“Esconder el corazón en el sótano del edificio −como en décadas anteriores− no es apropiado, porque entonces el corazón acaba explotando… y los sentimientos inundan todas las plantas del edificio”.
Esta semana hemos comenzado los I-WiL Lunch del 2018 con una interesantísima sesión del filósofo, teólogo, profesor de la Universidad Ramón Llull y sacerdote Ignasi Fuster, sobre “El valor de los afectos y la redención del corazón”. Como digno sobrino de Valentín Fuster, habló del corazón, si bien no como músculo, sino como centro de la existencia humana. Os resumo algunas de las ideas y aportaciones más relevantes.
1. ¿Qué es el corazón? No estamos hablando del corazón como órgano o músculo, aunque los movimientos que este desarrolla tienen que ver con nuestro tema de hoy: sístole o recibir; diástole o dar. Hay estudios que identifican la sístole como el momento en que percibimos, por ejemplo, las emociones ajenas de manera más intensa que durante la diástole, o momento de relajación del corazón-músculo.
El corazón es la sede de las pasiones o sentimientos. Representa la dimensión emocional del ser humano, criatura sensible a quien todo le afecta. No vamos a entrar en el ámbito moral, porque el corazón se compone de registros existenciales que nos permiten integrar lo bueno y lo malo. Por ejemplo, tener sentimientos de odio, ira, deseos de venganza… es totalmente normal. Lo que hay que trabajar es no dejar que esos impulsos negativos aniden en nuestro corazón. Las emociones son espontáneas pero luego se deben gestionar.
2. Los tiempos actuales: Hoy tenemos una hipertrofia del corazón, nos movemos por los sentimientos. Desde luego, esconder el corazón en el sótano del edificio −como en décadas anteriores− no es apropiado, porque entonces el corazón acaba explotando en el sótano donde está aprisionado y oculto, y los sentimientos inundan todas las plantas del edificio, y me induce a moverme únicamente por lo que siento, por lo que me emociona… Kant intentaba aparcar la sensibilidad humana, instando a aplicar “la norma por la norma y el deber por el deber”… pero hoy sabemos que no se puede desvalorizar el corazón en ningún ámbito de la vida humana.
3. El corazón es el centro neurálgico de la existencia humana. No es el cerebro, que está en un extremo del cuerpo, sino el corazón, que está en el centro, es el pasillo de la casa, el corredor vital por donde todo pasa, incluso aquello que hacemos involuntariamente. Ignasi Fuster propone aplicar el modelo antropológico judío, donde el corazón está en el vientre, en las entrañas, donde se purifican los alimentos y se origina la vida. El corazón o pasillo está entonces en una posición central del ser humano, entre la zona rectora o racional (la cabeza) y la parte genital, que representa lo instintivo.
4. Cuidar el corazón en profundidad es la gran tarea del ser humano. El Antiguo Testamento ya advierte de que “nada hay más tortuoso que el corazón (…) ¿Quién podrá conocerlo?” (Jeremías 17:9). Con frecuencia nos quedamos perplejos cuando experimentamos sentimientos contradictorios, pasamos del amor al odio, o tenemos reacciones desmesuradas. Grandes obras de la literatura universal han reflejado esto, como Don Quijote que habla de “este laberinto de los deseos” (Parte Segunda de la novela). Por eso, se trata de forjar el corazón con la paz, que es el orden del corazón. Hoy se recuperan las ideas del filósofo racionalista del siglo XVII Spinoza porque propone una ética de las emociones, que tenemos actualmente a flor de piel. Spinoza habla de servidumbre, la esclavitud del hombre con respecto a las emociones.
5. ¿Cómo educar el corazón? ¿Cómo educar esas emociones primeras? Desde el punto de vista de la trascendencia humana, si uno apunta al Bien, a la Verdad, a la Ética… arrastrará tras de sí los sentimientos, que se irán acrisolando. La virtud y la vía moral reconducen los sentimientos que se desvían, y les dan criterio, razones… Otra opción sería recurrir a la voluntad (esforzarse, usar la fuerza de voluntad…), pero de eso nos cansamos y nos desmotivamos. Por eso, aunque las otras vías son complementarias, conquistaremos al corazón con el mismo corazón, porque lo semejante genera confianza o, como decía el capitán en Moby Dick, “lo semejante cura a lo semejante”. Y aunque es bueno animar a usar la voluntad, cuando no es posible nada más, el testimonio da ejemplo, funciona la connaturalidad por contacto.
6. Las crisis existenciales nacen derivadas de las heridas del corazón. Por eso, o somos capaces de generar afectos contrarios a los desafectos que sufrimos… o estaremos perdidos. O resucitamos el corazón o no arreglaremos nada. Volviendo a Spinoza, un afecto no puede ser reprimido ni suprimido sino por otro afecto semejante, pero más fuerte. O me vuelvo a ilusionar con cada cosa… o no superaré esas crisis.
Aquí tenéis su ponencia. ¡A disfrutarla!
Nuria Chinchilla, en blog.iese.edu. /almudi.org
Juan Ramón Dominguez-Palacios / enlacumbre2028.blogspot.com
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