A mí es que eso de que “todos somos” siempre me ha parecido una sandez y además una cursilada. Tuvimos ese momento de que todos somos “Charlie”, todos París, y hasta me he encontrado con el P. Juan Masiá, S.J., proclamando, sin cortarse un pelo, que todos somos París y todos somos terroristas. Pues mire, no. Terrorista lo será usted si acaso.
Pero aquí lo que pasa es que con eso de que todos somos terroristas en el fondo lo que se afirma es que los “pobres yihadistas” tampoco son tan culpables, si no se dice abiertamente que encima la culpa la tuvieron las víctimas y el gobierno francés, que esto ya es muy viejo.
Más aún. Los mismos que se pasan la vida con la boca llena de no hay que juzgar y hay que respetar, esos mismos, son los que juzgan a toda una humanidad y la condenan porque todos somos un poco terroristas. Anda ya.
Esto de que todos terroristas, todos mentirosos, todos injustos, no sirve más que para diluir responsabilidades en el colectivo social y así las responsabilidades personales no cuentan. Total, como es una cosa social… total, como todos…
Y ahora que si todos terroristas. Pues un servidor, no. Ni un servidor, ni la señora María, ni Juan el carpintero, ni las clarisas de Palencia.
Terrorista el que pone bombas, extorsiona, se autoinmola y de paso se carga a cientos.
Terrorista el que secuestra, exige impuesto revolucionario, mata y amenaza de muerte a cada instante.
Terrorista quien promueve el aborto, lo practica y ofrece justificación moral para ello.
Terrorista quien es capaz de justificar la muerte de un inocente en estado terminal negándole alimento e hidratación.
Terrorista de la fe el que enseña cosas contrarias al magisterio.
Terrorista litúrgico el que celebra al margen de la liturgia de la Iglesia.
Aquí lo curioso es que te encuentras con gente que lleva toda su vida creyendo y enseñando lo que les viene en gana sin cortarse un pelo, justificando lo injustificable, hablando de misericordia y no juzgar, y te salen con que todos somos terroristas simplemente porque lo han decidido ellos, apoyándose en las imprescindibles, para un católico, reflexiones de un monje budista.
Ahora me vendrá alguno, que me lo sé, diciendo que con este escrito estoy creando violencia y que eso también me convierte en terrorista. Pues no. Con este escrito simplemente ejerzo lo que se llama legítima defensa. Porque aquí te viene uno diciendo que todos somos terroristas y eso es paz, le dices que no y que a lo mejor el terrorista es él y encima eres tú el malo. Vamos, que te llega un cualquiera, te pega un patada donde más te duele, y cuando le das un empujón para evitar la segunda, encima se queja de que le agredes.
Al P. Masía le falta una cosa. Ir a los familiares de las víctimas de París, de los atentados de las Torres Gemelas, del 11 M en Madrid, de las víctimas de ETA, y decirles que según un monje budista ellos también tienen su parte de terroristas.
Oiga, capaces son de ponerse violentos.
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