Bocadillos espirituales para vivir el Adviento: Lunes de la 2 a. Semana – Ciclo C

“Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús. El viendo la fe que tenían, dijo: “Hombre, tus pecados están perdonados”. (Lc 5,17-26)
Curación del paralítico
Aquí nadie tiene nombre propio.
No tienen nombre los que lo traían.
No tiene nombre el paralítico.
Aquí el único que tiene nombre es Jesús.
Pero lo que lo traían, anónimos todos, sí tenían fe.
¿Tenía fe el paralítico?
El sólo tenía la parálisis de su cuerpo.
Hasta es posible que no pudiese hablar.
Pero otros creían por él.
Nadie pide nada.
Nadie pide que lo sane, simplemente les basta ponerlo delante de Jesús.
Y aunque no le pide que lo sane, Jesús entiende el deseo y la fe de los que lo traían.
El esfuerzo de subirlo a la azotea.
El trabajo de quitar las losetas.
El trabajo de bajar la camilla.
Todo ello es el mejor lenguaje. Y Jesús lo entiende.
Es el mejor lenguaje de la fe. Hablar con la vida.
Puede que los demás no puedan moverse.
Pero nosotros podemos llevarlos en camilla o silla de ruedas.
Puede que el vecino no pueda salir ni a la puerta de la calle.
Pero nosotros podemos sacarlo fuera para que, al menos vea a la gente.
Puede que los demás no puedan hablar.
Pero nuestro amor habla por ellos.
Puede que los demás no tengan fe.
Pero nosotros podemos creer por ellos.
Hay muchas cosas que los demás no pueden hacer.
Pero que nosotros podemos hacerlas por ellos.
Hay muchas cosas que los demás no pueden disfrutar.
Pero que nosotros podemos darles esa satisfacción.
Hay muchas cosas que los demás no pueden ver.
Pero que nosotros podemos enseñárselas.
Hay muchas cosas que los demás no pueden escuchar.
Pero que nosotros podemos prestarles nuestro tocadiscos.
Hay muchos que nunca han creído, porque no han tenido oportunidad.
Pero que nosotros podemos creer por ellos.
Hay muchos que nunca se han acercado a Jesús.
Pero nosotros podemos llevarlos hasta El.
Hay muchos que nunca han visto a Jesús.
Pero nosotros podemos acercarlos hasta El para que lo vean.
Y no se trata de hacer mucho ruido.
El amor, de ordinario, no hace ruido.
La fe, normalmente, no hace ruido.
La solidaridad, no suele sacar mucho ruido.
La bondad suele ser silenciosa.
Más ruido hace el árbol podrido que se cae, que todo el bosque que crece.
Más ruido hacen los que se escandalizan del bien que hacemos, que el bien que hacemos.
Más ruido sacan los que se escandalizan de que Jesús perdone y sane, que el mismo Jesús perdonando y sanando.
Necesitamos descubrir que nuestra vida no es solo nuestra.
Necesitamos descubrir que nuestra fe no es solo nuestra.
Porque nuestra vida puede ser vida para los demás.
Porque nuestra fe puede ser principio de sanación para los demás.
No importa que no nadie conozca nuestro nombre.
Lo que importa es que nuestro hermano sea sanado en el cuerpo y el alma.
Porque, mientras nosotros tratamos de sanar su cuerpo, Jesús también sana su espíritu.
No busquemos que nuestros nombres figuren en los periódicos.
Lo que importa es que nuestro amor sane a los que hoy están enfermos.
Clemente Sobrado C. P.

Archivado en: Adviento, Ciclo C
21:10

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