La liturgia diaria meditada - Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa (Mc 6, 1-6) 31/01

Miércoles 31 de Enero de 2018
San Juan Bosco, presbítero
(MO). Blanco.

(Día de la Patagonia).

Juan nació en Castelnuovo de Asti (Italia), el 16 de agosto de 1815. Ingresó al seminario a los 20 años. Ya ordenado sacerdote,asumió la misión de formar a los adolescentes y jóvenes más pobres. Para esto creó talleres y oratorios, donde ellos podían aprender un oficio y formarse en la vida cristiana. Él siempre pregonaba una santidad alegre. Fundó la Piadosa Sociedad de San Francisco de Sales (los Salesianos) y el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. La evangelización de la Patagonia argentina se debe mucho a sus desvelos y a los salesianos que misionaron en esas tierras. Murió el 31 de enero de 1888. Es el protector de la juventud.

Antífona de entrada         Cf. Mc 10,14
“Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque de ellos es el reino de Dios”, dice el Señor.

Oración colecta    

Dios nuestro, que elegiste a san Juan Bosco, presbítero, para que fuera padre y maestro de la juventud, concédenos que, animados por esa misma caridad que ardía en su corazón, busquemos el bien de las almas y vivamos entregados a tu servicio. Por nuestro Señor Jesucristo...

Oración sobre las ofrendas       
Acepta los dones de tu pueblo, Señor, en la conmemoración de san Juan Bosco, y por la participación de este misterio, concédenos manifestar en nuestra vida los ejemplos de tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión      Mt 18, 3
Si no se convierten y no se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos, dice el Señor.

