1. – Cuando Dios perdona. Dios olvida.
Dios sólo tiene memoria de lo bueno que haces.
Lo malo se lo sueles recordar tú mismo. ¿Para qué?
2.- Confesarte es algo más que limpiar tu pasado.
Es abrirte una ventana a tu futuro.
Por eso, lo más importante en la confesión no es tu pasado, lo que tú llevas, sino tu voluntad de cambio.
Tu decisión de futuro.
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3.- Confesarte, más que un avergonzarte de lo que eres, es el reconocimiento de lo que puedes ser y de lo que Dios aún puede hacer en ti.
Dios, Padre misericordioso, que por la Muerte
y Resurrección de su Hijo reconcilió consigo al
mundo y derramó al Espíritu Santo para el perdón de
los pecados, te conceda el perdón y la paz por el
ministerio de la Iglesia. Yo te absuelvo de
tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
4.- Confesarte, más que verte a ti mismo como malo, es verte amado por Dios en el espejo de su perdón, que es el espejo de su propio corazón.
5.- Confesarte es restaurar la imagen de Dios impresa en ti por el Bautismo y estropeada y maltratada por el pecado.
6.- Confesarte es sentirte a ti mismo más grande que tus propias debilidades y fracasos.
Es reconocer a Dios más grande que nosotros.
Es reconocer que el poder de la gracia es más que nuestras debilidades.
7. – Confesarte es creer en ti y en tu propio futuro y en el futuro de la Iglesia y del mundo, porque cada vez que tú eres diferente haces diferente a la Iglesia y al mundo.
Clemente Sobrado C. P.
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