–Siempre con el «orad, hermanos».
–Es que si no insisto en ello, no me ganaría el sueldo.
La causa principal del nacionalismo independentista, que hoy afecta a una parte de Cataluña, es el abandono de la fe y de la oración: la apostasía. Lo explico brevemente.
El alma es forma del cuerpo, en el sentido filosófico del término forma. Es espiritual, es ella la que mantiene unido y vivo el cuerpo. Si el alma se separa del cuerpo, el cuerpo se divide y muere. Aplicando este principio analógicamente a la vida de una nación: si pierde el alma que históricamente ha sido su principio vital y unificador, las partes se dividen y la nación en cuanto tal muere.
Ahora bien, el cristianismo ha sido y es el alma de España, como tantos historiadores lo han afirmado. Si por la apostasía pierde España su alma, es necesario y previsible que surjan divisiones independentistas. O dicho desde otro ángulo: si se inician fuerzas secesionistas, el pueblo pierde su alma unificadora y, cerrándose en su egocentrismo, se da culto a sí mismo por el nacionalismo, que viene a vivirse como una religión.
Babel es divisora, y tiene detrás al diablo. Pentecostés, la Iglesia, es fuerza de unión, que por obra del Espíritu Santo, hermana durablemente a hombres de toda lengua, raza y nación, guardándolos durante siglos en «la paz y la unidad»: el don que pedimos cada día en la Misa antes de la comunión, y que el mundo no puede dar. Por eso los conflictos independentistas que sufra una nación no pueden ser superados solamente por las fuerzas judiciales, políticas y armadas. El pueblo cuya alma es el cristianismo no se mantiene unido si deja a un lado la religión. Necesita volver a la fe y a la oración.
Oremos, oremos, oremos.
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Jacinto Verdaguer y Santaló (Jacint Verdaguer i Santaló: Folgarolas, provincia de Barcelona, 1845 - Vallvidrera, 1902) fue un buen sacerdote y un gran poeta que escribió sus obras en catalán. También se le conoce como Mossèn Cinto Verdaguer. Él nos va a ayudar a rezar por Cataluña con esta poesía suya, dedicada a La Inmmaculada.
–Oh Verge Immaculada, - per vostra Concepció, - d´Espanya Reina amada, - salvau vostra nació.
Oh Virgen Inmaculada - por tu santa Concepción - Reina amada de España, - salva a tu nación.
–Concebuda sou Maria, - és lo càntic celestial, - que la terra al cel envia - com un himne triomfal. - Concebuda sou Maria, - sens pecat original.
Concebida eres María - es el canto celestial - que la tierra al cielo envía - como un himno triunfal. - Concebida eres María - sin pecado original.
–Vós, Maria, sou l´estrella, - que guià Espanya al Nou Món, - la de l´alba hermosa i bella - de la glòria que se´ns pon. - Oh Maria, hermosa estrella - resplendiu d´Espanya al front.
Tú María eres la estrella - que guió a España al Nuevo Mundo, - la del alba hermosa y bella - de la gloria que se nos da. - Oh María, hermosa estrella, - resplandece al frente de España.
–Quan sa Reina era Maria, - nostre regne era el més gran: - sa bandera el món cobria - des d´Amèrica a Lepant. - Si a regnar torna Maria, -ses grandeses tornaran.
Cuando reinaba María, - nuestro reino era el más grande: - su enseña cubría el mundo - desde América a Lepanto. - Si a reinar vuelve María, - sus grandezas volverán.
–Vós d´Espanya sou la glòria, - Vós lo sol del Principat: - nostra pàtria i nostra història - Vós, oh Verge ens ho heu donat: - tronos són de vostra glòria - Covadonga i Montserrat.
Tú eres la gloria de España - Tú, el sol del Principado: - nuestra patria y nuestra historia -Tú, oh Virgen, nos las has dado: - tronos son de tu gloria - Covadonga y Montserrat.
–Patrimoni ets de Maria - Oh d´Espanya hermós país! - Més avui l´error hi nia - que et farà poble infeliç. - Oh ! xafau-li el cap, Maria - que és la serp del paradís.
¡Patrimonio es de María - España, hermoso país! - Pero anida hoy el error - que lo hará un pueblo infeliz. - ¡Aplasta su cabeza, María, - que es la serpiente del paraíso!
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Oración de San Juan Pablo II a la Reina de la Hispanidad (Pilar de Zaragoza, 6-XI-1982)
Virgen Santa del Pilar, aumenta nuestra fe, conforta nuestra esperanza, aviva nuestra caridad. Socorre a los que padecen desgracias, a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de trabajo. Fortalece a los débiles en la fe. Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una entrega plena a Dios. Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hombres y mujeres. Y asiste maternalmente, María, a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad. Así sea.
José María Iraburu, sacerdote
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