lo fácil que me alejo de tu amor, por eso te pido humildemente que muevas mi corazón al arrepentimiento cada vez que me aleje de tu amor y te pida perdón con la sencillez de un niño.
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