“Pero mi Reino no es de aquí”. Pilato le dijo: “Con que ¿tú eres rey?” Jesús le contestó: “Tú lo dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. (Jn 18,33-37)
Con este domingo llegamos al final del camino.
El año litúrgico es como ese peregrinaje a Santiago de Compostela, que al llegar al Monte del Gozo, los peregrinos contemplaban por primera vez Santiago y las torres de la Catedral.
Era el momento de la alegría.
Era el momento del gozo.
Era el momento la alegría de haber llagado al final del camino.
Era el momento de la alegría de haber llegado a la meta soñada y esperada.
Me encanta el grupo escultórico de los dos peregrinos que desde el Monte del Gozo señalan las torres de la Catedral Compostelana, final de su largo caminar.
También nosotros hemos llegado al final del camino litúrgico ciclo b, con este meta que es la festividad de Jesucristo Rey del Universo.
Un caminar haciendo camino por la historia de la salvación.
Un caminar haciendo el mismo camino de Dios con los hombres.
Un caminar haciendo el mismo camino de los hombres con Dios.
Un caminar lleno de cansancios y también de esperanzas.
Y ahí Jesús, al final del camino como señal de que hemos llegado.
Como señal de que todo camina hacia El.
Como señal de que todo tiene sentido desde El.
Como señal de que es el camino y también la meta.
Para nosotros, un Monte del Gozo.
Para Pilato una inquietud y una interrogante.
Para Pilato un problema del que no acierta a salirse.
Para Pilato un dilema entre el César y el pueblo.
Un Pilato que logran la gran confesión de Jesús.
Había hablado del Reino, pero no se llamó nunca Rey.
Es Pilato quien logra que, por fin él mismo se declare Rey.
Un reinado que Pilato no logra entender.
No logra entender un reinado que no sea el romano.
No logra entender un reinado que no sea de este mundo.
“Con que, ¿tú eres rey?
“Tú lo dices: soy rey”.
“Yo para esto he nacido y para esto he sido enviado al mundo”.
Pero ¿qué tipo de rey eres tú, porque no entiendo nada.
Mi reinado es ser “testigo de la verdad”.
Y esto le complica más a Pilato, él que precisamente jugaba:
Entre la complacencia al César.
Entre no contradecir, creándose problemas, al pueblo.
Entre las luchas de se conciencia, entre la inocencia y la culpabilidad.
La eterna ambigüedad de todos nosotros.
Vivir de la verdad, pero sin complicarnos la vida.
Vivir de la verdad, pero cabalgando a dos caballos.
Vivir de la verdad, pero sin jugarse el puesto.
Vivir de la verdad, pero traicionando la conciencia.
Vivir de la verdad, pero condenando al inocente.
Todos decimos amar la verdad.
Pero en tanto la verdad no nos cree problemas.
Todos decimos amar la verdad.
Pero hasta donde podamos conjugarla con nuestros intereses personales.
Nadie dice amar la mentira.
Pero nos resulta difícil ser luego coherentes con la verdad.
Y poco a poco, nos vamos convenciendo de poder llevar una vida donde armonicemos la verdad y nuestros intereses, la verdad que decimos y la mentira que decimos.
Jesús se definió a sí mismo como “el camino, la verdad y la vida”.
Y Jesús confirmó su verdad, incluso con el testimonio de su vida.
No tenía más que perder.
Por eso su reinado será el “de la verdad con todas sus consecuencias, incluso, la perder la vida por ella”.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo B, Tiempo ordinario
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