Se ha estrenado, hace ya varias semanas, Asesinato en el Orient Express. El tráiler me pareció excelente. Tan bueno que he decidido hacer una excepción e ir al cine. Pero antes, durante los próximos días, quiero volver a ver la versión de 1974.
Hoy, durante el almuerzo, la he comenzado a ver. Los primeros 20 minutos. La había visto con tanto placer, por primera vez, en el seminario. En esa época, me gustaba todo lo que me pusieran en movimiento en una pantalla. Pero ahora me está defraudando un poco, al menos el comienzo. Insisto, al menos el comienzo: hay escenas enteramente teatrales, el color de la fotografía es desvaído, hay paja. Como ejemplo de esta paja, toda la parte en que Poirot se traslada a Estambul no aporta absolutamente nada a la historia.
Iré viendo la película a base de desayuno, almuerzo y cena. En un par de días, Dios mediante, la habré acabado. Hoy, por la noche, no he podido ver nada. Me ha invitado mi primo a cenar. Allí estábamos los tres primos Fortea alrededor de la mesa de su casa. Tengo el orgullo de decir que mi tío fue uno de los fundadores de Sacyr. En esa época, era una aventura entre diez ingenieros.
La foto que he puesto hoy es de Goebbels. Ya os dije que estoy leyendo con gran placer la extensísima biografía de Reuth. Es una foto que me parece muy interesante, porque refleja no el servilismo, sino la auténtica idolatría de este hombre por otro hombre. Realmente, no valía más Hitler en sus capacidades que Goebbels. Sólo su pertinacia y su egolatría colocaron a Adolfo por encima del adorador. A veces es una serie de causas causales las que hacen que uno esté en la cúspide de la pirámide de un partido en vez de otra persona.
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