Cuando yo tenía 15 años, ya se hablaba del calentamiento global. Y entonces se me ocurrió una posible solución que, después, he visto se le ha ocurrido a más individuos. La idea es colocar, en una órbita geoestacionaria, una fina película de algún material (entre 1 y 2 milímetros) que forme una cierta sombra encima de una región de la tierra.
La estructura podría comenzar teniendo 25 kilómetros cuadrados de extensión. Una mínima estructura de varillas ayudaría a evitar que se deformase lentamente. Esta estructura plana y delgada conformaría un gran cuadrado ampliable.
Se podría colocar sobre una zona desértica, pero tratando de que su situación fuera la óptima para que se condensasen masas nubosas. Tal vez sobre el mar, cerca de la costa, para que las corrientes de aire transportasen esa nubosidad tierra adentro.
Si, tras un año, se observase que el efecto era casi nulo, se podría ampliar. Difícilmente 100 km2 no podrían tener un impacto térmico. Incluso esa extensión, probablemente, no produciría un cono de sombra. La distancia haría que ese cono se difuminase. Pero está claro que todo ese calor se quedaría fuera de la atmósfera. Y esa cantidad de calor, al cabo del año, sí que es importante a efectos globales.
Si el sistema funcionara, se podrían colocar otros conos de sombra en diferentes partes del mundo. Cada uno habría que colocarte tras un estudio meticuloso. La ventaja es que es un sistema que resultaría fácil de retirar si tuviera efectos negativos.
Los desiertos, de eso no hay ninguna duda, han avanzado mucho en el último medio siglo. Una medida así, podría revertir la situación. Eso sí, teniendo en cuenta las corrientes de aire y los lugares donde la condensación de nubes fuera más fácil.
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