Lo siento, me hubiera gustado hoy proveeros de otra retahíla de asuntos jocosos como los de ayer; casi me convencieron. Pero la Red sólo proporciona ramilletes como el del post de ayer muy de tanto en tanto. Pero, tratando temas más serios, sí que me gustaría deciros algo que llevo observando desde hace años y que cada vez veo más claro: el perfil psicológico de Xin Jinping, presidente de la República Popular de China.
Por supuesto que no tengo otro acceso a su psicología que la observación de su lenguaje no verbal. Pero ya son años de observarle en discursos, saludos, fotos de líderes, llegada a aeropuertos. Le he observado mucho y me confirmo en que Jinping es una persona con un perfecto e impresionante autocontrol. No percibo en él ninguna megalomanía, egocentrismo o histrionismo alguno. Es una persona que analiza fría y serenamente los problemas, y toma las decisiones basado no en sus pasiones, sino en la racionalidad.
De él podemos esperar no decisiones pasionales (que suelen llevar al desastre), sino decisiones serenas, no precipitadas, sino muy meditadas. Es algo que me alegra mucho.
Todos sabéis que, cuando he analizado ese sorprendente fenómeno que es la China del siglo XXI, he señalado sus defectos tratando de ser imparcial. Por eso, este elogio tomadlo con el mismo deseo de objetividad que pretendo en otros posts. Sí, sin duda, Xin Jinping, en esto, merece un gran elogio. No estoy elogiando su política ni sus decisiones respecto a la Iglesia, sólo su psicología. Y su psicología es digna de una gran admiración.
No he encontrado ningún otro jefe de Estado que mereciera tanto mi admiración en esto como él: sobre todo, lo repito, su autocontrol, su disciplina interna, su serenidad. El mundo está más seguro con gente como él al mando. Es alguien que cuando te sientas a hablar con él, te va a escuchar. Se le nota perfectamente que es un hombre de diálogo. En general, los hombres serenos suelen atender a las razones del otro y realizar un verdadero diálogo.
Por supuesto que él mira por el bien de su país, es algo lógico. Por supuesto que estas virtudes en un emperador romano pueden ir unidas a un propósito de expansión imperial. No se puede negar que hay hechos de la política interior china de los que él es el responsable último. Pero eso no obsta para que sus virtudes sean virtudes.
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