2 de marzo.

MIÉRCOLES DE LA TERCERA SEMANA DE CUARESMA

Deuteronomio 4,1.5-9.

Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que yo les enseño para que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y entrarán a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus padres. Tengan bien presente que ha sido el Señor, mi Dios, el que me ordenó enseñarles los preceptos y las leyes que ustedes deberán cumplir en la tierra de la que van a tomar posesión. Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos, que al oir todas estas leyes, dirán: “¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!”. ¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos?. ¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes?. Pero presta atención y ten cuidado, para no olvidar las cosas que has visto con tus propios ojos, ni dejar que se aparten de tu corazón un sólo instante. Enséñalas a tus hijos y a tus nietos.

Salmo 147,12-13.15-16.19-20.

¡Glorifica al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión!
El reforzó los cerrojos de tus puertas y bendijo a tus hijos dentro de ti;
Envía su mensaje a la tierra, su palabra corre velozmente;
reparte la nieve como lana y esparce la escarcha como ceniza.
Revela su palabra a Jacob, sus preceptos y mandatos a Israel:
a ningún otro pueblo trató así ni le dio a conocer sus mandamientos. ¡Aleluya!

Evangelio según San Mateo 5,17-19.

No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
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1. Moisés exhorta a su pueblo, en vísperas de entrar en la tierra prometida, a que viva según la voluntad de Dios, que cumpla la parte que le toca en la Alianza que han firmado con Dios: tienen que vivir según sus mandamientos. La Alianza se concreta en normas de vida.

Se lo dice en tono positivo: ¡qué afortunado es un pueblo como el de Israel, que tiene un Dios tan cercano, un Dios que le dirige su palabra, que le orienta, que le enseña su sabiduría! Eso no lo tiene ningún otro pueblo. Siguiendo esos caminos que Dios les señala, caminos que son en verdad justos y sensatos, llegarán a la felicidad y a la vida.

El salmo nos invita a alabar a Dios («glorifica al Señor, Jerusalén») por lo mismo, porque ha bendecido a su pueblo comunicándole su palabra: «él envía su mensaje a la tierra y su palabra corre veloz… anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel: con ninguna nación obró así».

2. A veces Jesús en el evangelio critica las interpretaciones exageradas que los maestros de su época hacen de la disciplina. Pero hoy la defiende, diciendo que hay que cumplir los mandamientos de Dios. El no ha venido a abolir la ley. En todo caso, a darle plenitud, a perfeccionarla.

Invita a cumplir las normas que Dios ha dado, las grandes y las pequeñas. A cumplirlas y a enseñar a cumplirlas.

3. Si los israelitas estaban orgullosos de la palabra que Dios les dirigía y de la sabiduría que les enseñaba, nosotros los cristianos tenemos razones todavía mayores para sentirnos contentos: Dios nos ha dirigido su palabra viviente, su propio Hijo, el verdadero Maestro que nos orienta en la vida. Nosotros sí que podemos decir: «con ninguna nación obró así».

La Cuaresma es el tiempo de una vuelta decidida a Dios, o sea, a sus enseñanzas, a sus caminos, los que nos va mostrando cada día con su palabra. Sin seleccionar sólo aquello que nos gusta. Y no quedándonos tampoco en palabras. Cuaresma es tiempo de obras, de cambio de vida.

La ley bien entendida no es esclavitud. Puede ser signo de amor y de libertad interior. La ley -los mandamientos de Dios, las normas de la vida familiar de la comunidad religiosa, o de la Iglesia- se puede cumplir sólo por evitar el castigo, o por un sentido del deber, o por amor. El amor lo transforma todo. También las cosas pequeñas, los detalles. El amor de cada día está hecho de detalles, no tanto de cosas solemnes y heroicas. La misericordia, en este año, debería ser vivida y compartida con la espontaneidad del amor.

Nosotros escuchamos con frecuencia la palabra de Dios. Cada día nos miramos al espejo para ver si vamos conservando la imagen que Dios nos pide. Cada día volvemos a la escuela, en la que el Maestro nos va ayudando en una formación permanente que nunca acaba. Es una de las consignas de la Cuaresma: poner más atención a esa palabra, sobre todo en la primera parte de la Eucaristía. Para contrarrestar otras muchas palabras que luego escuchamos en este mundo y que generalmente no coinciden con lo que nos ha dicho Dios.

En la Cuaresma nos hemos propuesto orientar nuestra conducta de cada día según esa palabra. Que se note que algo cambia en nuestra vida porque nos preparamos a la Pascua, que es vida nueva con Cristo y como Cristo.


21:50
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