Oración después de la comunión

Dios todopoderoso, concédenos los frutos de esta santa comunión y, a ejemplo de san Juan Bosco, haz que conservemos en el corazón y llevemos a la práctica el amor a los demás y la luz de tu verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura           2Sam 24, 2. 9-17
Lectura del segundo libro de Samuel.
El rey dijo a Joab, el jefe del ejército, que estaba con él: “Recorre todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba y hagan el censo del pueblo, para que yo sepa el número de la población”. Joab presentó al rey las cifras del censo de la población, y resultó que en Israel había ochocientos mil hombres aptos para el servicio militar, y en Judá, quinientos mil. Pero, después de esto, David sintió remordimiento de haber hecho el recuento de la población, y dijo al Señor: “He pecado gravemente al obrar así. Dígnate ahora, Señor, borrar la falta de tu servidor, porque me he comportado como un necio”. A la mañana siguiente, cuando David se levantó, la palabra del Señor había llegado al profeta Gad, el vidente de David, en estos términos: “Ve a decir a David: Así habla el Señor: Te propongo tres cosas. Elige una, y yo la llevaré a cabo”. Gad se presentó a David y le llevó la noticia, diciendo: “¿Qué prefieres: soportar tres años de hambre en tu país, o huir tres meses ante la persecución de tu enemigo, o que haya tres días de peste en tu territorio? Piensa y mira bien ahora lo que debo responder al que me envió”. David dijo a Gad: “¡Estoy en un grave aprieto! Caigamos más bien en manos del Señor, porque es muy grande su misericordia, antes que caer en manos de los hombres”. Entonces el Señor envió la peste a Israel, desde esa mañana hasta el tiempo señalado, y murieron setenta mil hombres del pueblo, desde Dan hasta Berseba. El Ángel extendió la mano hacia Jerusalén para exterminarla, pero el Señor se arrepintió del mal que le infligía y dijo al Ángel que exterminaba al pueblo: “¡Basta ya! ¡Retira tu mano!”. El Ángel del Señor estaba junto a la era de Arauná, el jebuseo. Y al ver al Ángel que castigaba al pueblo, David dijo al Señor: “¡Soy yo el que he pecado! ¡Soy yo el culpable! Pero éstos, las ovejas, ¿qué han hecho? ¡Descarga tu mano sobre mí y sobre la casa de mi padre!”.
Palabra de Dios.
Comentario
El relato, cargado de concepciones muy lejanas a nosotros, quiere mostrar que el arrepentimiento y la confesión de una culpa mueve el corazón misericordioso de Dios. David hizo censar al pueblo para organizar la recaudación de impuestos y financiar la organización del ejercito. Esto es considerado un pecado, porque pone su confianza en los instrumentos humanos y no en Dios, y merece un castigo. David eligió la peste, algo destructivo e incontrolable, pero su arrepentimiento y confesión salvó al pueblo y a sí mismo.
Sal 31, 1-2. 5-7
R. ¡Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado!
¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez! R.
Yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: “Confesaré mis faltas al Señor”. ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado! R.
Por eso, que todos tus fieles te supliquen en el momento de la angustia; y cuando irrumpan las aguas caudalosas no llegarán hasta ellos. R.
Tú eres mi refugio, tú me libras de los peligros y me colmas con la alegría de la salvación. R.
Aleluya           Jn 10, 27
Aleluya. “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco, y ellas me siguen”, dice el Señor. Aleluya.
Evangelio        Mc 6, 1-6
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: “¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?”. Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo. Por eso les dijo: “Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de sanar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.
Palabra del Señor.
Comentario
“Con Dios y ante Dios hay que dejarse sorprender, hay que dejar siempre un margen al asombro, a la admiración y al desconcierto. Sus planes no son nuestros planes y sus caminos no son los nuestros. Incluso haciendo las cosas lo mejor que podemos, Dios nos sorprende siempre. Y nuestra mejor respuesta es fiarnos más que nunca de ese Dios sorpresivo y confiar en él”.
Oración introductoria
Señor, permite, por tu gracia, que pueda reconocerte en esta meditación. Confío en Ti, en tu Palabra que me ha revelado que, a pesar de mis debilidades, puedo acercarme a Ti para ser curado y redimido por tu amor.
Jesús, ayúdame a conocerte más, para poder amarte más.
Meditación 
Hoy el Evangelio nos muestra cómo Jesús va a la sinagoga de Nazaret, el pueblo donde se había criado. El sábado es el día dedicado al Señor y los judíos se reúnen para escuchar la Palabra de Dios. Jesús va cada sábado a la sinagoga y allí enseña, no como los escribas y fariseos, sino como quien tiene autoridad (cf. Mc 1,22).
Según las expectativas judías, el Mesías no podía proceder de un pueblo tan oscuro, como era el caso de Nazaret. Al mismo tiempo, sin embargo, muestra la libertad de Dios, que sorprende nuestras expectativas, manifestándose precisamente allí donde no nos lo esperamos. 
¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos?
Dios nos habla también hoy mediante la Escritura. En la sinagoga se leen las Escrituras y, después, uno de los entendidos se ocupaba de comentarlas, mostrando su sentido y el mensaje que Dios quiere transmitir a través de ellas. Se atribuye a san Agustín la siguiente reflexión: «Así como en la oración nosotros hablamos con Dios, en la lectura es Dios quien nos habla».
El hecho de que Jesús, Hijo de Dios, sea conocido entre sus conciudadanos por su trabajo, nos ofrece una perspectiva insospechada para nuestra vida ordinaria. El trabajo profesional de cada uno de nosotros es medio de encuentro con Dios y, por tanto, realidad santificable y santificadora. Nuestra vocación humana es parte, y parte importante, de nuestra vocación divina. Ésta es la razón por la cual nos tenémos que santificar, contribuyendo al mismo tiempo a la santificación de los demás, de nuestros iguales, precisamente santificando nuestro trabajo y nuestro ambiente: esa profesión u oficio que llena nuestros días, que da fisonomía peculiar a nuestra personalidad humana, que es nuestra manera de estar en el mundo; ese hogar, esa familia; y esa nación, en que hemos nacido y a la que amámos».
Acaba el pasaje del Evangelio diciendo que Jesús «no podía hacer allí ningún milagro (...). Y se maravilló de su falta de fe» (Mc 6,5-6). También hoy el Señor nos pide más fe en Él para realizar cosas que superan nuestras posibilidades humanas. Los milagros manifiestan el poder de Dios y la necesidad que tenemos de Él en nuestra vida de cada día.
Propósito
Reconocer y honrar diariamente a Jesús, que se me manifiesta continuamente en la oración. Antes de tomar una decisión importante me preguntaré cuál es el ejemplo que Jesucristo me da en el Evangelio para tratar de imitarlo.
Diálogo con Cristo
Señor Jesús, ¿qué importancia le doy a tu Palabra? ¿Es ella la brújula en mi toma de decisiones? ¿Es mi fortaleza cuando aparecen las contrariedades? Ayúdame a buscarte en la lectura atenta y fervorosa de la Sagrada Escritura, libro vivo donde puedo aprender a conocerte, amarte y seguirte.

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