En las últimas décadas se ha avivado el interés de la población china por la religión y ha aumentado considerablemente el número de nuevos cristianos.
Se calcula que, desde los ochenta, el cristianismo está creciendo a un ritmo anual del 7%, y aun mayor en la nueva clase urbana, entre los jóvenes y los universitarios. Este despertar religioso es en la actualidad una de las principales preocupaciones del régimen.
El estudio del Pew Research Center, de hace cuatro años, aumentaba la proporción al 14%. Si se amplía el concepto de religión y se incluyen tradiciones espirituales como el taoísmo, la proporción alcanza el 31,4%, según una investigación de la Universidad de Shanghái.
Lo que no se discute es que, tras la muerte de Mao y el fin de la política explícitamente hostil a la religión, ha resurgido la espiritualidad y, en concreto, ha crecido significativamente el número de cristianos, en un proceso de tal magnitud que Ian Johnson, en The Souls of China: The Return of Religion after Mao (Allan Lane, 2017), ha comparado con el “Gran Despertar” norteamericano.
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Juan Ramón Domínguez-Palacios / www.lacrestadelaola2028.blogspot.com
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